En Estados Unidos, donde el único candidato independiente que ha ganado unas elecciones presidenciales fue el primer mandatario de la república –George Washington quien gobernó entre 1789 y 1797–, cualquier candidato a la presidencia proveniente de partidos alternativos normalmente no es más que una anécdota póstuma desde antes de que siquiera se efectúen las elecciones.
Sin embargo, cuando nos dicen y repiten que las elecciones presidenciales de Estados Unidos este año son quizá el proceso electoral más importante y raro en la historia de esa nación norteamericana, no se trata de una exageración ni una impresión del momento: esta vez, hasta los candidatos alternativos tienen relevancia, aunque no para sí mismos.
Desde 1853, en Estados Unidos no ha sido elegido un presidente que no forme parte de alguno de los dos partidos principales –el Demócrata o el Republicano–, y este año no será la excepción. Así se trate del republicano Donald Trump o de la demócrata Hillary Clinton, alguno de los dos va a ganar. Así lo dicen las encuestas pero, parece que más importante aún, la tradición.
No obstante, de cara al escenario electoral que se vive previo a las votaciones próximas, en el que reina el desencanto por la clase política y en el que surgen cuestionamientos hacia Trump y Clinton prácticamente todos los días, la influencia que podrían tener los llamados “terceros partidos” (los que en otras elecciones han ocupado el tercer lugar, debajo de los demócratas y los republicanos) podría cambiar el juego estrepitosamente.
No es que alguno de estos partidos tenga la oportunidad de llegar a la Casa Blanca en algún momento próximo, sino que sus potenciales votantes podrían perjudicar a los principales candidatos –especialmente a Clinton, como ya explicaremos– y detonar una inesperada sorpresa al final del 8 de noviembre.
En las encuestas.
Según las encuestas de la empresa Real Clear Politics, a finales de setiembre el 15% de los estadounidenses tenía entre sus planes votar por algún candidato que no pertenezca a alguno de los principales partidos. El programa de HBO Last Week Tonight mostró hace una semana el video de un joven estadounidense que se pregunta: “Hay 320 millones de personas en este país, ¿y estos dos fueron los mejores candidatos que pudimos encontrar?”.
De ese 15% de votantes alternativos –por decirlo de alguna manera, porque la otra forma sería “votantes de terceros partidos”, y eso está peor–, el 7% apoya a Gary Johnson, el candidato a la presidencia por el Partido Libertario, fundado en 1971 en favor de una ideología capitalista y de libre mercado, acorde al libertarismo en su definición más pura.
Por otro lado, el 2% de ese 15% de votantes alternativos planea apoyar a Jill Stein, la candidata del Partido Verde, fundado en 2011 en aras de impulsar ideas de izquierda y enfocado en temas como el ambientalismo y la autonomía, asuntos que menos que más han sido parte de la campaña de Stein.
El 6% restante consideraba, al momento de la encuesta, apoyar a algún otro tercer partido o a algún candidato independiente, como es el caso de Evan McMullin, un político de amplia envergadura que describe sus ideales como conservadores y que es impulsado por una organización ligada al movimiento en contra de Donald Trump.
A pesar de que estos partidos tienen el 0.1% de probabilidad de ganar las elecciones este año, uno de los datos más llamativos que han surgido en esta volátil contienda es que casi un 30% de los jóvenes entre 18 y 29 años manifestaron en las encuestas que votarían por un tercer partido, y muchos de estos votos vienen de personas que en algún momento sintonizaron con algún candidato partido principal.
Por encima de eso, la figura de Johnson podría complicarle el camino a Clinton, dependiendo de cuánta gente vote por él en estados que tradicionalmente son demócratas. Por ejemplo, en Colorado, Clinton tenía una ventaja de diez puntos en las encuestas, pero cuando se incluyó a los candidatos alternativos terminó empatando con Trump, mientras Johnson se izó con 16% de la intención de voto.
“Johnson tiende a lastimar a Clinton un poco más que a Trump. Eso es sorprendente porque los votos del Partido Libertario tienden a ser de hombres blancos, una demográfica más asociada al Partido Republicano”, dijo a The Guardian Geoffrey Skelley, del centro de política de la Universidad de Virginia.
Dada la cercanía entre la demócrata y el republicano en las encuestas, algunos analistas insisten en que si casos como el arriba mencionado se repiten en otros estados, Trump podría dar pelea todavía, a pesar de su caída en las últimas semanas.
