El Capmany pesa en sus hombros, en su corazón y en su trabajo; día a día Pedro busca honrar la memoria de su papá (José Capmany), pero ha sabido también darle una posición a su nombre y a su propia obra.
Es por esta razón que Pedro Capmany ha experimentado varias facetas artísticas: bailó en Dancing with the Stars , condujo su propio programa de televisión ( El último pasajero ), actuó en teatro musical ( La historia salvaje ) y ahora también lo hace en una película para cine (Buscando a Marcos Ramírez ); es inquieto por naturaleza, pero de todas estas etapas, la que sigue más vigente y que siempre será su primer amor es la música.
El año pasado dejó un poco de lado su imagen de roquero porque asumió un nuevo rol como solista, alejado de su banda Los Govinda. El nuevo proyecto artístico de Capmany es Instinto animal , un disco corto que publicó para darse el gusto de tocar algo más: en el álbum hay funk , pop y disco. La gente quiere bailar fue su primer sencillo y, tanto en la lírica como en la música y en el video de la canción, se puede apreciar a un Pedro diferente artísticamente.
“La experimentación es parte de mi personalidad. Los nuevos géneros que ahora estoy tocando y cantando no responden a una cuestión meramente musical, sino que siempre quiero probar cosas nuevas como el baile, la actuación o la conducción. Para mí es vital probarme en diferentes campos que no son exactamente mi zona de confort”, aseguró.
La etiqueta de solista llegó en un momento muy particular de su vida. Una empresa argentina de representación artística le ofreció firmarlo para que cantara en solitario; la propuesta fue bien aceptada por parte de Pedro con la única condición de que Lempi Hernández –su inseparable amigo y socio artístico– también figurara en el contrato. Eso llevó a los amigos a proponerse un tipo diferente de música al que habían hecho por más de 13 años. Gracias a esta aventura, pudieron girar durante más de dos meses en Italia, tocar en escenarios de Estados Unidos y grabar nuevos videos.
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“Buscamos captar nuevos públicos, abrirnos a tocar en espacios diferentes que nos permitan presentar estos géneros, queremos que los conciertos sean más enérgicos. He tenido momentos de escribir canciones profundas y otras para gozarlas; en la actualidad no son mis letras más profundas y tampoco me interesa hacerlas así, porque en este momento esta música me permite conectarme más directo con el público”.
Al alcanzar uno de las metas artísticas que se había trazado, Pedro, junto a Lempi, tomaron la decisión de terminar el contrato con los argentinos porque, asegura, artísticamente ya no funcionaba bien para ellos que la empresa tuviera un control muy alto de la producción. Todo terminó bien y ellos siguen con su trabajo diario y con un nuevo aprendizaje como músicos.
Instinto animal es una cara diferente de Pedro y en ella cumplió la meta que tenía de grabar con el nacional Alberto Ortiz y también con el productor estadounidense Ronnie King.
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Fortaleza. Quien no conozca su historia bien podría señalar que Pedro es una hoja al viento; sin embargo, este joven de 28 años sabe muy bien cuál es su dirección en la vida, lo aprendió desde muy niño.
Pedro confirma que no ha sido para nada fácil; afirma que no todo le llegó del cielo por ser hijo de su papá y que esa es una de las cosas que más lo enorgullecen. Desde que se decidió por cantar supo que en el camino iba a toparse con detractores. Algunos incómodos no apreciaron su esfuerzo al principio, porque justificaban que llegó a la escena por llevar el apellido Capmany, porque, tal vez, estaba ahí por lo que los ticos llamamos argolla.
“Al inicio eso me impulsó. Cuando empecé en la música y la gente decía que era por ser hijo de mi papá me hacía dar lo mejor de mí; esa es una de las virtudes que hace que se sigan abriendo puertas en diferentes ámbitos”.
Las palabras más constantes en el vocabulario de Pedro son agradecimiento, constancia y fortaleza. Estas tres expresiones las dirige a los diferentes campos en su vida.
En el personal, la base de todo para él es su familia: su mamá María Castro y sus hermanos María José y Pablo son la piedra angular de la vida del cantante y compositor; así también como su padre y grandes amigos que se pusieron en su camino para ayudarlo.
“Después de la muerte de papi se hizo difícil lograr mi camino porque tal vez existieron menos posibilidades de las que hubiera tenido si el núcleo familiar tuviera ese sustento. Desde niño tenía dos opciones: seguir mi sueño o generar algo de ayuda para la casa”.
Entre las personas que más destaca el artista en su experiencia profesional resuena fuertemente el nombre de su abuelo Humberto. El señor terminó de criar a los hijos de Capmany y les enseñó, junto a la mamá, a lograr todos los sueños que se propusieran y dejar el “pobrecito” a un lado.
“También cuando me metí a la música tuve varios mentores, uno de los más importantes fue Mechas (de Kadeho). Recuerdo que él llegaba a pedirle permiso a mi mamá para llevarme a tocar los fines de semana, me acuerdo muy bien de Bernardo Quesada enseñándome a conectar los parlantes, a Bernal Villegas explicándome las cosas técnicas o a Pato diciéndome cómo mantener un chivo interesante; ellos, Mechas, Balerom, fueron muy importantes en mi carrera como artista”.
Después de todos estos años sigue siendo el mismo Pedro, pero el Capmany, su apellido artístico, está siendo renovado con la apertura a nuevos retos.
Fue precisamente cuando tenía cerca de 13 años que todo el mundo de Pedro cambió. Todo comenzó con el fatídico accidente que sufrieron él y su familia y que provocó la muerte de José.
Tiempo después, los colegas de José dedicaron un homenaje póstumo al cantautor. El concierto se llevó a cabo en el redondel de toros de Zapote y por insistencia propia fue que los grandes artistas a quienes admiraban lo dejaron subir al escenario y cantar las piezas de su progenitor.
“En la escuela me molestaban cuando decía que papi era cantante. Yo me di cuenta del peso y del alcance y dimensiones del artista que mi papá era después de su muerte porque para mí era mi papá que tocaba y cantaba, no era nada extraño porque crecí viéndolo. Ahora me siento muy orgulloso del hombre que conocí después de su muerte, siento que su trabajo me da fuerzas para seguir en un medio que ahora está prostituído por contenido poco intelectual y vacío”.
Antes de eso, recuerda que su primera guitarra la tuvo a los seis años, se la regaló su papá. Aunque él quería tocar la batería –y se escondía para que Bernal Villegas no le diera clases de guitarra– fue mucho tiempo después que comenzó con los estudios formales para ejecutar este instrumento. Más adelante, Pedro también estudió canto; la actuación y el baile llegaron en su madurez pero también ha sabido sacarle el provecho a estas nuevas aristas.
Instinto Animal puede escucharse en Spotify y la película Buscando a Marcos Ramírez se termina de grabar en nuestro país y en los próximos meses se podrá ver en cines. Pedro, mientras tanto, sigue en la empresa de experimentar y de crecer.