
"Dicen que morir es como cruzar un túnel. Yo vi cuando unos hombres extraían mi cuerpo entre las latas retorcidas de mi vehículo. Aquella fue una visión fugaz, pero se me quedó en la mente para siempre, como una película”.
Luis Jákamo Novoa es un artista nacional de amplia trayectoria. El limonense es un líder pionero de grupos que marcaron una época y dejaron huella en la música popular costarricense. Bocaracá, Stop, Manantial, Baby Rasta, son nombres de conjuntos musicales ligados a su genio, a su vena artística, a su espíritu inquieto, innovador.
A sus 60 años de edad, Jákamo sigue siendo un tejedor de ilusiones. Es un hombre afable. Serenidad y paciencia son rasgos inherentes a su personalidad. Se revelan en sus actitudes, en su voz modulada, en la forma como se conduce en su reducto de intimidad, un apartamento pequeño pero lleno de luz, en La Florida de Tibás.
Desde niño supo que la música era lo suyo, al travesear una guitarra de plástico que le regaló su padre. Lo comprobó más tarde cuando llegó a los ocho años a Puerto Limón, donde tuvo ocasión de conocer a Max Forbes, compositor de su tierra, a quien el mozalbete insistía en llevarle la guitarra a los ensayos del grupo Playmates, que destacaba en Limón en la década de los años 60.
Lo ratificó después, cuando emigró a San José y en la capital se relacionó con los artistas consagrados: Paco Navarrete, Rodrigo Pigo Maffioli, Narciso Sotomayor, Ray Tico, Mario Chacón. “Todos me tendieron la mano. Les caí bien porque hablaba de mis sueños y trabajaba para conseguirlos. Eso lo notaron desde el principio”.
Jákamo nació el 15 de octubre de 1953 en Barra del Colorado. Cuatro décadas más tarde, el 5 de octubre de 1993, volvió de la oscuridad, luego de estrellarse con su vehículo en una recta interminable, entre Cahuita y Puerto Limón.

Ese día se encontraba en Cahuita. La noticia que le había dado su esposa a través del hilo telefónico, de que, por fin, su tercer retoño sería varón, lo alegró en grado extremo. Isaac vendría al mundo a completar la felicidad de tener a Amanda y a Jeanina, sus dos chiquitas.
En la cumbre de su carrera artística, productor, músico, bajista, requerido por cientos de fans, amigo de la bohemia, Luis Jákamo celebró a todo meter la noticia del hijo varón. Entre la noche y el vino, las horas transcurrieron. Solo recuerda que llegó a acostarse de madrugada. Lo que no sabe, aún a estas alturas, fue en qué momento, cómo y por qué se levantó de nuevo, se vistió y tomó su vehículo para conducir… a ninguna parte. “Intuyo que una fuerza extraña me ordenó viajar”, evoca.
“Unos amigos me contaron que me habían visto pasar como un bólido, a unos 150 kilómetros por hora. Lo cierto fue que me acosté a dormir para despertar después en una cama del hospital México, con las piernas destrozadas”.
Parapléjico, con un fémur pulverizado y otros órganos seriamente afectados, Luis estuvo un año internado, primero en el hospital México y después en el Centro Nacional de Rehabilitación Especial, donde se sometió a un extenuante proceso de rehabilitación.
Punto de giro. “El accidente marcó un punto de inflexión en mi existencia. Ahí acabó el vértigo de mis excesos. La fama, el reconocimiento y el éxito me habían acercado al abismo de la bohemia, el alcohol y la droga. Y no me daba cuenta”.
“Siempre había proyectado que, al cumplir 40 años sería un hombre exitoso. Mas, cuando me percaté de que iba realmente mal, golpeado por los excesos, no supe cómo escapar de aquel laberinto”.
Siguieron largos días con sus noches eternas. “Al principio, no cabía la gente que me visitaba en el pabellón del hospital. Mis familiares, mis amigos, mis seguidores. Luego las visitas fueron escaseando, hasta que llegó el día en que solo mi madre y mi esposa de aquel entonces, me visitaban.
“Fue cuando me di cuenta de que me iba quedando solo. Es lógico, al principio todo el mundo se preocupa por vos, por tu estado de salud. Pero después, y eso hay que comprenderlo, cada quien vuelve a sus actividades. Y te toca a vos convivir con la soledad.
“Desde mi cama, en el quinto piso del hospital, distinguía las montañas de Heredia y la vida allá afuera, donde nada se había detenido. El estacionado era yo. Ahí comprendí que si hay un tiempo para cada propósito, yo tenía que valorar ese tiempo y arreglármelas para regresar a la normalidad”.
Una promesa.
“Los diagnósticos consignaban que no volvería a caminar. Sin embargo, me fijé una meta: ¡Intentarlo! Entonces hice un pacto con Dios. Le pedí que me permitiera volver a caminar, pero que no me apartara de la música. Que estaba dispuesto a convertirme en testimonio de su grandeza, haciendo lo que había hecho hasta entonces.
“Una noche, tres personas me visitaron en el Cenare. Me dijeron que no me preocupara, que volvería a caminar y a mi actividad artística. Me sentí reconfortado. De pronto, desaparecieron. Me monté en la silla de ruedas y recorrí todo el Cenare para saber quiénes eran en realidad. Le pregunté al guarda si las había visto y me dijo que en esas horas no había entrado ni salido nadie…
“Tomé el teléfono y llamé a mi amigo Ricardo Baby Chollete. “Te aviso que apenas salga de esta, le entraremos a un lindo proyecto artístico, ya lo verás. Él pobre Chollete no entendía nada…”
Recuperado física y moralmente, Luis Jákamo retomó su brillante carrera musical. Con Chollete dieron vida al grupo Baby Rasta. Desde entonces no le ha faltado el trabajo y su productora, Jákamo Music, sigue promoviendo la música y apoyando a los nuevos talentos.
“Vi que unos hombres extraían mi cuerpo entre las latas retorcidas de mi vehículo. Fue una visión fugaz, pero se me quedó para siempre…”