En el momento en que Katy Perry apareció en tarima, aquellos fanáticos tenían 22 horas de haber llegado a Parque Viva. Durmieron en la intemperie, se hicieron un puño cuando el frío de la madrugada intentó aplacarlos y se rotaron para ir a desayunar mientras la espera continuaba. Nada se los trajo abajo.
Faltaban cuatro horas para que Katy Perry comenzara su presentación cuando abrieron las puertas del Anfiteatro Coca Cola. La emoción se desbordaba por el montículo enzacatado donde se ubicaría el público de gramilla. Era un momento de locura, no había oportunidad para contener la euforia.
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Los fanáticos corrían como si no hubiera un mañana, pero eso fue ayer, así que sabemos sí hubo un hoy. Pero eso importa poco, lo que sabemos es que Katy Perry causó una conmoción inédita, o al menos una como pocas veces se vive por estos lares.
Aquel grupo de 16 personas que había llegado la noche del sábado al recinto en La Guácima, decía que tenía suficientes energías como para corear cada uno de los temas que Perry estaba por cantar. Eran todos miembros del club de fans Katy Perry Costa Rica y se habían organizado para que nadie les robara los puestos de honor en la parte cercana al escenario.
No eran jóvenes todos, pues la mayor de ellas hacía gala de sus 42 años y se decía orgullosa fanática. Con ella iba su esposo.
“¡Nos gusta todo, todo, todo de ella!”, gritaban en masa ante la pregunta de qué era lo que los había motivado a sacrificar la comodidad por una noche con tal de llegar de primeros al lugar del concierto.
Pocos espacios detrás de ellos, en la fila de Golden Circle, había un grupo de turistas no solo con gran disposición de hacer suya la noche, sino para cerrar una gira que ha sido tanto de Katy Perry como de ellos.
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Karys Johns, una galesa de 22, años ha visto 24 conciertos del Prismatic World Tour, pero sumando sus asistencias durante los últimos ocho años, dice que ya ha visto a su heroína unas 50 veces. No se aburre, dice que no hay cómo.
Un grupo de otras 15 personas que venían con ella son parte de uno de los clubs internacionales de seguidores. Entre los que llegaron a Costa Rica había representación de México, Canadá, Gales, Inglaterra, Alemania y Estados Unidos y otros.
“Estamos bastante tristes, llevamos dos años preparando este tour, desde que se anunció en noviembre del 2013. Desde entonces no hemos parado de planear viajes, comprar tiquetes, trabajar horas extra y ahorrar. Hoy se acaba todo, a partir de hoy no tenemos absolutamente nada más que hacer para esto”, dijo la española Edi Rodríguez, de 26 años.
Variopinta. La colorida artista Katy Perry tiene un público que dispuesto a llegar a lo que sea con tal de emularla. Desde temprano, el Parque Viva estaba lleno de aficionados con pelucas en vivos tonos y seguidoras con vestidos con motivos confitados, alusivos a dulces o comida, como ha hecho la cantante en sus últimas giras.
Se veían hombres y mujeres con diademas de orejas de gato; había señoras que parecían creer que tenían la edad de sus hijas. No se sabía quién acompañaba a quién.
Eso sí, había mamás no tan entusiasmadas de estar en aquel concierto, al igual que caballeros que parecían haber ido por acompañar a los hijos. Había parejas heterosexuales, parejas homosexuales, solteros heterosexuales, solteros homosexuales; había camisas fosforescentes y muchas (originales o pirateadas) con la cara de Katy bien grandota. Había más pelucas y más disfraces.
El puesto de la mercadería oficial con rapidez tuvo que lucir los rótulos de “agotado”. Las prendas se iban, no importaba si eran sudaderas de c25.000 o blusas de c12.000, un libro de la gira o un pintoresco afiche.
Todo lo que tenía que ver con Katy Perry era cotizado.
Una familia palmareña iba con disfraces egipcios, como los que salieran en el video de Dark Horse . Otros iban con prendas que aludían al Teenage Dream .
Entre los atuendos era inevitable detenerse a ver a dos tiburones que nadaban en un mar de gente. Fueron el boom durante las horas previas al show.
Isaac Manzanares y Daniel Cabada se compraron para la ocasión disfraces de celestes animales, iguales a los que acompañaron a Katy Perry alguna vez, en una de sus más famosas coreografías televisadas.
No quisieron decir cuánto les costaron pero dejaron una pista: los venden en Internet.
Ellos tenían la fe de que, por ser tan llamativos, la artista los subiría a la tarima para que bailaran con ella. A las 9:52 p.m., su fe movió montañas ¡la artista cayó en la maravillosa trampa!.
Madeline Bolaños, de 27 años, resultó ganadora de un concurso para conocer a Katy Perry. Triunfó gracias a un tatuaje que se hizo recientemente con la cara de la cantante. Se lo colocó en el antebrazo. “Cuando la conozca le voy a decir que me firme una nalga y que es la mujer más linda del mundo”, adelantó la herediana.
A ella la acompañaba su hija Luna, de 11 años. Las dos llevaban accesorios también alusivos a la recién concluida gira y a la anterior. No habían dejado nada en casa. Traían una pintura que otra fan le encomendó a Madeline darle a Katy: “Te deseo desde el fondo de mi corazón que sigás triunfando y tocando corazones con tu música como hiciste conmigo”, decía por detrás el cuadro con el retrato.
Para la noche,un aguacero bestial y mucha euforia sustituyeron las filas y el sol. La euforia nunca se fue, se mantuvo siempre viva, no importaba si el viaje hasta el Parque Viva se había realizado desde Palmares, la zona sur del país o desde Gales y España.
Todos los Katy Cats (como se hacen llamar los fanáticos de Perry) estaban listos para darle la bienvenida a la cantante , y a la vez, despedirla y pedirle que volviera.