Circunstancias atípicas transfiguraron al animal que hoy es Chúcaro, el tercer disco de Cocofunka. Se estrenará el viernes 26 de febrero.
El grupo, que cumple ocho años de carrera este año, mantiene las fusiones de géneros musicales y los conciertos enérgicos que los convierten uno de los grupos más reconocidos en el panorama musical tico.
Crear las doce canciones en Chúcaro, dicen ellos, implicó enfrentarse a nuevos cuestionamientos, reconfigurar la fórmulas, pensarse distintos.
Desde el 2011 el grupo dio conciertos masivos por toda la Gran Área Metropolitana y se ganó un nombre por sus presentaciones vibrantes.
Su último lanzamiento, Hacer ecoo (2012) les abrió el camino para presentarse en Nicaragua, Panamá y México y dar un concierto en el festival Selvámonos, en Oxapampa, Perú, en junio del 2014.
“El viaje de Perú nos impactó un ‘toque’ porque había muchas buenas bandas y Cocofunka despertó algo especial. Ese día, empezamos a pensar en ser una propuesta de una ‘banda latina’ en el 2016 y no solo una ‘banda tica’ en el 2016 ”, dice Javier Arce, cantante del grupo, a Viva.
Además de preguntarse quiénes eran, el grupo debió enfrentarse a las miradas ajenas. Eso quedó plasmado en la canción Temprano.
“Es una letra que le hicimos a la gente que habla sin saber lo que uno siente. Eso fue algo que empezó por divisiones con marcas, por lidiar con el juicio fuerte de la gente por los que hacíamos”, comenta Arce.
Producción. Los primeros impulsos por componer un nuevo álbum empezaron en diciembre 2013.
Ficharon al productor nacional Mario Miranda (fundador de Patterns) y al colombiano Felipe Álvarez, conocido por su trabajo con Bomba Estéreo, Monsieur Periné y Shakira.
Álvarez se integró a la producción en setiembre del 2014. Juntos trabajaron en Red Stag Studios en San José, propiedad de Miranda, en sesiones que se convirtieron en un espacio para la autoexaminación.
“Hicimos una canción en el estudio que nosotros creímos que era un hit, Zumba Marumba, pero cuando la terminamos de tocar y los productores dijeron 'esa no'”, recuerda Arce, alegre de haber tenido esa mirada extra.
Otro cambio en la producción, fue que, a diferencia de sus discos anteriores, en Chúcaro, el grupo se acercó a los productores con una gran cantidad de canciones para descartar y no solo con unas pocas, con “las que había”.
“De las 30 canciones que hicimos, quedaron doce que curiosamente no eran las más pensadas; grabamos las que fueron como un vómito de un día”, dice Arce.
Chúcaro , el sencillo, sirve de nuevo como ejemplo. Es una canción distendida que reúne elementos de toda la instrumentación del disco. La voz de Arce suena suave y tranquila, lo cual el cantante atribuye a que la mitad del disco se compuso en la intimidad de una habitación y no con toda la banda ensayando.
La canción incluye efectos en las guitarras y la batería logrados con equipo analógico, por insistencia de los productores.
Influenciados por el hip-hop, cuenta Reynaldo Escobedo, el grupo decidió quedarse con las tomas de batería más sobrias, incluso las más repetitivas, algo que aplicó a las canciones del disco. También por primera vez, incluyeron percusión electrónica.
En el 2008, recuerda Escobedo, se embarcaron en su primera grabación sin saber mucho del proceso. En Chúcaro, con más conocimiento, llegaron al estudio con las ideas más concretas.
“Javier es un genio, un gran talento; él se imagina cosas impresionantes. A veces me decía ‘busco eso’, y había que ver cómo se lograba”, comenta Mario Miranda.
Lucha. La grabación fue marcada por la despedida del grupo del baterista Jaime Nowalski, tras ocho años juntos. Arce y Escobedo aseguraron que él decidió apartarse para que el grupo pudiera continuar creciendo y que siguen siendo buenos amigos.
Nowalski grabó pistas de batería, pero también lo hicieron Miranda, quien fue baterista de Kadeho y Ricardo Machado, percusionista de Cocofunka.
“Fue duro el proceso, fue desesperante (...). Primero, uno tiene que aceptar sus cualidades y luego debe llevarse a sí mismo al límite”, comenta Arce.
La fricción y la autocrítica fueron constantes en la producción. “El 2014 fue una lucha por buscar ’ese’ sonido, oír composiciones y decir: ‘Qué pereza, esto suena como tal vara’, porque siempre hemos sido así, llevamos la composición a un punto desesperante; a veces, siento que nos pasamos”, agrega Arce.
Chúcaro , la canción, nació precisamente de uno de esos momentos de mayor presión, narra Arce, una forma de trabajo que, tres álbumes después, se podría decir que ya está en el ADN del grupo.
“La gente sigue oyendo en Chúcaro esta esencia de Cocofunka que ni yo sé describir, pero que ahí está”, dijo Arce.
Este es el primer disco en que el grupo viaja en una etapa de la producción. Varias canciones fueron mezcladas por Eric Stenman en Red Bull Studios en Los Ángeles, y otras en el estudio de Álvarez en Colombia.
Renacer. Como álbum, Chúcaro rompe la tradición lírica que el grupo traía.
Habituados a contar historias en sus letras y a incluir algo de denuncia social, el álbum presenta cuestionamientos más bien íntimos, y gran parte de las letras están escritas en segunda persona.
Esto crea un efecto de intimidad con el oyente, a través de canciones con las que puede autoevaluarse.
“Nuestra visión cambió: más allá de causar una revolución en lo externo, el cambio empieza con el ser, por la existencia.
”Entonces sí, la mayoría de las canciones le hablan a alguien, aunque puede que sea la misma persona hablándose a él mismo.”, dijo Javier Arce, quien se reparte los créditos de las letras con Nacho Páez, guitarrista.
Las canciones ponen en la mesa de discusión los tropiezos que el individuo se causa a sí mismo en Saboteo o las virtudes aprendidas de la adversidad, en Aunque llueva.
Asimismo, hay muchas canciones que tratan el amor, como el amor pasajero en Coleccionista o la ilusión del amor nuevo, como en Luces.
Esta última, cuenta Arce, fue escrita después de que la Selección Nacional de Fútbol ganara a Italia un partido en el mundial, y la canción es un intento por capturar ese momento compartido de euforia.
La canción Perseguidor apunta a capturar una sensación particular: “Es una visión del Chepe feo, que te asusta y te quiere comer”, dice Arce.
Chúcaro es un material que, más allá de tener expectativas de oírse en conciertos, representa el mejor disco de Cocofunka para escucharse con audífonos, contemplándolo.
Arce y Escobedo admitieron que esta percepción les preocupó; la gente podría no recibirlo bien.
No obstante, en medio de estos cambios, Cocofunka sigue sintiéndose más cómodo tocando “para gente universitaria, en conciertos gratuitos con gente joven”, dice Arce: hablando en sus téminos y compartiendo sus ideas.
“El público tico es adicto a la energía ,y en realidad, es bonito tener conciertos donde nadie para de saltar. Viendo la respuesta con los sencillos Chúcaro y Coleccionista, creo que subestimamos a la gente y su sensibilidad para la música que es para contemplar, porque se han conectado con esto. Y creo que la gente que ha apoyado el grupo ha crecido, al igual que nosotros”, dice Arce.
El análisis de qué era el grupo y hasta dónde podía llegar dio sus réditos: en el álbum Chúcaro, desde ahora, quedará encapsulada una parte de su espíritu joven y el pulso de la generación a la que pertenecen.