Con su pinta de empresario de pompas fúnebres, Ed Sullivan pronunció las que deben ser las palabras más importantes en la historia del rock & roll: “Damas y caballeros..., ¡Los Beatles, aquí están!
Aquellas últimas dos nadie las escuchó –ni Sullivan– porque en ese mismo momento sucedió la explosión más grande de la música: la Beatlemanía. Era el 9 de febrero de hoy hace 50 años.
Nueva York llevaba dos días de cabeza con la presencia de estos cuatro jovencitos de Liverpool (ninguno llegaba a los 24 años y George era menor de edad), en una conmoción que –como dijo el mismo Sullivan al inicio de su presentación– nadie de los veteranos recordaba.
Aquella noche de domingo, 73 millones de estadounidenses estaban frente a sus aparatos de televisión para esa cosa inglesa llamada los Beatles.
El tremendo “pegue” del cuarteto de Liverpool se compone de una mezcla de circunstancias y hechos, en tiempo y espacio, que permitieron la irrupción de cuatro jovencitos de provincia.
El principio
“Allá (en Estados Unidos) tienen de todo. ¿Qué les podemos dar nosotros?”, se preguntaba con angustia Paul McCartney cuando iban rumbo a la tierra del Tío Sam.
En 1963, la llamada Beatlemanía (como bautizó el fenómeno el diario Daily Mirror) era un hecho en el Reino Unido. Lo que seguía era cruzar el charco para abrir el mercado de los Estados Unidos.
Sin embargo, estrellas como Cliff Richard y The Shadows toparon con cerca cuando trataron de penetrar el mercado estadounidense. Aquella duda existencial de Macca era justificada.
Brian Epstein, el manager del cuarteto, fijó la condición: no viajarían a Estados Unidos hasta que obtuvieran un número uno en las listas.
Ese número uno fue I Want to Hold Your Hand (Quiero estrechar tu mano) que se puso al aire el 17 de diciembre en una estación de Washington, a pesar de los deseos de Capitol Records, el sello disquero que no creía en el cuarteto y que, además, tenía planeado lanzarlo en enero de 1964.
No hubo forma de parar el germen y Capitol, a regañadientes –porque otras radioemisoras a lo largo del país lo empezaron a programar–, lanzó el disco sencillo... En tres días, vendió un cuarto de millón de copias.
El estallido
“Vienen los Beatles” , rezaban los miles de carteles que aparecieron en enero de 1964 en Nueva York como parte de una de las campañas de expectativa más grandes jamás vistas.
Murray, el K, el principal DJ de los Estados Unidos, fue el brazo ejecutor al que se alió Epstein, quien de tanto en tanto era sagaz para los negocios.
Durante las nueve horas que duró el vuelo de Londres a Nueva York, el 7 de febrero de 1964, el locutor informó del paso del cuarteto sobre el Atlántico y daba la hora, “la hora Beatle”.
Cuando el vuelo 101 de Pan Am aterrizó en el recién bautizado JFK y los recibió una multitud vociferante e histérica con un sonido agudo y penetrante, mucho más del que estaban acostumbrados. La tarea de Murray, el K estaba hecha.
Dos días después, fue la prueba de fuego: los Beatles sí sabían tocar..., y muy bien.
Tomaron por asalto a un Estados Unidos todavía en shock y en duelo por el asesinato de John F. Kennedy –ocurrido 77 días antes– y que se estaba acostumbrando a la música ñona de inicios de los 60, porque Chuck Berry y Jerry Lee Lewis habían protagonizado sendos escándalos y Elvis Presley venía saliendo del ejército.
El 9 de febrero de 1964, los Beatles tocaron por 10 minutos en el programa más famoso de los Estados Unidos. Ni una copa de carro se robaron durante esos minutos. Algo había cambiado...