La tapa del periódico del martes 18 de octubre de 1988 anunciaba que “Una fuerte tormenta afectará al país”.
Los expertos aseguraron que estaba por llegar una tormenta tropical, así que le advirtieron al pueblo que “se preparara con botellas con agua para beber, con los autos llenos con gasolina, que protegiera las ventanas con tablas, y que tuvieran a mano una radio con baterías”, de acuerdo con una nota que publicó ese día La Nación .
Para ese entonces la tormenta se encontraba en la isla holandesa de Curazao. Juana, como llamaron al fenómeno, ya había desaparecido (en la isla) casas y personas. Costa Rica continuaba preparándose.
El día siguiente –miércoles 19– este periódico confirmó que Juana avanzaba hacia tierra firme a 20 km por hora y desarrollaba vientos de 130 km por hora. Limón fue la provincia que más medidas de seguridad acató. Allí el pánico y la incertidumbre imperaban. Se temía que en la madrugada llegaran olas de cuatro metros, aproximadamente.
Las ventanas que daban al mar del hospital Tony Facio se cubrieron con madera; y “esa noche en el hospital durmieron –en espera de alguna tragedia –doctores, enfermeras, microbiólogos, farmacéuticos y personal de mantenimiento”.
Las muelles de Moín y Limón se cerraron; y debido a la gran cantidad de llamadas entre la zona Atlántica y el resto del país la central de Limón se sobrecargó y se quemaron los fusibles.
El país entonces tomó medidas extremas: albergues se instalaron en distintas zonas; la Caja Costarricense del Seguro Social dotó de medicamentos a las farmacias; y caravanas de autos, buses y camiones se dirigieron hacia San José dejando a Limón desolado.
La ruta de Juana, desde un inicio, indicaba que llegaría a Limón; y por esto las medidas de seguridad fueron tan extremas ahí. Sin embargo, y como ya todos los sabemos, la naturaleza no pide permiso para su actuar. Así que, ese miércoles, La Nación anunció que la ruta del fenómeno había cambiado.
“(El huracán) ha encontrado a su paso los litorales caribeños de Surámerica y Centroamérica”.
Juana entonces cambió su rumbo e impactó indirectamente al sur del país ; y allá nadie estaba tan preparado como en Limón. Como consecuencia, el hospital Tomás Casas, de Ciudad Cortés, fue afectado por el lodo, el cual alcanzó un metro de altura, por lo que estuvo inhabilitado durante un mes. El huracán destruyó también el puerto caribeño de Bluefields, en Nicaragua. Fue catalogado como uno de los peores desastres naturales en azotar Centroamérica.
Después de la catástrofe, cientos de hectáreas de cultivos de de palma africana, y arroz quedaron inundados en la zona sur; y murieron 23 personas, de las cuales lamentablemente solo se pudieron identificar a 16.