La última vez que Bob Geldof avisoró el suelo etiope, su ceño se frunció. El músico y activista político que había gritado a las cámaras: “¡Denme su maldita plata!” desde el escenario del Live Aid, en el estadio de Wembley, regresaba a la tierra que había movido sus más profundas fibras en 1985 para ver con ojos propios cuánto había cambiado el panorama desde entonces .
Era mayo del 2012 y Geldof –entonces de 60 años, pero con el el espíritu intacto– volaba a Dollo Ado, un refugio en la zona limítrofe entre Etiopía y Somalia. A su lado viajaba el periodista Rohit Kachroo, del diario inglés The Mirror . “Su enfática retórica emergió con velocidad, volumen y pasión, salpicada de blasfemias”, relató el reportero.
Geldof sabía que a excepción de Rusia, los otros países miembros del G8 (Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania, Francia, Italia, Canadá y Japón) habían roto su promesa de aportar $25 millones a la economía africana cada año. “El G-8 es capaz de acabar con la pobreza, más que capaz”, exclamó Geldof.
El líder de Band Aid, la agrupación musical que marcó el inicio de la cruzada más grande de su vida, descendió de la avioneta y caminó por los campos que fueron azotados en 1985 por una devastadora sequía que provocó una de las mayores hambrunas jamás vistas en la historia.
“Estoy mirando, escuchando y pensando. Por desgracia, todo esto me sigue resultando familiar”, lamentó.
Salvo por unos cuantos proyectos financiados, en parte, con presupuesto británico, su obra parecía reducida al mero recuerdo, mas Geldof optó por ver el vaso medio lleno.
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“Son las 12 mediodía en Londres, las 7 de la mañana en Filadelfia y, alrededor del mundo, es hora del Live Aid”, pronunció la rimbombante voz de un presentador televisivo.
Más de 3.000 millones de personas, en 72 países, aguardaban con ansias la transmisión, mientras miles de personas, apostadas en dos continentes desde los primeros rayos del sol, en Wembley y en el estadio J. F. Kennedy, estaban por vivir el espectáculo que marcó un hito en la historia de la música y que, según The Guardian , se convirtió en el “prototipo de un nuevo estilo de activismo para las celebridades”.
Geldof era el motor de una maquinaria musical que tenía como componentes a Queen, Phil Collins, Sting, Madonna, David Bowie, Led Zeppelin, Paul Young, Paul McCartney, Elton John, Black Sabbath, Judas Priest, The Who, Mick Jagger, Duran Duran, B.B King, Tina Turner, Bob Dylan, Keith Richards, Teddy Pendergrass (en su primera aparición desde que un accidente automovilístico lo dejó parapléjico), Eric Clapton, Billy Joel y Stevie Wonder, por citar solo a algunos artistas.
Todos los músicos subirían ese día al escenario con una causa en común: recaudar donativos para ayudar a África Oriental, el mismo llamado que Geldof lanzó desde 1984, cuando creó Band Aid y grabó el single Do They Know it’s Christmas? para destinar las ganancias a Etiopía.
Sin embargo, la verdadera historia del Live Aid se remonta a unos meses atrás, cuando la BBC transmitió un documental que alertaba al mundo sobre la hambruna en Etiopía. Esa fue la primera vez en que Geldof vio a Birhan Woldu, una niña de tres años con los ojos entreabiertos y los labios hinchados por la deshidratación. Una enfermera dijo que, cuando mucho, le restaban 10 minutos de vida.
Geldof se trasladó personalmente a Etiopía y, con el alma hecha un puño, emprendió su campaña para salvar vidas en Etiopía.
Live Aid recaudó $140 millones, según CNN. La mayor cantidad de donativos se recibió tras la interpretación de Heroes de David Bowie, cuando las pantallas instaladas en Wembley mostraron crudas imágenes de la crisis en África.
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El 2 de julio del 2005, el mundo supo qué había sido del destino de la niña Woldu. Dos décadas después, seguía viva, con otro semblante y un prometedor futuro por delante como estudiante de Agricultura y Enfermería. La muchacha subió al escenario en Londres en medio del Live 8 –también organizado por Geldof–, donde fue besada en la boca por Madonna y tomada por su blanquísima mano durante la interpretación de Like a Prayer .
Con 10 conciertos alrededor del mundo, y uno más el 6 de julio en Edimburgo, Geldof continuó su sueño de otorgar a África un mejor futuro. Por aquellos días, los miembros del G-8 se reunían en Escocia, y el activista vio la oportunidad de hacer música para presionar y concienciar a las naciones más poderosas sobre la necesidad de tomar medidas eficaces para reducir la pobreza, pues esta vez su objetivo directo no era recaudar fondos.
Siete naciones del G-8 accedieron a doblar sus aportes de $25 mil millones a $50 mil millones para el 2010, de los cuales la mitad se destinaría a África, además de una serie de iniciativas para reducir la deuda externa y para mejorar la salud en el continente.
Polémica voraz
Muchas son las preguntas que prevalecen a tres décadas del Live Aid, y una más desde el Live 8, sobre los verdaderos logros de estos dos megaconciertos organizados por Geldof.
En el 2010, la BBC difunció informaciones que aseguraban que parte del dinero del Live Aid había sido captado por un grupo de rebeldes e invertido en armas. Siete meses más tarde, la cadena se disculpó, pues no había evidencia de tal desvío de fondos.
Sin embargo, lo cierto es que la distribución de los donativos no fue equitativa. “Oficialmente, ninguna ONG envió ayuda alimentaria a los territorio controlados por los rebeldes”, señaló en el 2005 The Guardian .
“El hecho es que Etiopía sigue siendo uno de los países más pobres, y toda África subsahariana está peor hoy que luego del Live Aid. El propio Geldof se ha mostrado contrariado. Él afirma que Live Aid ‘creó algo permantente y autosustentable’, pero también ha cuestionado por qué África está empobreciendo”, continuó el diario inglés.
Tampoco existe suficiente certeza sobre el impacto político que tuvo el Live 8. BBC Mundo destacó que la magnificencia de ese evento musical terminó por opacar el objetivo final de la campaña.
“Fue positivo en términos de atraer la atención del público, pero la pobreza en el mundo no puede ser erradicada solo con conciertos de pop o con canciones”, dijo a esa cadena Louise Richards, director ejecutivo de la ONG War on Want. “ Tras el evento, ha sido una decepción la respuesta del gobierno del Reino Unido y los países que integran el G-8 a las promesas que hicieron”.
No obstante, en el 2009, Geldof estimó que, como resultado de la reducción de la deuda externa, 37 millones más de niños pudieron ir a la escuela en África.
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Geldof prefiere los vasos medio llenos. En la última visita que hizo a Etopía, agitó su celular en lo alto. “Tengo muy buena señal aquí”, dijo al periodista Kachroo.
A diferencia de 1984, cuando una nueva hambruna afectó el Cuerno Africano en el 2011, los agricultores pudieron alimentar a sus comunidades gracias al sistema de riego implementado. Para Geldof, esto es una muestra de que la generosidad británica y americana dio resultados.
— ¿Cuál es el progreso?— preguntó Kachroo al músico.
— El progreso es que están vivos— dijo luego de haberse reencontrado con Birham Woldu una vez más—. Mirá alrededor. Muchas personas depositaron dinero en una caja y un nuevo mundo fue creado. Ahora no están muriendo.