“Hay un ambiente fértil en el electorado por candidatos de terceros partidos porque hay un sentimiento de aversión hacia Trump y Clinton que ha alcanzado niveles muy altos”, explicó al New York Post Michael Cornfield, profesor de administración política en la Universidad de George Washington.
Sujetos terceros.
Poco se sabe de Johnson y Stein, si se les mira desde la prensa estadounidense e internacional. Su condición de alternativos los revela como candidatos de segunda clase, rezagados a sus propios debates y sin mayor presencia en las encuestas.
Muchos estadounidenses conocieron a Jill Stein cuando el senador Bernie Sanders perdió la nominación del Partido Demócrata frente a Clinton. Entonces, algunos empezaron a considerar a la candidata del Partido Verde como una opción viable para la presidencia, ahora que Bernie ya no podía hacerlo.
Stein, de 65 años, es candidata a la presidencia por segunda ocasión. Médico de profesión y graduada de Harvard, ha buscado puestos públicos en política desde comienzos del siglo. Una de sus principales propuestas para esta elección es combatir el cambio climático con la creación de empleos relacionados a las energías renovables. Además, se ha dedicado a ofrecer soluciones alternativas al problema de los impuestos, pero muchas de sus ideas han sido desacreditadas como casi imposibles.
Si bien hace un par de meses la popularidad de Stein la colocaba con 3% en las encuestas, actualmente su conexión con los votantes ha disminuido. De pronto tiene que ver con el escándalo que provocó después de que el Reino Unido votara por salir de la Unión Europea, cuando primero aplaudió la decisión y seguidamente se desdijo.
Por su parte, Gary Johnson es un hombre de negocios de 63 años que descuenta su segunda elección como candidato a la presidencia. Entre 1995 y 2003 fue gobernador de Nuevo México, cuando formaba parte del Partido Republicano, grupo al que estuvo ligado hasta 2012, cuando decidió lanzarse a la candidatura por medio del Partido Libertario.
Cuando fue gobernador, sus políticas en contra de nuevos impuestos, a favor de los negocios y de un gobierno más reducido le ganaron adeptos en Nuevo México. Su postura a favor de la legalización de la marihuana le valió críticas entre republicanos.
Una de las premisas de su campaña actual es su afán de disminuir el presupuesto del ejército, así como evitar cualquier guerra en el extranjero. De igual manera, si llegase a la Casa Blanca le gustaría disminuir impuestos y achicar el personal del gobierno.
Si bien Johnson empezó con buenos números en las encuestas (además de ser el candidato de su partido con mayor cantidad de votos hasta la fecha), la percepción del público sobre él se vino al suelo el 8 de setiembre, cuando en una entrevista televisiva en directo demostró ignorancia sobre Aleppo, una de las ciudades sirias más afectadas en la actualidad, a pesar de que en declaraciones pasadas había argumentado tener mucho interés en el conflicto del medio oriente.
Cuando Johnson preguntó “¿qué es Aleppo?”, pensando que era un acrónimo, las críticas le llovieron y la oportunidad de dejar algún tipo de huella en estas elecciones probablemente se fue por la borda. Lo mismo que cuando no fue capaz de responder a la pregunta de cuál líder internacional es al que más respeta. Sus encuestas ya no son lo que eran, y Gary ahora genera más risas que otra cosa.
Como comentó John Oliver en Last Week Tonight , “la poca cobertura de la que se quejan los candidatos alternativos más bien podría haberles funcionado”, porque entre más se informa uno de los “otros” candidatos más se da cuenta de que el 8 de noviembre los estadounidenses deben elegir al mal menor de entre cuatro males, no dos.
Por otro lado...
Joe Exotic es quizá el candidato independiente a la presidencia de Estados Unidos más caricaturesco de las elecciones de 2016. Gracias al programa de HBO Last Week Tonight millones lo conocieron por medio de un reportaje que mostró algunos de sus videos de campaña.
Abiertamente homosexual, amante de los animales y director de un parque de animales exóticos, Joe Maldonado –su nombre real– suele posar para las cámaras siempre cerca de algún felino salvaje, a los que considera unos de sus mejores amigos.
En un video de campaña, Exotic dice: “No me voy a cortar el pelo, no me voy a vestir diferente, soy gay y soy extremadamente pobre”, en aras de que el público lo conozca mejor. En una elección en la que Donald Trump es candidato, nada de esto es descabellado.