Un retrato de Beethoven da la bienvenida en la oficina de la Orquesta Sinfónica de Heredia , en el segundo piso del elegante edificio de Correos de la capital florense. Sin embargo, aunque tiene tal puesto de privilegio, es poco probable que esta orquesta interprete pronto una sinfonía del compositor más conocido del mundo.
Diagonal a su efigie, sin embargo, otro cuadro es más preciso: replica una escena de las aventuras de Don Quijote y Sancho Panza. Bajo el cuadro, los seis discos que la orquesta ha editado en tres años –conformados exclusivamente por música latinoamericana y costarricense y con el apoyo de Carlos Pipo Chaves como ingeniero de sonido– son lanza y armadura de una agrupación determinada a cambiar el panorama musical de la región.
Fundada en 1962, la Orquesta Sinfónica de Heredia (OSH) ha difundido la música clásica dentro y fuera de la provincia sin cesar. Desde el 2013, ha consagrado sus programas a la música tica, latinoamericana y lenguajes contemporáneos de otras latitudes. “Romper moldes” es la frase preferida de sus líderes; en sus manos, la expresión se materializa en uno de los proyectos musicales más atrevidos del país.
“Hoy estamos alcanzando lo que estamos alcanzado porque la lucha no se detiene. Si no, posiblemente se hubiera cerrado hace rato. La lucha ha sido por demostrar que el proyecto vale”, afirma Marvin Camacho , compositor y miembro de la junta directiva. ¿Es tan extraño que una orquesta toque música latinoamericana y de compositores vivos?
Redes. En la sede de la orquesta se resguardan más de 500 partituras que el ensamble tocó por medio siglo. La relación de la OSH con compositores ticos no es reciente: tocó obras de Benjamín Gutiérrez, Carlos Enrique Vargas, Alcides Prado, Bernal Flores y otros de los pioneros compositores modernos del país.
No obstante, como dice el director titular de la orquesta desde el 2003, Eddie Mora, la OSH estaba “predestinada” a tocar los hits sinfónicos, el repertorio conocido de la música clásica. “Obras que las orquestas incorporan a sus repertorios porque el público las pide, no conocen otra cosa por una cuestión simplemente de mercadeo”, considera Mora.
La historia de esta agrupación comenzó con German Alvarado Rodríguez, primer y único director hasta su fallecimiento, en el 2003. En 1964, se conformó una Asociación Sinfónica de Heredia, que dos años más tarde consiguió que se aprobase una ley para financiarla con recursos públicos (los cuales no se entregaron efectivamente hasta el 2009).
Hoy, la OSH es financiada por el Ministerio de Cultura y Juventud y la Municipalidad de Heredia, y realiza temporadas de conciertos en el Teatro Eugene O’Neill (San José) y en la Parroquia de la Inmaculada Concepción, en su tierra.
Cuando Mora tomó el timón, sintió que debía cambiarse la dirección del grupo, y coincidió con artistas de pensamiento similar en la junta directiva.
“Esto surgió por la enorme necesidad de tener una voz propia que nos represente; invertir los recursos del Estado en la generación de identidad y la búsqueda de nuestra historia”, detalla el director de la orquesta.
Para comprender por qué es tan novedoso que una orquesta elija un repertorio así, debemos recordar que la mayoría de la educación musical académica se basa en el repertorio y las técnicas de fines del siglo XIX. Así es en todo el mundo y se refleja en programas que tienden a volver a los “grandes compositores” de Europa central y occidental.
De camino al último concierto de la orquesta, el lunes 17, el flautista Isaac Vargas, de 23 años, explicó: “Si no sos músico o aficionado a la música, alguna vez en la vida has escuchado a Beethoven, Mozart o Brahms, pero la gente no sabe que el oficio de componer existe, que hay gente que dedica su vida a componer música y otros a ejecutarla”. “En el arte musical vivimos todavía en el siglo XIX”, comenta.
