La vida puede cambiar en cinco minutos. O en una gira de trabajo a Suiza sin retorno a casa. La vida cambia cuando el propio nombre encabeza los titulares de periódicos en todo el mundo, cuando se pasa de usar traje y corbata de las más exquisitas marcas a sencilla ropa de recluso.
Hace poco más de un año vi a Eduardo Li cruzar los puestos de Migración del aeropuerto Juan Santamaría, acompañado por su hija Andrea. Mientras hacía la fila, me preguntaba cuántas veces habría pasado el entonces presidente de la Federación Costarricense de Fútbol (Fedefútbol) por aquellos escáneres de seguridad, cuántos aviones abordaría cada año y cuántos países le habría permitido conocer el balompié.
Parecía tener la vida ideal, pero a Li el destino le dio un vuelco: pasó de soñar con la vicepresidencia ejecutiva de la FIFA a ocupar el banquillo de acusado por el caso de corrupción más famoso en la historia del fútbol.
El 19 de mayo pasado, el exdirigente deportivo dejó Costa Rica como un hombre libre. Voló sobre el Atlántico para reunirse con el presidente de la Federación Española de Fútbol y terminar de pactar el encuentro amistoso que tendría la Tricolor contra la excampeona del mundo.
Luego, tomaría un último avión que lo llevaría directo a Zúrich, Suiza, donde concretaría el más grande logro de su carrera: se convertiría en el primer tico en ocupar un alto cargo en la FIFA.
Lo que nadie hubiera podido anticipar es que en Suiza lo esperaba el día más amargo de su vida. Mientras volaba hacia el Viejo Continente, la Fiscalía del Distrito Este de Nueva York giraba una orden de detención en su contra por un enriquecimiento ilícito a través del cobro de sobornos.
El 27 de mayo, cuando el reloj suizo marcaba las 3 a. m., varios policías suizos vestidos como civiles tocaron puertas en el hotel cinco estrellas Bar au Lac, donde se hospedaba toda la cúpula de FIFA.
A Li le interrumpieron el sueño esa noche y es probable que, desde entonces, nunca haya vuelto a dormir en paz. Se lo llevaron detenido junto a otros seis jerarcas del fútbol internacional en medio de sábanas blancas que recubrían el camino desde la salida del hotel hasta las puertas de los carros que aguardaban afuera por ellos.
En cuestión de minutos, el nombre de Eduardo Li recorrería los titulares de última hora de todos los medios de comunicación del mundo. La justicia estadounidense le había venido siguiendo los pasos, al igual que a otros 13 altos funcionarios de la FIFA, por presuntamente ser parte de una trama de corrupción que habría movido unos $150 millones durante los últimos 20 años.
A Li se le acusa de haber cobrado un soborno de seis cifras en la venta de los derechos de comercialización a la empresa de mercadotecnia Traffic USA, relacionados con la transmisión de los partidos eliminatorios de Costa Rica rumbo al Mundial Rusia 2018.
La fiscala general de Estados Unidos, Loretta Lynch, argumenta también que el federativo habría exigido otros $600.000 a Traffic a cambio de los derechos de transmisión de la eliminatoria camino a Catar 2022.
Según las pesquisas, la compañía de mercadeo deportivo se habría negado a cancelar tal cifra, por lo que Li comenzó a negociar con otros oferentes. Finalmente, la firma Media World habría cancelado dicha suma, a cambio de que la Fedefútbol mantuviera su trato con Traffic USA, una de sus empresas aliadas.
Giros del destino. A Eduardo Li solía vérsele bien vestido, perfumado, con cada hebra de cabello en su lugar. Li no solo tenía buen gusto, tenía también clase y roce con figuras políticas y del medio artístico. Eso era lo que le había dejado su cargo como presidente de la Fedefútbol, al que en un principio llegó por insistencia ajena en un momento financieramente complicado para esa entidad. No percibía un salario, pero tampoco estaba dispuesto a dejar vacante el puesto.
Un año atrás, las inquietudes de Li estaban centradas en que la Selección Nacional volviera a hacer historia y se abriera paso entre los grandes del fútbol en el camino a Rusia. "Después de Brasil nos demostramos a nosotros mismos de lo que somos capaces. No le voy a decir que sí, pero le aseguro que vamos a hacer todo lo que está al alcance y más para estar en Rusia", le dijo a la periodista Yuri Jiménez.
¿Quién hubiera pensado que, una vuelta de calendario después, Rusia sería la última de sus preocupaciones?
Por ahora, el exjerarca se mantiene en la pequeña prisión suiza de Winterthur, con espacio para apenas 48 convictos, y su lucha inmediata es la de evitar, mediante apelaciones, la extradición a Estados Unidos.
Cuando pienso en Eduardo Li, recuerdo siempre aquel encuentro en el aeropuerto. Él iba con saco y los zapatos perfectamente lustrados, mientras yo me disponía a disfrutar de unas vacaciones por mi cumpleaños, en las que había invertido todos mis ahorros de varios meses. Casi podría decir que sentí envidia de su estilo de vida.
Sin embargo, no pasaría mucho tiempo para que la existencia del exfederativo diera un vuelco total e inesperado. En la soledad de su celda, él celebraría este 11 de noviembre su cumpleaños número 57. Entonces, el idilio en el que siempre creí que vivía, se volvió tan solo una ilusión empañada.
A fin de cuentas, la vida se reduce a una seguidilla de altibajos: un día se puede soñar con ser el vicepresidente de la FIFA y, al día siguiente, tan solo con volver a ser un hombre libre.
LEA MÁS:
El inesperado fuera de juego de Eduardo Li, el empresario del fútbol
Eduardo Li: Un arresto muy lejano a una película de Hollywood
EE. UU. acusa a Eduardo Li de exigir sobornos por más de $600.000