Reza el adagio que hay música que no envejece. Chayanne tiene una nota al pie: también hay músicos que no envejecen, y él es estandarte de ello.
Baila y sonríe, encantador, como en su debut en 1978 con Los Chicos; canta y suda como si no estuviera a menos de una semana de cumplir 47 años. El boricua es eterno. Ayer, cuando cayó la noche sobre San José, el Estadio Nacional fue templo a su carisma y su entrega.
Chayanne –y, en general, toda la producción que lo rodea– sabe que su público es, casi en su totalidad, femenino y no le interesa disimularlo. Antes de que comenzara la música, un animador hizo lo que pudo por mantener despierto el ánimo del público.
Una y otra vez, repetía frases como “chiquillas, ustedes se merecen estar aquí” o “¡que vivan las mujeres!”. Cada intervención era, sin falta, correspondida por centenares de gargantas femeninas que estallaban en júbilo.
La edad y la compañía resultaban irrelevantes: grupos de mujeres maduras, generaciones distintas de una misma familia, adolescentes juntas o de la mano de sus novios.
Chayanne –su música, su baile, su carisma contagioso– unifica, borra diferencias. Eso, siempre y cuando se trate de mujeres. No es que no hubiera hombres en el recinto: algunos por compromiso (emocional o laboral), otros por gusto. Está claro, en todo caso, que en la fiesta de Chayanne, los varones son actores de reparto... si acaso.
La jornada comenzó a eso de las 7:15, con MasterKey. Sin introducción alguna, el sexteto costarricense saltó a escena y ofreció al público un entremés de balada pop que, aunque distaba de ser el plato principal, fue agradecido por los asistentes. La participación de MasterKey fue breve: apenas un puñado de canciones y solo 20 minutos sobre las tablas. No que esto fuera negativo. Lo contrario: ayudó a mantener la noche dinámica y la ansiedad del público bajo control.
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Esa ansiedad pronto se desbordó y se transformó en un tsunami de gritos, de algarabía y de teléfonos celulares empuñados hacia el cielo, lo que formaba una constelación en la oscuridad que ya rodeaba al público. Sucedió a las 8:03, cuando las luces del Nacional se apagaron y la atención se centró en la imponente tarima. Había llegado, por fin, la hora de Chayanne.
“Mi gente bonita”. Tras comenzar el setlist con Quiero bailar contigo, sencillo insignia de su vigésimoprimer disco, En todo estaré –placa que da nombre a su actual gira–, y regalarle al público nacional el primer clásico de la noche –Salomé–, Chayanne habló para los suyos.
“Esto, esto, esto” dijo, señalando las distintas zonas del estadio lleno, “es especial. Cada cosa que uno recibe es especial y la agradezco. Así que ustedes pidan y yo obedeceré”, agregó pícaro, consciente de su poder de seducción absolutamente natural.
Entre nuevas canciones, clásicos bailables y baladas, Chayanne ofreció una noche vibrante a un público que correspondió con devoción. La entrega de Chayanne recogió el fruto que caracteriza su carrera: el deseo, de su público, de volverlo a ver pronto.