Para diciembre del 2007 ya habían pasado 18 meses desde que Costa Rica inauguró el Mundial de Alemania 2006, pero en la memoria de los teutones no se borraba el recuerdo de los ticos, quienes se quedaron tatuados en su piel.
El hecho de portar la bandera costarricense, en medio de un frío estadio Olímpico Berlín en el que jugaban el Hertha y el Bayer Leverkusen, no causaba asombro entre los alemanes; por el contrario, para ellos era fácil reconocer el país de origen de aquellos colores y más aún cuando observaban una camiseta de la Tricolor , la misma que utilizó la Nacional el 9 de junio del 2006, en el Alienz Arena de Múnich.
Incluso, el revelar la nacionalidad daba para calmar los ánimos de unos fanáticos del Leverkusen, quienes insultaban a dos costarricenses, entre ellos quien escribe, al pensar que se apoyaba a los de Berlín. Lo que pudo ser una gresca terminó en una invitación a cenar entre amigos.
El pecho se inflaba de orgullo al escuchar en un tren a aquel grupo de germanos coreando “Costa Rica, Costa Rica, Costa Rica… olé, olé”. Y es que no era para menos, porque en la mente de estos hinchas estaba muy presente que la Sele nunca se dio por menos en el debut de la Copa del Mundo, peleó con coraje y por momentos amargó la fiesta de los locales, con aquellos dos goles de gran factura de Paulo César Wanchope.
Si bien es cierto, se perdió 4 a 2, Wanchope ratificó el por qué los medios y la afición organizadora lo referenciaban como una amenaza, previo a aquella justa. Chope puso el 1 a 1 en el minuto 12' y silenció casi en su totalidad a un estadio que albergó 66.000 fanáticos, y aunque luego Miroslav Klose y Torsten Frings le abombaron las redes a José Francisco Porras, al igual que lo hizo Philipp Lahm antes, el combinado patrio salió con la frente muy en alto.
La Copa despertó la pasión entre los teutones, el fervor por el fútbol y por la propia nación se plasmó en todo lugar, según relata la familia Opitz, oriunda de un pequeño pueblo llamado Bernau, de 103,73 kilómetros cuadrados, ubicado en las afueras de la capital Berlín.
Los Opitz no son seguidores del balompié, les gusta poco o nada y de Costa Rica habían escuchado algunas cosas, pero después del Mundial sabían hasta que se come gallo pinto, decidieron enviar a una de sus dos hijas a suelo tico y recibieron a dos nacionales en su casa.
El inaugurar la Copa del 2006 ayudó a que muchas personas como los Opitz reconocieran a los costarricenses, sin confundirse con Puerto Rico, como solía pasar en esas tierras.
El país supo explotar una posibilidad única e irrepetible hasta el momento, donde todos los reflectores se posaron sobre territorio nacional, al disputar uno de los dos choques más importantes.
Para aquel momento el Instituto Costarricense de Turismo (ICT) invirtió $6,7 millones en dar a conocer el país como destino turístico y comercial durante la justa. Parte del dinero se utilizó en un anuncio de televisión vieron más de 25 millones de personas durante el duelo de la Sele contra Alemania.
Además, se incluyó la transmisión de más comerciales en la televisión germana, en periódicos y paquetes de información especializada para prensa internacional. Finalmente, se contó con un campo ferial llamado “Costa Rica Arena”, localizado en Múnich, donde se mostró parte de la oferta exportadora del país, según reportó La Nación en aquel momento previo a la competencia.
Recuerdos únicos
Costa Rica finalizó en el puesto 31 de 32 en el Mundial de Alemania 2006. Culminar penúltima después de tres reveses al hilo (teutones, ecuatorianos y polacos) hace que los recuerdos de aquella Copa no sean dulces para quienes participaron, aunque las vivencias sí son únicas y se atesoran.
Más allá de los resultados, el haber disputado el juego inaugural marcó a los seleccionados, quienes atesoran cada momento de un duelo en el que se robaron las miradas del mundo entero.
José Francisco Porras llegó a la justa con 35 años y fue el estelar de la Tricolor. Pese a toda su experiencia no duda en recalcar que al entrar y colocarse bajo los tres palos del Alienz Arena de Múnich sintió algo indescriptible.
“Recuerdo que lo que más se valoró fue que se escuchara el nombre de Costa Rica y que nos viera todo el mundo. El partido fue de gran importancia para el país por lo turístico y por el reconocimiento mundial. Yo había tenido una lesión en el 2000, estuve cerca de retirarme y fue muy difícil, pero el día del juego, cuando empecé a subir las gradas y vi la gramilla pasaron por mi cabeza todos los malos ratos que viví y sentí que estaba recibiendo mi premio”, manifestó Porras.
El cancerbero fue líder de la nacional y pese a que lo superaron cuatro veces con tantos de gran factura, siente que cumplió un sueño y sacó una buena tarea.
Incluso, recuerda con gran cariño que Jens Lehmann, portero germano en el compromiso, lo buscó para cambiar camisetas.
“Al terminar el partido fui a darle la mano al árbitro, vi un balón en el suelo y pensé en llevármelo de recuerdo, pero en ese momento me tocan la espalda y es Lehmann, quien me dice que cambiemos. Aún la tengo guardada porque es un momento muy bonito y era un arquero de un gran nivel. Eso sí, el balón no me lo pude traer”, señaló.
Los años pasan, 11 en total después de la justa de Alemania, pero los germanos no olvidan a Costa Rica y en especial a Porras.
El exguardameta contó que un diario teutón lo llamó previo a la despedida de Philipp Lahm (20 de mayo del 2017) para hablar sobre el golazo que le convirtió el lateral en la Copa del 2006.
“Me llamaron de un periódico justo el día antes del retiro de Lahm. Él me hizo un golazo y aunque me lancé no le pude llegar. Tengo un primo que vive en Alemania y me mandó una foto del diario, donde me ponen como el arquero volador, porque casi toco la pelota”, finalizó.
Alemania 2006 no es un recuerdo dulce, aunque sí valió para darse a conocer y tatuar el nombre de los ticos en la piel de los alemanes.