El año 1988 fue hace mucho tiempo. No había teléfonos celulares, no había Internet, no había Spotify. La experiencia de consumir música era mucho más artesanal, y los fanáticos locales no podían siquiera concebir la posibilidad de que algún día, sus bandas favoritas se presentaran en este pequeño país.
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Las cosas eran distintas. En pleno 2017, esperamos la visita de al menos un par de artistas de calibre universal por año, pero hace tres décadas esa idea no llegaba siquiera a fantasía: era prohibitivo, porque nunca iba a pasar.
Nunca se acabó a las 5:00 p. m. del 13 de setiembre del lejano 88, cuando Peter Gabriel, Youssou N’Dour, Tracy Chapman, Sting y Bruce Springsteen subieron al escenario del antiguo Estadio Nacional para dar rienda al mayor espectáculo musical visto en el país hasta entonces: el concierto de Derechos Humanos Ya.
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Cuatro décadas antes, se había firmado la Declaración de los Derechos Humanos, y Amnistía Internacional junto a Peter Gabriel habían decidido conmemorar el hecho con una ambiciosa gira mundial que arrancó el 2 de setiembre en Londres y que finalizaría en Buenos Aires, el 15 de octubre.
Entre una fecha y la otra, y gracias a la intervención de Gabriel –quien había visitado el país el año previo–, se hizo un lugar para un concierto en Costa Rica.
“Creo que a la fecha sigue siendo el concierto más importante que ha habido en el país. Yo sé que ha venido Metallica y otras bandas de gran renombre, pero el concierto de Derechos Humanos unió a muchas figuras en un mismo espectáculo y eso no ha vuelto a pasar a ese nivel”, opina Luis Fernando Mata, quien se encargó de cubrir el histórico evento para el diario La Nación .
La experiencia fue notoria para Mata por partida doble: periodista de espectáculos y músico, recuerda que, en los días previos a la realización del evento, se levantaron varias voces en su contra.
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“Se satanizó mucho, sobre todo desde puntos de vista religiosos. Hubo mucha propaganda negativa; me resultaba bastante molesto, tanto como fanático como periodista”, cuenta.
Pese a las oposiciones, no hubo queja que pudiera evitar que la música sonara en La Sabana.
Tampoco importó la lluvia que cayó sobre el Valle Central aquel día, “secuela de un temido huracán que transita por el Caribe con una fuerza nunca antes observada en este siglo”, destaca la crónica publicada por La Nación al día siguiente.
La jornada fue maratónica: el concierto no concluyó hasta pasada la medianoche, lo que resultó en unas ocho horas de música ininterrumpida para una audiencia de unas 20.000 personas.
Esa cifra, por cierto, se consideró un éxito a medias, pues la organización confiaba en atraer a unos 40.000 asistentes.
“Creo que en parte se debió a la poca experiencia del público nacional con este tipo de eventos; por eso, no calentó tanto como se esperaba, a pesar de haber sido un espectáculo de primer nivel”, cuenta Mata.
Multitud
“Millares de jóvenes aplaudieron, cantaron y hasta bailaron ayer, en el Estadio Nacional, cautivados por los temas de cinco de los principales rockeros del mundo, quienes protagonizaron el más descomunal concierto que registra la historia de este país”.
Así comenzaba la crónica del concierto, publicada un día después en La Nación . Durante la cobertura, Luis Fernando Mata estuvo acompañado por el fotoperiodista José Antonio Venegas.
“No se nos permitió acercarnos mucho; vimos el espectáculo desde las graderías. Andábamos con un lente teleobjetivo tan pesado que necesitaba un trípode para poder tomar las fotografías”, recuerda Mata.
Tal fue la constante: una rigurosa distancia entre los músicos y la prensa del país. No hubo entrevistas personales, sino un par de conferencias de prensa.
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“Yo no sabía hablar inglés, lo manejaba muy poquito. Pero el nivel de producción era tan bueno que cada músico viajó con su respectivo traductor y la comunicación fluyó sin el menor problema”, recuerda Mata.
La experiencia fue un reto mayúsculo para el periodismo de entretenimiento de la época: la revista Viva , de La Nación , apenas llevaba un año y medio publicándose –su primer número apareció el 18 de mayo de 1987– y nunca se había enfrentado a un evento de tal magnitud.
Tanta que no solo impactó al país, sino que envió réplicas fuertes a lo ancho de la región. En un artículo publicado por La Nación el propio día del concierto se dio cuenta de ello:
“Unos 1.350 extranjeros centroamericanos y caribeños llegaron al país durante el fin de semana, en vuelos especiales tipo chárter, para asistir hoy al concierto por los derechos humanos, organizado por Amnistía Internacional”.
En medio del gentío, Mata estuvo a punto de entrar en pánico, pero por razones ajenas a la música.
“Dejé mi carro, un Honda Civic, parqueado cerca del estadio. En medio de la adrenalina, no recordaba dónde lo dejé”, recuerda entre risas. “Por dicha, en esa época no tachaban carros. Me esperé a que todo el mundo se fuera. Diay, el carro que quedaba tenía que ser el mío”.
Historia hecha
Peter Gabriel fue magnífico, sobre todo durante la interpretación de Shake the Monkey, durante la cual demostró su capacidad no solo para cantar sino para contagiar al público con su expresión corporal.
Sting fue Sting, pero cuenta Luis Fernando Mata que el show se lo robó el guitarrista de su banda en vivo.
Tracy Chapman y Youssou N’Dour permitieron un descanso al público, gracias a su música de reggae folk –la primera– y nativa de Senegal –el segundo–.
Pero El Jefe no perdonó y no permitió que una sola alma presente en el Estadio Nacional se quedara sentado, sin moverse.
“Fue el momento cumbre. Cuando Bruce Springsteen tocó Born in the USA , la gente se volvió loca. Fue el tema más aplaudido, coreado y bailado de la noche”, recuerda Luis Fernando Mata.
Pese a la poca experiencia del país –y de La Nación – en temas de conciertos multitudinarios, el concierto de Derechos Humanos marcó un antes y un después para ambos, Costa Rica y este diario.
En el caso del periódico, la historia quedó plasmada en la portada del 14 de setiembre de 1988: por primera vez en su historia, La Nación publicó a un músico de rock –Sting– en su portada.
Para Costa Rica, las secuelas de Derechos Humanos Ya todavía se sienten.
“El concierto fue el primero de su magnitud, y sin lugar a dudas abrió la puerta para todos los artistas que nos han visitado desde entonces”, dijo Mata.