Tibás
Una noche de euforia y dos horas de música fue el saldo que dejó Iron Maiden en su concierto de anoche en el Estadio Ricardo Saprissa.
Ocho años después de la primera visita del grupo británico de heavy metal, el sexteto recordó a miles de aficionados por qué es una de las bandas más queridas por los ticos.
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El concierto inició a las 8:05 p. m., con la canción If Eternity Should Fail, la que abre el nuevo disco que promocionan, The Book of Souls.
El primero en aparecer en escena fue el cantante Bruce Dickinson, quien estaba de pie en una de las tantas tarimas en el escenario frente a una especie de caldero.
Pronto las luces de todo el escenario se encendieron y el resto de la banda apareció. Ellos fueron recibidos con un grito masivo de todos los rincones del estadio. En ese momento se sintió real: Maiden estaba de regreso.
Después de ese tema de ocho minutos, la banda continuó con el sencillo de The Book of Souls, Speed of Light, pieza en la que los guitarristas Adrian Smith y Dave Murray se lucieron en los solos.
Al finalizar, Dickinson aprovechó para saludar al público, o al menos para intentarlo. Apenas y pudo decir algunas palabras, porque la masa, emocionada y cargada de energía empezó a corear "¡Oe oe oe! ¡Maiden, Maiden!", igual a como sucedió ocho años atrás en el mismo recinto.
VEA: Galería fotográfica del concierto
FOTO: JORGE ARCEMás. Continuaron con Children of the Damned, del disco The Number of the Beast (1982) y luego Tears of a Clown y The Red and the Black –pieza de 13 minutos–, otras dos del nuevo disco.
Sorprendía que, para estas canciones, muchos de los presentes tarareaban las melodías de las guitarras sin que el cantante los dirigiera; se notaba que el material del nuevo disco fue bien recibido por los fans locales.
Con cada canción, el fondo del escenario cambiaba a una representación gráfica de Eddie, la mascota de la banda.
Cuando sonaron los primeros acordes de The Tropper, clásico del disco Piece of Mind (1983), el estadio entero gritó de emoción al ver a Dickinson vestido como un soldado británico de antaño sosteniendo la bandera del Reino Unido.
A pesar de que la mayoría de los miembros del grupo rozan los 60 años, esto de ninguna manera se refleja en sus interpretaciones. Ninguno se quedó más de dos minutos en un solo lugar y ninguno perdió ni una nota.
El grupo continuó con Powerslave, otro clásico. Esta era una de las piezas más esperadas, ya que en el último DVD del grupo se incluye una versión de esta interpretada, precisamente en el Ricardo Saprissa.
Death or Glory y The Book of Souls fueron las siguientes piezas en la cuenta. Durante la segunda, un Eddie que doblaba en tamaño a cualquier a de los miembros del grupo tomó el escenario para aterrorizarlos y perseguirlos.
En un punto, después de que todos tuvieran su momento para sacar fotos al personaje, Bruce Dickinson se acercó al monstruo y lo atacó para robarle el corazón (literalmente).
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— Viva, La Nacion (@nacion_viva) marzo 9, 2016
El cantante corrió a tirar este corazón en el caldero que usó en la primera canción, lo que causó que todo el escenario se iluminara con una luz amarilla; un momento que reflejó la capacidad que tiene el grupo para montar un espectáculo.
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Después de The Book of Souls, el grupo continuó con dos clásicos Hallowed Be Thy Name y Fear of the Dark, dos de las piezas más coreadas y tarareadas de la noche. El crédito va para el público, que supo mostrar lo bien que la estaba pasando.
Cierre. Al acercarse el final del concierto, el grupo interpretó la canción Iron Maiden. El icónico tema fue aprovechado para que, de la parte de atrás del escenario apareciera la cabeza de Eddie en un tamaño gigante.
Finalizada esta canción, las luces del recinto se apagaron y el público no se esperó un minuto para iniciar con el grito de "¡otra, otra!", que, por supuesto, fue correspondido.
Inmediatamente, se oyó la grabación de un pasaje de la Biblia en que se explica cuál es el número de la bestia y el grupo regresó al escenario para interpretar The Number of the Beast, uno de sus temas más reconocidos.
A este punto, explicar la emoción que se veía en las caras del público sería redundar, pero cabe decir que esta canción fue aprovechada para hacer un mosh pit.
Dickinson aprovechó para comentar que no se les había permitido usar un espectáculo de pólvora, pero que esperaban regresar pronto a mostrarlo.
El grupo continuó interpretando Blood Brothers, del disco Brave New World (2001) y el clásico Wasted Years (1986), una de sus piezas más emblemáticas.
La última línea de tal canción dice: "Date cuenta de que vives tus años dorados", y quizá fue así como se sintieron la mayoría de los asistentes... vivieron una experiencia sin igual, un concierto que dejó la barra alta y la mente llena de recuerdos.
Nota actualizada a las 10:40 p. m.