
En un año en el que la música nacional hizo un salto hacia los teatros, Cocofunka se dio a la tarea llevar su música al Teatro Popular Melico Salazar, en la tercera edición de Cocofunka y amigos. La apuesta pagó sus réditos y el grupo logró llenar los 900 asientos del recinto josefino el sábado 23 por la noche.
En dos horas de concierto, quedó claro que al grupo le sobran hits para que todo un teatro cante con ellos y así, fue pero el grupo quiso concentrar la atención no solo en sus canciones, sino en la cantidad de figuras nacionales con las que han entablado relación en nueve años de carrera.
“Cuando nos pregunten en algunos años, qué quedó de Cocofunka, cuál fue su éxito, diremos que Cocofunka nos dejó muchos amigos”, expresó el guitarrista Nacho Paéz a la mitad del concierto.
CRÍTICA DE MÚSICA: Cocofunka y sus hermandades musicales
Esta mención a todas esas amitasdes no era gratuita: cada una de las 20 canciones que interpretó el grupo tuvo por lo menos un invitado o invitada. En total 18 músicos nacionales los acompañaron a celebrar su primera visita al Melico Salazar.
Derroche de energía
A las 8:10 p.m. fue el primer grito ensordecedor del público, cuando el sexteto que conforma Cocofunka ingresó al escenario acompañado de dos coristas y dos músicos adicionales.Se trataba de Santos Gassiebayle (de Santos & Zurdo) y el cellista Alfonso Araya, quienes los acompañaron en el tema Melancolía.

El grupo optó por empezar con un tema de su álbum más reciente, Chúcaro (2016), pero de inmediato viajó al pasado para interpretar el sencillo Pa’ romper la rutina con la ayuda del trompetista Mario Vega, de Sonámbulo; y Mejor Será, junto al primer vocalista invitado de la noche, Mechas, conocido por la banda Kadeho.
El hechizo sobre el público que ha sostenido Cocofunka por casi 10 años tiene mucho que ver con que, en un álbum como Hacer Ecoo (2012), puede haber toda clase de éxitos. Por un lado Pa’ romper la rutina un hit radial, y Mejor será, un éxito “de la calle” que sus fans se saben de principio a fin porque la han escuchado cientos de veces en conciertos y en sus casas.
En la interpretación de Mejor será, Mechas falló y dejó de cantar en varias ocasiones, pero por cada vez apagó su voz, un coro de 900 personas llenó el espacio vacío. El público de Cocofunka fue uno de los invitados más importantes.
Invitados y sorpresas
El concierto fue maratónico y variado. En un momento se podía ver Federico Granados (Infibeat) tocando saxofón en canciones como Temprano, en otro a Nakury rapeando en el tema In the City o bien, a Debi Nova usando todo el poder de su voz para cantar la dulce Chúcaro.

Los mejores momentos del concierto fueron cuando los invitados se salían del guión. Sonya Carmona, por ejemplo interpretó Luces y luego Amalie, sencillo de su grupo Colornoise.
Iván Rodríguez de Malpaís entró sin decir palabra solo haciendo sonar un violín de la India que de inmediato puso expectante a toda la audiencia y dio pie a Gotas. Guadalupe Urbina sorprendió cantando el calypso Helen y luego acompañando al grupo en el tema Perseguidor usando su vibrante voz para hacer más tensa y oscura la canción. El público despidió a estos dos veteranos con muchos aplausos.
Los guitarristas Guido Fernández de Voodoo y Arny Von Storren de Los Cuchillos también pasaron por escena y de ambos guitarrista se esperaba lo mismo: un solo. Empero, ambos supieron darle al público algo menos predecible.
Arny trnsformó Optimystical Feeling, una de las canciones reggae del grupo, en una pieza de rocanrol de los años 60 que puso a varios miembros de la audiencia de pie para bailar. Guido Fernández cantó algunos de los versos de Vida moderna y le arrancó a su guitarra los chirridos más poderosos que se puedan imaginar.

Su presentación terminó en un solo, claro está, pero su energía no se concentraba en verse virtuoso sino en traducir los gritos del público y la energía que le puso la banda a toda la canción. Él y Javier Arce terminaron acostados en el suelo, temblando de la descarga sonora que había salido de toda la banda.
Arce, conocido por ser una fuerza de la naturaleza en el escenario, pasó la mayor parte del concierto tratando de no quitarle protagonismo a sus invitados y en muchas canciones, quizá todas, sonreía de oreja a oreja cada vez que veía el teatro lleno hasta el último piso.
Cocofunka, como grupo de intérpretes, sonó mejor que nunca. Ese detalle podría perderse en las grandes presentaciones al aire libre que los caracterizaron en un punto de su carrera, pero en un teatro abarrotado y con un buen sonido, era claro que la banda estaba en lo más y mejor.
Gustavo Gutiérrez (teclado), Reynaldo Escobedo (bajista), Nacho Paéz (guitarra), Miguel Vega (percusión y saxofón) y el poderoso Horacio París (batería) sonaron amarrados e inspirados y cada uno encontró su momento para brillar.

A petición del grupo todo el público se puso de pie para la última canción, Siente, una que llevó a la audiencia a un pico de energía que no habían tenido antes en el concierto, y eso es mucho decir. La inevitable despedida se anunció cuando se habían alcanzado las dos horas de concierto y para dar un último adiós, Javier Arce llamó al escenario a todos los invitados.
“¡Busquen el amor, defiendan su país, viva Costa Rica!”, fueron las últimas palabras del vocalista cuando ya estaba rodeado de sus colegas músicos.
Cocofunka hizo historia con su primer concierto en el Melico, pero ese final, envió un mensaje más grande: ese 23 de setiembre eran ellos, un sexteto de música latina, los que llenaron el Melico, pero en el escenario había candidatos e intérpretes para hacer otros veinte llenazos más. Que así sea.
