A mediados de los años 60 en España, nadie se escapaba de las injusticias del franquismo; además, venir de Cataluña, hacer música imaginando un mundo mejor y cantar en catalán no eran precisamente características que mitigaran las contenciones de una dictadura harto represiva. Aún así, nada pudo contra las máximas que entonaba el cantautor Joan Manuel Serrat con una guitarra sucia y rota que, desde los 16, ha amado incondicionalmente.
Hoy, 18 de febrero, se cumplen 50 años desde que por primera vez se plasmaron en una grabación aquellas utopías que tantos problemas y censuras le trajeron al arquitecto de una movilización anímica que se venía gestando desde mucho tiempo atrás, pero que, con su música y alma, encontró una forma de explicarse y propagarse durante la segunda etapa del régimen.
Ese día se editó Una guitarra , un EP (disco corto) de cuatro temas con el cual Serrat levantó ronchas y espíritus, y con el cual cortó oficialmente la cinta de su carrera artística, una que, cinco décadas después, lo ha encontrado frente a múltiples homenajes en vida por sus irrefutables aportes a la humanidad; por una carrera que nunca se erosionó.
Cuatro canciones en catalán –cuyo uso público era prohibido en su tiempo– que son evidencia del nacimiento de una ideología que no solo musicalizó la transición del entorno de Serrat, sino que también repercutió e inspiró a un levantamiento de almas mucho más allá del Mediterráneo.
Sofoque. Serrat se construyó el camino poco a poco para llegar a la grabación de Una guitarra . El disco fue, en su momento, un gran hito para él y para los suyos, pues la documentación de algunas de sus ideas era peligrosa y las posibilidades de registro eran reducidas debido al contexto.
Más que los discos, una de las maneras más útiles de propagar la nova cançó (el movimiento artístico de nueva canción de Cataluña) fue la radio, cuyas emisoras lograron penetrar en la población con ideales arriesgados e informaciones poco comunes en medios masivos.
Fue por eso que Serrat –quien había estudiado ingeniería industrial para ganarse la vida– se dio a conocer primero en la radio que en conciertos y grabaciones. El 13 de enero de 1963, el artista comenzó su primer trabajo artístico, en el programa Radioscope .
Transmitido en la mítica Radio Barcelona –la emisora más longeva de España–, Radioscope fue uno de esos programas que le dieron voz a una porción cada vez mayor de la sociedad que se empezaba a rebelar contra los absurdos de la dictadura franquista, que representaba un nuevo aire en la región y que, por ende, era visto como una amenaza para el líder y su séquito de seguidores.
No obstante, para Franco había amenazas mayores, por lo cual el departamento de censura del gobierno subestimó el impacto del programa y, a pesar de tenerlo vigilado, dio ventana a algunas travesuras de Salvador Escamilla, productor del espacio, quien abrió sus puertas a una nueva generación de músicos que se querían comer el mundo, entre los que siempre se destacó Serrat.
El músico presentaba sus primeras canciones tres veces por semana en el programa, y con ello ganaba el equivalente a dos euroes actuales. No era tanto un asunto de tener forrada la billetera, sino de combatir la sociedad del miedo que se promovía entonces.
El periodista de cultura del diario Público Jesús Miguel Marcos lo recuerda así: “Dar un concierto durante el franquismo era algo similar a desembarcar en Normandía con una pistola y tres balas. No debía ser fácil abordar un recital cuando un administrativo del Gobierno ponía el sello de ‘censurado’ en casi todas las canciones que iba a tocar un músico”. Por esa razón, la radio fue un arma esencial en ese momento.
“Más que una cuestión de derribar un sistema a pedradas, la estrategia era la de imaginar otro y cantarlo, hasta que su verdad se impusiera como un hecho consumado. Así se expulsaba el miedo y se despertaban las conciencias”, agregó Marcos. “Asistir a un recital en aquellos años se convirtió en una declaración política. La policía vigilaba todas las actuaciones y no dudaba en actuar si lo creía necesario”.
El pueblo, por su parte, fue perdiendo el miedo, especialmente en lugares como Cataluña, donde las manifestaciones eran tan comunes que a nadie le preocupaba asistir, pues sabía que en ellas se iba a encontrar a todos sus vecinos y conocidos.
