Músicos y melómanos alabaron el desempeño de Carl St. Clair como director titular de la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN), en el primer concierto de la temporada oficial, que se realizó el viernes, en el Teatro Popular Melico Salazar.
Fue una noche emotiva de inicio a fin, en la que se sintió no sólo la pasión que el estadounidense le inyectó a cada obra, sino como esta caló en todo el ensamble.
La orquesta respondió al llamado de St. Clair y dio un espectáculo en el que el talento de todas sus secciones se lució, iniciando por la enérgica obertura Slava , de Leonard Bernstein.
“Conozco a la orquesta desde hace mucho tiempo. Anoche vi como St. Clair explotó cada nota de cada uno de los músicos al máximo. Hace tiempo no escuchaba a la orquesta tocando tan unidos. Estoy positiva e ilusionada con esta nueva etapa”, aseguró la chelista Aurora Sáenz .
Tras la expectativa generada por la obertura llegó uno de los puntos altos de la noche: el Concierto para piano N.° 17 en Sol Mayor , KV.453, de Wolfgang Amadeus Mozart, interpretada por el francés David Kadouch.
“El solista es impresionante me parece que fue una decisión muy acertada para comenzar la temporada. Una cualidad de St. Clair y que no tienen todos los directores es que se dedica al acompañamiento del solista. Su trabajo estuvo fuera de serie”, comentó el pianista Manuel Matarrita.
Coincidió con él, el exigente director del Instituto Superior de Artes, Alexánder Sklioutovski. “ El director está muy bien; tiene la energía y el conocimiento para manejar orquesta de este tipo. Estoy muy satisfecho. El pianista es de una gran calidad con una fina y detallada técnica. A mi solo me queda darle la bienvenida al director”, dijo.
El público coincidió con los especialistas y lo reconoció con una ovación con gritos de bravo y algunos de los espectadores aplaudiendo de pie.
Agradecido con el cariño de los costarricenses, el francés de 28 años le regaló a los espectadores una ejecución más: el rondo a capriccio , opus 129, de Ludwig van Beethoven.
El cierre de la velada trajo con sigo la apasionante Sinfonía N.°5 , de Piotr Ilich Chaikovski, una obra de bellas melodías y gran demanda para la orquesta.
El público siguió detenidamente su ejecución en medio de un silencio sepulcral interrumpido solo por las bocinas de los carros que pasaban por avenida segunda y los ruidos de la ciudad.
Emocionados con lo que sucedía en el escenario, algunos precipitados asistentes se lanzaron al aplauso en medio de las pausas entre los movimientos de la obra (en las que se le pide al público que se mantenga en silencio).
Aunque para algunos tal situación es bochornosa, St. Clair hizo gala de su carisma: volvió a ver al apenado espectador y le lanzó una sonrisa y un guiño. Todo siguó como si nada.
Finalizada la obra, el público se deshizo en aplausos para la orquesta y su nuevo director. Cuatro veces tuvo que salir el músico, quien con reverencias y saludos a los principales de cada sección, reconoció el trabajo de todo el colectivo.
El público quedó encantado. Sin duda, un nuevo capítulo en la historia de la orquesta ha comenzado.