El 11 de agosto del 2006, La Nación publicó este titular: Ernesto Lobito Fonseca no volverá a caminar. Cinco meses antes, el principal exponente tico en el motocross internacional había sufrido una aparatosa caída durante un entrenamiento que comprometió la movilidad de sus piernas.
Poco antes de ese accidente, que ocurrió a sus 24 años, Lobito se había coronado dos veces campeón nacional de Estados Unidos en los 125 centímetros cúbicos (cc), y se ubicaba entre los diez mejores del supercross de ese país en la categoría de los 250 cc, el mejor del mundo.
Su carrera lo coloca como el único latinoamericano con un título de supercross, y el primero que fue contratado por un equipo oficial de fábrica, la escudería Honda.
Tras conocer el diagnóstico médico, el deportista lo asumió con resignación y hasta con buen ánimo.
Las fotografías que su familia compartió pocas semanas después del accidente reflejan a un joven con ánimo de continuar a pesar de la adversidad.
Tres años después, revelaría en una entrevista: “Mi vida ha cambiado mucho. La verdad, nunca me lo imaginé. Dependo de otra persona en un 90% de las cosas”.
Otra puerta se abre
Es por eso que hoy, 11 años después de aquel evento, lo tenemos entre nuestros atletas paralímpicos, entrenando intensamente para maratones y triatlones en esa categoría.
Mucho tuvo que ver el ejemplo de otro atleta paralímpico, Laurens Molina, quien influyó en la decisión del joven de seguir este camino.
“Nunca imaginé ni esperaba esta oportunidad. Estoy muy emocionado y contento, quiero sentir las cosquillas de la salida de una competencia nuevamente. La verdad es que esto viene a llenar vacíos que dejó el accidente que sufrí”, contó el deportista en abril del 2015.
Aunque hizo la marca para competir en los Juegos Paralímpicos Río 2016, no fue elegido por el Comité Olímpico Nacional (CON) para representar al país.
“La verdad sería una desilusión grandísima, difícil de afrontar, aunque la vida sigue”, comentó pocos días antes de conocer la decisión. Y sí, la vida siguió.