Apuesta. Tras un lapso en Radioscope , Serrat finalmente entró al estudio de grabación y registró aquellas primeras cuatro piezas incluidas en Una guitarra , y con ello dio rienda suelta a su revolución. Otros cuatro temas llegaron en 1966 mediante el EP Ara que tinc vint anys , las cuales también movieron el suelo.
Tras otro EP en catalán, Serrat incursionó en el español con varios sencillos editados en 1968 y que luego compilaron en el disco La paloma (1969), su primer larga duración en castellano, idioma que le trajo problemas con sus fans desde el comienzo.
Sucedió que, cuando Serrat salió a la luz, escogió el catalán como manifiesto político, por la prohibición que había del idioma. Lo suyo no era una diatriba contra el español, sino contra el franquismo, y eso no fue bien comprendido por sus fans más esnobs, quienes le dieron la espalda cuando optó por el castellano para divulgar todavía más su mensaje.
Sin embargo, en 1968, cuando había sido invitado al Festival de la Canción de Eurovisión –el concurso musical más popular de Europa– como el representante español, Serrat anunció que cantaría el tema La, la, la en catalán, principalmente por las presiones de esos seguidores, pero la cosa se puso fea a partir de ahí. Al final, no fue al festival por asuntos políticos y en su lugar viajó la cantante Massiel, quien ganó el concurso con esa misma canción.
“Creo que el gobierno se perdió una gran oportunidad porque si me hubiera autorizado a hacerlo, con un sencillo acto de una canción, cantando en un festival, hubiera hecho carpetazo a toda la segregación que vivía la cultura catalana en toda la época franquista con un pequeño gesto. Podían haber dado una imagen internacional de lo que no eran”, recordó Serrat recientemente en una entrevista con TVE.
No fue necesario para él que el gobierno mostrara flexibilidad en ese sentido, pues igualmente se estaba convirtiendo en un fenómeno social que ni la dictadura pudo derrocar. Algo tenían sus versos y su melodía que lo hacían imparable: transportaban la verdad y la esperanza, juntas.
Además, desde antes de empezar a cantar en español, Serrat ya tenía seguidores en América Latina; una vez que asumió oficialmente esta lengua, el adjetivo de “imparable” se le quedó corto.
Después de Eurovisión llegó, en 1969, su segundo disco, inspirado en Antonio Machado y dedicado al gran poeta, cuya obra también se disparó en el mundo hispano. Con esas 12 canciones, Serrat se consolidó por siempre en la movida musical, cultural, artística y, naturalmente, social.
Para el periodista Juan Cruz, de El País , ese fenómeno (que realmente no ha acabado) tiene una raíz sencilla de explicar: “No se trata, tan solo, de canciones, pues estas se pueden oír en la voz metálica de los taxis; se trata de que Serrat ha ahondado tanto en lo que no sabemos decir, que sus palabras y su ritmo han sido instrumento para que lo pudiéramos decir. Eso lo ha convertido en compatriota de todos, en España, en Iberoamérica”.
Amigo. Del resto de la historia de Serrat –de 1970 para acá– mucho se ha dicho y mucho se recuerda, desde su exilio forzado de España hasta ser considerado un enemigo personal de dictadores como Augusto Pinochet, de Chile, y Rafael Videla, de Argentina.
Más de 25 álbumes ha publicado después de ese primer lustro de trabajo, pero al igual que sucede con la vida misma, esos primeros cinco años de carrera le dieron la identidad y todo el conocimiento que necesitó para que su nombre siguiera en alto tantas décadas después, incluso con su posterior preferencia por temas de otra índole, más allá de sus manifiestos musicales-políticos.
Así las cosas, Serrat goza hoy de libertades que antes no hubiera tan siquiera podido soñar. Sus palabras son ley en el corazón de muchos y sus citas repercuten de medio en medio con la lucidez de los grandes pensadores.
Sin embargo, no hay conformismo en su vida y, por eso, se deja decir: “Desconfío de la especie humana y no me siento nada partícipe del proyecto de futuro”, como lo hizo recientemente en una conversación con El País.
“Creo que el miedo está haciendo mucho daño a la sociedad”, agregó acerca de una situación que no le es para nada nueva. “(El miedo) le impide organizarse (a la sociedad) y habrá que plantear las cosas de otro modo porque, si no, esto es como una riada: puedes ponerle todos los muros que quieras al río, pero cuando llueve fuerte, el río baja por allí y el muro se va a tomar por culo”.