Los habitantes de Gaza los llaman “zenana” por el zumbido que hacen en el aire, mientras que los niños paquistaníes aprendieron a huir cuando en el cielo sonaba ghung... ghung... ghung; por eso los apodan “ ghangay ”. Los militares angloparlantes todavía no logran acordar cuál sigla conviene más: UAV, UAS, RPAV, SUAV.
El resto del mundo los llama drones y lo mismo les achaca el asesinato de un terrorista yemení, un bombardeo en Afganistán o la conservación de las ballenas.
Si se hiciera un listado de las instituciones que usan drones , este mencionaría desde la NASA hasta las Fuerzas armadas chinas, pasando por los ambientalistas de WWF y, por qué no, la Comunidad de Aeromodelistas de Costa Rica.
Estrictamente hablando, un drone es cualquier aparato que vuele con la libertad de no llevar a un humano a cuestas. La jerga puntual es “vehículo aéreo no tripulado” (UAV, por las siglas en inglés de unmanned aerial vehicle ).
¿Pero son estos los que matan chiquitos y talibanes en Asia? Sí y no. Resulta que cuando alguien se toma la paciencia de ensamblar uno o dos misiles a estos aparatos, se vuelven un vehículo aéreo no tripulado de combate. O drones de combate. O UCAV, si usted prefiere las siglas.
La diversidad de modelos ha llevado a un necesario debate de terminología. Vamos a simplificarlo: drones que matan y drones que no matan ( para los últimos, ver nota secundaria ).
Antes del 11 de setiembre del 2011, solo dos grupos les prestaban atención a los drones . Uno de ellos era el de los aeromodelistas y, el otro, el de los militares que los volaban en misiones de reconocimiento. Después, todo cambió.
Aunque la idea de armar un vehículo aéreo no tripulado viene de hace años –existen prototipos desde 1973, obra de John Stuart Foster Jr.–, la “guerra contra el terrorismo” cambió la industria de los drones . De hecho, cambió la guerra misma.
Nuevo paradigma
El vehículo aéreo no tripulado de combate clásico, el más usado hasta ahora, es el MQ-1 Predator , equipado con dos misiles Hellfire, varias cámaras, radar, GPS y hasta un detector de hielo. Es un robot potentísimo, valorado en $4 millones cada unidad y activo desde 1994, aunque antes del 2001 funcionaba una versión sin armas, solo de reconocimiento.
Los romanos con legiones, Hitler y sus tanques, los gringos con la bomba atómica: cada nueva tecnología ha logrado afinar el macabro arte de la guerra. Los drones , sin embargo, permitieron algo inédito: sacar a los humanos del campo de batalla.
Bueno, a algunos. Mientras afganos y yemeníes siguen en sus tierras, los controladores de drones se sientan a medio mundo de distancia, en cuartos de mando con aire acondicionado.
Para los estrategas militares del orbe –50 naciones los emplean actualmente–, los drones fueron una bendición. Más operaciones con menos personal que pueda morir o ser capturado en plena guerra, donde el combate ya no es de personas contra personas, sino de humanos contra robots.
“La parte más peligrosa de su día es el tráfico camino al trabajo”, ironizó a LA Times Peter W. Singer, experto del Brookings Institute, una entidad dedicada al análisis de robots en combate.
Los operadores miran las imágenes que captan las cámaras de los drones y toman decisiones como dar otra vuelta o disparar un misil.
Aun así, el lío psicológico de estar 12 horas frente a un monitor, viendo vivir o morir a personas a 12.000 kilómetros de distancia, no le hace bien a nadie. Según un reporte de la Fuerza Aérea estadounidense, el 46% de los pilotos tenían altos niveles de estrés y 29%, cansancio emocional o el llamado burnout .
Las bajas
¿Cuántos civiles han muerto? ¿Cuántos militantes de alto rango? Ese ha sido el tema más espinoso y obligatoriamente controversial de los drones .
El gobierno norteamericano habla de 30 civiles y 1.300 militantes muertos, hasta enero del 2011. Un estudio de las universidades de New York y Standford arrojó que solo el 2% de las víctimas han sido militantes de alto rango. La organización Pakistan Body Count sostiene que ha habido entre 1.200 y 2.500 civiles muertos.
Los partidarios de los drones defienden la posibilidad de matar a objetivos de alto rango de manera segura. Aun así, fueron descartados para la operación contra Osama bin-Laden, quien fue asesinado por un comando élite.
Eso no quita que el futuro de la guerra sean los drones . De cinco vuelos diarios que había en el 2004, hay 65 en cada jornada del 2013. El nuevo modelo MQ-9 Reaper , valorado en $17 millones, puede cargar más peso y volar más tiempo que el Predator .
La gran interrogante es cuál es la capacidad de los drones para tomar decisiones. Ciertos robots apostados en la frontera entre las Coreas pueden disparar aplicando algoritmos de apariencia, de manera automática ¿Qué poder tienen ahora las máquinas?
En el 2012, la Fuerza Aérea de Estados Unidos entrenó a más pilotos de drones que de aviones tripulados. En diez o 15 años, la principal fuerza militar aérea del mundo estará compuesta por tipos que, tras conducir unos cuantos kilómetros, habrán llegado desde su casa hasta un escenario de guerra.
El piloto se sentará frente a una pantalla por horas, disparará un par de misiles a mitad del día y volverá a casa a cenar con sus hijos. Tal vez maldiga, con amargura, el tráfico en el camino de regreso.