Fue un jueves. Eran las 8:45 p. m. del 31 de octubre. El solista, Miguel Ángel Quesada; el director, el uruguayo Hugo Mariani. Por supuesto, el escenario era el Teatro Nacional, como ha sido desde entonces. En 1940, era una agrupación de aficionados que, con los años, fue creciendo. La Orquesta Nacional había nacido por amor a la música.
Este viernes, cuando la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN) celebre sus primeros 75 años , tocarán como una de las principales instituciones musicales del país: un grupo de profesionales, el núcleo de la música clásica del país.
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En el décimo concierto de temporada del 2015, vienes y domingo, el director titular Carl St. Clair dirigirá a OSN y al Trío Eroica, con obras de Beethoven, Respighi y Fonseca en el programa.
Será oportunidad para los melómanos ticos celebren, acompañen y también se pregunten por una institución desafiada por los avatares de la música clásica, el contexto nacional y las presiones obvias de tres cuartos de siglo.
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Luz. En aquel 1940, en Costa Rica existían bandas, cuartetos y pequeños grupos de aficionados que rozaban lo profesional. El violinista Alfredo Serrano, quien había vivido en Nueva York, empezó a buscar músicos que pudieran conformar una orquesta.
El proyecto era impulsado por la Asociación de Cultura Musical, que había convocado a Hugo Mariani como director. “Era muy escasa la gente y no había dinero para importar músicos. Para tapar la inopia, tocaban muchas piezas de solista”, comenta el exministro de Cultura, Guido Sáenz.
Hacia mediados de los 60, el panorama había cambiado, pues había más ticos formados en música. Carlos Enrique Vargas , pianista, organista, director de orquesta y de coros, compositor y educador asumió en 1966 a una orquesta muy diferente, con la que estrenó obras ticas, realizó giras y conciertos didácticos.
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No obstante, la Sinfónica no podía continuar así. “La orquesta sonaba muy mal. Cualquiera que viniera que se sentara a oírla percibía que era una orquesta de aficionados”, opina Sáenz, quien había estudiado música en Boston. Al crearse el Ministerio de Cultura, en 1970, se acercó al presidente José Figueres Ferrer y, así, empezó una revolución musical que abrió la segunda etapa de la orquesta, en medio de la muy polémica destitución de los músicos.
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En 1971, el estadounidense Gerald Brown y una delegación de músicos extranjeros se abocaron a la profesionalización de músicos locales, la formación de un programa juvenil y la búsqueda de una madurez musical. La crisis económica en los últimos años de la época amenazó con descarrilar los planes, pues expulsó a la mayoría de músicos.
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Tras muchas pruebas y errores, en 1987 se inauguró una nueva era. Irwin Hoffman lideraría a la orquesta a través de una época de giras a Estados Unidos, Japón, Taiwán y Europa; sería la consolidación del profesionalismo en la orquesta y el alcance de la adultez. Muchos de esos músicos permanecen en la orquesta, y recibieron en el 2002 a Chosei Komatsu como director.
Hoy, la orquesta alcanza un nivel de actividad intenso : este año, ofrecerán casi 80 conciertos (60% gratuitos). Este año visitarán por primera todas las provincias; solo falta Limón. Todos son músicos profesionales, tienen proyectos importantes por aparte, o son profesores o jóvenes prometedores en sus campos. En 12 conciertos al año, el público puede seguir de cerca su ritmo en su escenario de siempre: el Teatro Nacional.
El reto. Una noche de agosto, una vecina de Cartagena en Santa Cruz, Guanacaste, le escribió a su hija en el celular: “Esta es música que llena y alegra el alma”. Frente a ella, la OSN tocaba por primera vez en la comunidad . A 75 años de su fundación, aún hay asuntos pendientes.
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La institución es sólida financieramente, atada como está al Centro Nacional de la Música (CNM) y actualmente abocada a construir un edificio adecuado para la educación y distintas agrupaciones. Esas instalaciones de $6 millones incluirán una sala de conciertos de 2.300 m2 y 1.110 m2 de salones de ensayo. Las obras podrían iniciar en el 2016.
Contar con una sala de conciertos daría un espacio más adecuado para las interpretaciones de la orquesta: el Teatro Nacional no cuenta con concha acústica y, aunque el problema es conocido por ambas instituciones, perjudica el sonido de la agrupación.
“Cuando he escuchado a la orquesta en salas de concierto en el extranjero, con condiciones para una correcta ejecución y disfrute de este tipo de música, realmente la orquesta suena de forma distinta; se eleva el nivel mismo de la orquesta”, afirma el director del CNM, Guillermo Madriz.
La OSN está integrada por 72 músicos profesionales, de los cuales 87% son costarricenses y la mayoría estudió en el Programa Juvenil de la institución. Muchos están desde los años 70, por lo cual están cerca de pensionarse. “El país ha dado pasos gigantes en las últimas cuatro décadas en educación musical y ejecución; confío en la calidad de los jóvenes talentos que surgen día por día”, agrega.
Para el crítico de música Jordi Antich, la revisión debe profundizarse. A su juicio, Cultura debe evaluar “con seriedad” el trabajo administrativo y la organización de la Sinfónica. “Se debería demarcar con claridad el papel del director musical”, escribió en un mensaje. “El director administrativo no debería tener responsabilidades artísticas, ya que le corresponde únicamente llevar a cabo las acciones operativas para facilitar la labor de los músicos y directores”, añadió.
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Además, Antich asevera que se debería elevar el nivel de los directores y solistas invitados, así como asegurar “suficiente tiempo de ensayo” y buscar más patrocinios. Músicos de la OSN, como Mario Rodríguez, añaden que debe procurarse mayor planificación para “saber a que nivel se quiere llevar la orquesta en el futuro”, así como “asegurar la continuidad laboral” y los recursos futuros de la agrupación.
‘La notable disminución del público que asiste a los conciertos es una de las mayores debilidades actuales, la cual debe afrontarse sin detrimento de la calidad musical y la vocación de la institución como referente indispensable de calidad artística. De ningún modo la Sinfónica debería bajar su nivel para ser más accesible, por el contrario debe velar por la educación del público’, agrega Antich.
Por largo tiempo, se ha reprochado también la escasa inclusión de composiciones costarricenses en los programas (una tendencia que parece variar desde hace unos tres años), así como la reticencia a explorar más repertorio de los siglos XX y XXI.
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En los últimos años, sin embargo, las grabaciones de la OSN han virado su enfoque. Un disco de bossa nova y otro de música de compositores ticos fueron nominados al Grammy Latino.
En el 2014, el líder de la Pacific Symphony, Carl St. Clair, asumió la dirección titular. El estadounidense ha insistido en la necesidad de continuar subiendo el nivel de la orquesta, explorar nuevos repertorios, mejorar los sonidos más “suaves” de la orquesta y expandir el alcance.
Si esto lleva a una nueva era, tan dorada como las anteriores, está por verse.
Este viernes, cuando el público vea a su Orquesta Sinfónica Nacional, sabrá que 75 años han madurado el sonido, han visto viajes, tropiezos, glorias y penas. Su historia es música, en todo su rango y brillo.