Era el mediodía del sábado 11 de mayo, un sábado cualquiera, cuando la Presidencia de la República distribuyó un raro comunicado de prensa.
“La presidenta de la República Laura Chinchilla Miranda sostendrá una reunión con el mandatario de Perú Ollanta Humala el próximo lunes.(...) La Mandataria salió hacia Perú, en compañía de su esposo, atendiendo una invitación a una actividad privada de carácter social”, decía el boletín de prensa oficial el 11 de mayo.
¿Reunión bilateral improvisada? ¿Actividad privada de carácter social? ¿Un viaje a Perú a esta hora sin vuelos regulares de aerolíneas? ¿Por qué tan repentino?
Las preguntas posibles abundaron ese sábado, cinco días antes de que el ministro de Comunicación y mano derecha de la mandataria, Francisco Chacón, anunciara su renuncia en conferencia de prensa. Asumía parte de la culpa de algo que se fue sabiendo poco a poco durante esa semana, por la prensa.
Resultó que la Presidenta, su esposo José María Rico, Chacón y su esposa Anabel González (ministra de Comercio Exterior), viajaron en un avión propiedad de una firma ligada a un empresario colombiano que estuvo cuestionado en su país por lavado de dinero.
Viajaba a la boda de un hijo del vicepresidente Luis Liberman, aunque también lograron agendar una apresurada visita al mandatario Humala, que no duró más de 20 minutos.
Aunque no era la primera vez que Chinchilla viajaba en ese jet (asistió al funeral de Hugo Chávez en Caracas), el argumento oficial se centro en que nadie en Zapote, ni funcionarios de protocolo ni de seguridad, sabían en realidad la historia detrás de la aeronave.
Por eso la mandataria Chinchilla, además de la renuncia de Chacón, acabó separando de su equipo al viceministro Mauricio Boraschi, encargado de la seguridad y el narcotráfico, e Irene Pacheco (su asistente personal), quien supuestamente hizo las gestiones para conseguir el avión a última hora.
Así fue como Chinchilla se vio obligada a reducir su círculo de confianza en el gobierno y volvió a elevar la línea de tendencia en las críticas populares. Poco le duró a la mandataria el sabor dulce de haber organizado con buen suceso una cumbre presidencial con la presencia del mandatario de Estados Unidos, Barack Obama. El 4 de mayo se felicitaba por el éxito de la visita y, dos semanas después, ponía sus gestos duros en una cadena televisiva para intentar responder a la opinión pública que, de nuevo, le exigía explicaciones.
“Fueron colaboradores cercanos y leales quienes bajaron la guardia y esto no puede ser aceptado aquí ni en ninguna parte de nuestra querida nación. Debemos resguardar con más celo nuestra institucionalidad”, dijo por televisión.
El empresario colombiano, quien tiempo atrás obtuvo nacionalidad costarricense gracias a un matrimonio “por conveniencia”, vive en Costa Rica y tiene sus actividades en otros países. Pese a los cuestionamientos, nunca enfrentó cargos legales.