Rosario está a punto de cumplir 25 años de trayectoria musical, tiempo en el que ha lanzado una docena de álbumes en estudio.
En su carrera ha demostrado estabilidad y versatilidad, pero lo más sorprendente, en términos de su faceta en el escenario, es la vitalidad con la que todavía se comunica con su público, así como la intensidad con la que vive cada una de las canciones que interpreta.
Esto se llama retribuir a la audiencia con creces.
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El Teatro Popular Melico Salazar se quedó pequeño para albergar toda la energía de la artista española, poseedora de un motor que le da carga permanente para convertirla en un ente inagotable.
Esa fuerza le permite ir más allá de la simple ejecución vocal, para sumarle también manifestaciones corporales ajustadas a las necesidades de cada tema.
Además de esa hiperactividad que le da una carga positiva a cada una de sus piezas, la artista demuestra una actitud jovial hacia el público. Sus gestos de agradecimiento son insistentes, mientras que queda en evidencia cuánto se deleita ella de lo que está ofreciendo en tarima.
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Como emisaria de melodías e historias cantadas, Rosario se muestra con un espíritu afable que logra contagiar a los espectadores de su mismo entusiasmo. Su poder de empatía automática genera un encanto mágico en la audiencia y el entorno.
Es en estos conciertos en los que no hace falta conocer a cabalidad el repertorio o, inclusive, tener cierto grado de fanatismo hacia el artista. La conexión y el disfrute se generan con facilidad, de manera natural.
Respaldada por una banda de seis músicos y una corista de potente garganta, Rosario alternó sus melodías por su faceta más gitana así como por su repertorio más pop. Su voz se ajusta a ambos mundos, sus movimientos corporales también lo hacen.
Su ubicación en el escenario la colocó siempre en primer plano, mientras que la iluminación, más tenue atrás, reforzaba esa idea de que el resto de músicos no eran más que relleno.
Ella, sin embargo siempre apoyó la idea de integrarlos y darles todavía más vida.
Este gesto fue valorado, pues el sonido de los instrumentos en varios tractos del concierto se sintió como una masa de poca claridad y definición, con un bajo muy opaco, una percusión imperceptible y un teclado que recurrentemente tomaba un incómodo protagonismo.
Las sillas del teatro quizá hicieron que el público tuviera que contener su emoción. En un espacio que invitara a una informalidad mayor, la retribución hacia la artista quizá hubiera sido otra. La historia, sin embargo, hubiera sido la misma: esa de innumerables manifestaciones de amor cargadas de inagotable energía.
EL CONCIERTO
ARTISTA: Rosario Flores
LUGAR: Teatro Popular Melico Salazar
FECHA: 24 de marzo
ORGANIZACIÓN: Interamericana de Producciones