Muchos de los músicos son estudiantes o egresados de la Escuela de Artes Musicales de la Universidad de Costa Rica; otros también completaron sus estudios en el extranjero. Cada concierto incluye obras que requieren distintas formaciones y cantidad de músicos (Eddie Mora la describe como un ‘acordeón’ que se estira o encoge según la necesidad). Puede ir de 28 a 55 músicos, que son contratados para las presentaciones. El rango de edad es de 22 a 37 años. ”Hubo una época de transición. Combiné los veteranos de la orquesta con la juventud”, explica Mora, quien dirige desde el 2003.
Esa noche, la iglesia de Heredia recibió a más de 250 espectadores para que escuchasen obras de los costarricenses Alejandro Cardona y Marvin Camacho, el brasileño Wellington Gomes y el checo Bohuslav Martinu. Todas eran estrenos nacionales; todas, excepto la checa, de personas vivas; las demás, pensadas precisamente para esta agrupación.
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“Allá en México no hay nada parecido”, afirma Silvia Santamaría, miembro del Cuarteto José White, que ha colaborado con la OSH en conciertos y discos. “Nos estamos ‘colando’ en esta red de artistas, porque no hay algo similar en la región”, añade.
A la carga. En una esquina de las oficinas de la orquesta, a la sombra del atardecer azulado de Heredia, una caja contiene todas las partituras que la agrupación ha mostrado al público este año.
Muchas veces, los compositores las donan, pues no es sencillo conseguir que una orquesta se interese por repertorio contemporáneo. Acumulan más de 400 archivos de esta nueva etapa.
Los impulsores del proyecto ya no ven a la OSH como un fin, sino como un medio. En el futuro, quieren convertirla en un “centro de pensamiento musical”, una institución que promueva la producción, interpretación e investigación del legado musical latinoamericano.
“No es un tema solamente de gustos. Tiene que ver con una inquietud de nuestra identidad. ¿Cuál es nuestra música? Existe una oportunidad para que la OSH intente responder algunas preguntas y generar otras”, considera Elías Jiménez, coordinador general de la orquesta.
Con ese fin, han empezado a establecer una red de colaboradores dentro y fuera del país, y pronto incorporarán a musicólogos para el examen de su catálogo.
“En lo conceptual, no nos sentimos perdidos. Sabemos lo que queremos, pero eso necesita plata –no mucha–”, dice Mora.
La OSH recibe ¢95 millones de Cultura y unos ¢20 millones del municipio herediano, según los jerarcas. Con ese presupuesto, pueden pagar a un personal limitado pero, por ejemplo, no pueden girar ni realizar más conciertos.
“La gran pregunta que le haría al Estado es si ese montón de dinero que se está invirtiendo en música sinfónica está respondiendo a la necesidad del país”, cuestiona Marvin Camacho.
La Sinfónica de Heredia ha colaborado con el Centro Nacional de la Música, y Mora es director residente de la Sinfónica Nacional. Para los jerarcas de Heredia, la Sinfónica Nacional y la florense no son proyectos opuestos; transitan por rutas distintas.
“Todos los que estamos aquí, como compositores, directores o intérpretes, creemos mucho en la música actual. ¿Para qué grabar Mozart, Beethoven, Chopin...? ¿Por qué, si hay un montón de versiones buenísimas?”, dice el pianista de la OSH, Leonardo Gell.
La estrechez económica no ha impedido el trabajo frenético. El año pasado, en medio del debate por el recorte al presupuesto de Cultura, la OSH estuvo apunto de perder 60% de sus fondos.
Sin embargo, sus impulsores esperan que su mensaje se escuche: lo diferente puede nutrir nuestro panorama musical, y hay músicos dispuestos a lograrlo.
Como en toda experimentación, será cuestión de prueba y error. “El que la orquesta toque música tan diversa en estilos, formatos y texturas abre la posibilidad para que haya distintos públicos; cada quien se va a identificar con lo que quiere escuchar”, comentó Sergio Delgado, clarinetista y compositor de 22 años.
Aquella noche en la iglesia, el repertorio no era sencillo, pero el público se mantuvo atento hasta el final. “¡Qué lindo saber que el país tiene gente así tan inteligente, tan buena!”, comentó Katia Meoño, vecina de Alajuela, a la salida del templo. Al fondo, los músicos se abrazaban, celebrando una noche más dedicada a sonidos propios e inusuales.