Honduras no es un país que se asocie con grandes éxitos en las listas de popularidad. Guillermo Anderson lo sabía y aún así logró no solo lanzar una carrera musical desde esa nación centroamericana, sino que sus retratos de la realidad catracha a la fecha aún no han topado frontera que los detenga.
El trovador hondureño partió muy pronto, a los 54 años, a causa de un cáncer de tiroides. Apenas una década atrás su obra empezaba a consumirse con interés en otros países de la región: a Costa Rica llegó de la mano del sello Papaya Music, que lo promocionó como parte de su repertorio de sonidos centroamericanos.
Anderson era oriundo de La Ceiba y el Caribe fue el motor de su sonido. Fuese con su intrincada banda o bien solo acompañado por la guitarra, el cantautor recorrió el mundo como bien de exportación de un país de una riqueza cultural enorme que necesitaba hacerse oír.
La obra de Anderson es universal. Cualquiera que moje sus pies en una playa o extrañe a sus familiares en el extranjero puede alcanzar los sentimientos vertidos en temas clásicos de su repertorio como El encarguito, En mi país o Pobre marinero.
Jefe de información de Entretenimiento. Ingresó al Grupo Nación como periodista de espectáculos al diario Al Día en 1999 y luego pasó a La Nación y al periódico juvenil Vuelta en U, del cual fue su director. Graduado de la Universidad de Costa Rica.
En beneficio de la transparencia y para evitar distorsiones del debate público por medios informáticos o aprovechando el anonimato, la sección de comentarios está reservada para nuestros suscriptores para comentar sobre el contenido de los artículos, no sobre los autores. El nombre completo y número de cédula del suscriptor aparecerá automáticamente con el comentario.