El hecho de contar con una tesitura similar es lo que une a los cuatro protagonistas en escena y el espectáculo lo hace notar directamente desde su título: Los Tenores.
Sin embargo, son las diferencias las que permiten que su show tenga dinamismo, entretenimiento y sorpresa. El cuarteto de vocalistas, en conjunto, ofrece un repertorio muy variado, con melodías que provienen de diferentes mundos musicales y que complacen a distintos públicos. En la diversidad está la gracia.
El concierto incluye obras a la medida de cada una de las gargantas presentes. Esto se denota en el estilo interpretativo de quien toma la voz principal en cada tema; no obstante, también resulta agradable escuchar a los vocalistas abordando otros estilos, provenientes de zonas que quizá no sean a las que están habituados.
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Por supuesto hay canciones en las que cada uno de ellos se percibe más cómodo, e incluso donde es evidente que calza mejor; por ejemplo, la voz principal de Arnoldo Castillo en Te quiero, te quiero (Nino Bravo) o en el único tema nacional interpretado a lo largo de la noche: Recordando mi puerto (Orlando Zeledón, arreglo de Fidel Gamboa).
Por su parte a Joaquín Yglesias se le ajustan mejor otras, como Amapola (José María Lacalle García) o Granada (Agustín Lara), donde a su vez destaca el mexicano Ricardo Bernal, con quien hizo una gran dupla. Rodolfo González toma la batuta en otras piezas como Paraíso soñado (Manuel Sánchez Acosta).
Prácticamente es en la cola de los temas en la que aparecen las armonías a cuatro voces, donde el conjunto brinda mucha fuerza. Sin embargo, cuando todos cantaban simultáneamente había una voz que sobrepasaba a las demás en proyección: la de Yglesias.
El tenor especializado en el repertorio classical crossover opacaba a sus colegas –probablemente sin la intención de hacerlo– tanto cuando ejecutaban líneas al unísono como en las armonizaciones. En contraste, González era quien a veces se perdía en volumen, quizá al apagarse en matices exagerados que llegaban casi a un susurro, aunque en otros momentos dejaba escuchar su potencia vocal.
Volviendo al grupo, otro de los dotes que quedó muy en evidencia es la capacidad de cada uno de los integrantes de este cuarteto de pintar cada canción con un abordaje distinto. El sentimiento de fiesta caracterizó a La Bikina (Rubén Fuentes), mientras que una escancia más romántica se percibió en A mi manera (Paul Anka) o en el celebrado medley de Luis Miguel.
Entre una canción y otra también se percibieron las personalidades de los cantantes, quienes conversaron con el público de manera distendida (a veces por demasiado rato) o incluso con comentarios jocosos de esos que uno calificaría como “chistes de tío”. Dichas intervenciones también ayudaron a darle un carácter informal a la velada y, a su vez, más cercano a la audiencia.
La puesta en escena, muy sobria, les ofreció además una especie de sala acogedora en medio del escenario, un poco por delante del cuarteto de cuerdas y de la banda, integrada por otros cuatro músicos más. Es importante resaltar la solidez de los ocho instrumentistas que, a fin de cuentas, se encargaron de ambientar cada una de las canciones, con excelente suceso.
Este espectáculo, de casi hora y media de duración, es una excelente excusa para apreciar las múltiples variantes en que la voz masculina puede ser escuchada. Se disfruta con un montaje cargado de camaradería donde los saltos de géneros musicales son constantes pero, a fin de cuentas, se agradecen cuando la interpretación les hace justicia.
EL CONCIERTO.
Los tenores
Artistas: Arnoldo Castillo, Joaquín Yglesias, Ricardo Bernal, Rodolfo González.
Lugar: Teatro Popular Melico Salazar.
Fecha: 10 de marzo (repite este sábado 11 de marzo, a las 8 p. m.)