El 18 de abril de este año, una revista científica especializada en la foniatría –rama médica que trata, sobre todo, la audición, el habla y la voz– publicó los resultados de un experimento que, durante varios meses, había mantenido ocupados a un grupo de expertos provenientes de Austria, República Checa y Suecia.
El ensayo publicado en la revista está repleto de términos científicos y médicos, además de narrar el tremendo reto al que los fonoaudiólogos europeos se enfrentaban: analizar al detalle la voz de una persona que ya no está viva.
Para su fortuna, sin embargo, sí que se cuentan con suficientes grabaciones de esa voz, tan poderosa que traspasa las barreras que separan a los vivos de los muertos.
Gracias a esas grabaciones, gracias al recuerdo ineludible de esa voz, la ciencia confirmó lo que la cultura ya había establecido hace mucho tiempo: nunca existió, sobre la faz de este planeta nuestro, voz que siquiera se comparase a la que nació hace exactos 70 años: Freddie Mercury.
Princes of the Universe. Es probable que Jen Bulsara todavía recuerde los gritos de su hijo, Farrokh, al nacer, el 5 de setiembre de 1946. Una madre no olvida, poco importa que diera a luz hace siete décadas, o que Farrokh, a quien el mundo conocería como Freddie Mercury, haya fallecido en 1991.
“Lloré cuando lo vi. ¿Dónde estás, mi niño querido?”, dijo la mujer durante una entrevista para el medio británico The Telegraph , hace cuatro años. Lo había visto, junto a otras 750 millones de personas alrededor del mundo, durante la clausura de los Juegos Olímpicos de Londres 2012. El festejo se celebró en el Estadio Olímpico de la capital de Inglaterra, donde se mostraron imágenes de los mayores íconos de la cultura inglesa.
“Mostraron a John Lennon también, pero la gente aplaudió mucho más por mi Freddie”, agregó Jer Bulsara, de 94 años. Poco importan las décadas: una madre no olvida, ni deja de sentir orgullo.
Bulsara y su esposo, Bomi, vivían en el Sultanato de Zanzíbar, un estado insular cerca de la costa de la actual Tanzania, en el noreste de África. Aunque se disolvió en 1964, durante un centenar de años Zanzíbar fue en esencia una colonia del Reino Unido, que todavía ejercía un gran poder en otras partes del mundo como la India, donde Mercury pasaría su niñez y adolescencia.
Cuando estalló la Revolución de Zanzíbar, la familia Bulsara finalmente decidió mudarse a Inglaterra. El joven Mercury se enlistó en una escuela al oeste de Londres, donde se graduó en artes. Además de vender ropa de segunda mano junto a su novia Mary Austin –con quien sostendría una relación durante seis años–, Mercury tuvo pasos breves en distintas bandas de la escena local londinense.
Ya Mercury había coqueteado con la música cuando vivía en India, pero no fue hasta abril de 1970 cuando finalmente los astros se alinearon y el mundo, aunque nadie lo sabía en ese momento, cambió para siempre.
Porque fue en ese momento cuando Freddie Mercury conoció a Brian May.
Don’t Stop me Now. May y Taylor –guitarrista y baterista, en orden respectivo– reclutaron a Mercury para que se uniera a su nueva banda, luego de que ambos habían fracasado con su proyecto anterior, Smile. Mercury aceptó, pero puso una condición: que la banda se llamaría Queen.
“Es un nombre con tintes de realeza, obviamente, y suena espléndido. Es un nombre fuerte, universal e inmediato”, diría mucho tiempo después. “Ciertamente, estaba al tanto de las connotaciones gay, pero eso era solo una faceta del nombre”.
Esa sola declaración es el espejo perfecto de la carrera de Mercury. Hablar de su legado musical es casi hacer un ejercicio de obviedad: sería complicado encontrar a un ser humano –de este lado del mundo, cuando menos– que no haya al menos tarareado alguno de los incontables, eternos éxitos de Queen.
Al mismo tiempo, la vida personal del emblemático cantante fue, casi siempre, un misterio. Mercury fue siempre cuidadoso de su intimidad, en buena medida empujado por su contexto histórico: fue apenas en 1967 cuando las leyes británicas despenalizaron los actos homosexuales entre hombres.
Así, Mercury prefería mantener el tema de su orientación sexual lejos del ojo público. La primera vez que admitió su homosexualidad fue en 1976, cuando lo confesó a su antigua novia Mary Austin. La confesión concluyó su relación amorosa, pero cimentó para siempre su relación de amistad. En repetidas ocasiones, Mercury manifestó su amor por Austin, a quien consideraba su única amiga. Incluso, le dedicó varias canciones de Queen; de ellas, la más famosa fue Love of my Life . Cuando Mercury murió, le heredó su mansión a Austin.
Sin embargo, Mercury optó por no asociarse a causas políticas en favor de la comunidad sexualmente diversa. “Es como si Freddie Mercury le estuviera diciendo al mundo ‘Soy lo que soy. ¿Y qué?’. Y esa acción, por sí sola, enviaba un mensaje poderoso”, escribió John Marshall, de la revista británica Gay Times .
En efecto, los prejuicios de una sociedad todavía bastante anticuada no detuvieron a Queen ni a Mercury. La banda vendió alrededor de 300 millones de copias de sus discos y es considerada una institución eterna en la historia de la música del siglo XX. Mercury, por su parte, también publicó un par de discos de forma solista, experimentó en la ópera y se convirtió en uno de los hombres homosexuales más exitosos en el mercado mainstream .
Under Pressure. Los rumores comenzaron en 1986 y no fueron confirmados hasta cinco años después. La prensa británica es despiadada, y ya desde mediados de los años 80 bombardearon a Mercury con preguntas sobre los rumores de que estaba contagiado de VIH. Mercury y su círculo más cercano –en cuenta los demás miembros de Queen–, lo negaron en todo momento.
Sin embargo, con el cambio de las décadas las apariciones de Mercury se volvieron extrañas. Queen dejó de realizar giras de conciertos. Los periódicos londinenses se disputaban la posibilidad de publicar en primera plana esporádicas fotografías de Mercury, cada vez más delgado, cada vez más desmejorado.
“Escriban. Escriban más. Quiero cantar y dejar todo grabado para que ustedes puedan continuar cuando yo me vaya”, cuentan que dijo Mercury a sus compañeros de Queen, quienes han confirmado que Mercury mantuvo su buen humor hasta el final, haciendo bromas y asegurando que su enfermedad no le preocupaba. Hacia el final de sus días, Mercury detuvo su tratamiento para acelerar su muerte; solo continuó tomando analgésicos para calmar el dolor.
Finalmente, el 22 de noviembre, Mercury emitió un comunicado de prensa en el que admitió su enfermedad. Dos días después, falleció.
45 años y 81 días respiró Freddie Mercury, quien hoy estaría cumpliendo siete décadas de vida. Su voz, sin embargo, sigue con nosotros. La voz que tanto la ciencia como la cultura califican de inigualable, la voz eterna que traspasa las barreras entre la vida y la muerte.