Tiene 30 años de dedicarse al trabajo sexual. Su nombre es Jazmín y se guarda su apellido con la misma precaución con la que a lo largo de su vida ha ocultado su oficio a sus tres hijos.
Ahora tiene 52 años. Sus hijos ya están grandes, pero ella aún ejerce, pues “la menor está sacando la Universidad y la plata hace falta...”
Por eso empezó en ese trabajo: para sacar adelante a su familia, cuenta, sin ánimo alguno de hacerse la víctima. En realidad, proyecta ser una mujer empoderada que clama por los derechos y la dignidad de quienes –como ella– por distintos motivos decidieron ejercer el trabajo sexual.
Hoy se celebra el Día Internacional de la Trabajadora Sexual, y Jazmín, al igual que varias de sus colegas, aprovecha la fecha para exigir condiciones de salud y derechos laborales.
“Yo no quiero que otras trabajadoras del sexo vivan lo que yo viví. Se pasan momentos muy duros; hay discriminación e inseguridad”, dice.
Ella es integrante de la organización La Sala, la cual busca derribar los estereotipos, estigmas y riesgos que acompañan al trabajo sexual, así como mejorar la calidad de vida de las mujeres que lo ejercen, sin juzgarlas ni tratarlas como “pobrecitas”.
Justamente por los estigmas y prejuicios que existen en torno al oficio sexual es que Jazmín le ha dicho a su familia que labora como camarera en un hotel y no como trabajadora sexual. Cree que no la entenderían...
La Sala
En la quinta avenida del centro de San José, en plena “zona roja”, frente a bar El Rincón de Papy, contiguo a una sala de máquinas tragamonedas con un viejo rótulo que dice Cigarrera Murillo, está el local de La Sala.
En esa zona, el trabajo sexual es una gran fuente de empleo. Hay decenas de pensiones y hoteles donde se brinda este servicio. Las mujeres que por allí trabajan son de escasos recursos, con edades que van desde 26 hasta 63 años.
La Sala brinda a estas trabajadoras un espacio de reunión, así como talleres sobre derechos sexuales, salud y autoestima... En total, unas 500 mujeres trabajadoras o extrabajadoras del sexo han recibido algún beneficio de la organización.
Ayer, a propósito de la fecha que hoy se celebra, las integrantes de la Sala realizaron varias actividades en el parque Central. Por ejemplo, informaron a los transeúntes sobre su oficio y les explicaron los argumentos por los cuales exigen derechos.
La extrabajadora del sexo Nubia Ordóñez Ugalde, de 52 años, es la coordinadora general de La Sala. Explica que le piden a la ciudadanía y al Estado la derogación de normas que criminalizan el trabajo sexual y la capacitación de oficiales de la Policía para que respeten y protejan a quienes se dediquen a este oficio. {^SingleDocumentControl|(AliasPath)/2013-06-02/RevistaDominical/Articulos/RD02-DIA/RD02-DIA-summary|(ClassName)gsi.gn3quote|(Transformation)gsi.gn3quote.RevistaDominicalQuoteConExpandir^} La salud, más allá de la típica prevención de VIH y el sida es otro tema clave. “Las trabajadoras del sexo son más que una vagina. En los sistema de salud se les atiende solo desde lo genital, pese a que son mujeres como cualquier otra, que requieren una atención integral”, manifestó, para añadir luego que muchas de ellas no están aseguradas pues no cuentan con los recursos suficientes para pagar las cuotas.
Se quejan de que sus demandas, por lo pronto, no han sido escuchadas por quienes ocupan puestos de poder. Ni en la Asamblea Legislativa, ni en la Presidencia, ni en la municipalidad les prestan atención. Pese a ello, siguen luchando en busca de su objetivo.
Para Nubia y Jazmín, cuando se solventen las carencias señaladas y se derriben los prejuicios en torno al tema, las trabajadoras sexuales podrán ejercer su oficio de una forma más digna y segura.