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El huracán alcanzó vientos de 140 kilómetros por hora ; y el disturbio provocó fuertes lluvias en el Caribe, la zona norte y el Pacífico sur. | ALBERT MARÍN.
No es bueno ni sano revivir tragedias, sin embargo, dentro de notas fúnebres algo siempre destaca. La ayuda a los demás; la solidaridad, que no está de más recordar que mientras todo flota en un mar de angustia es tal vez un gesto amable lo que cambie el panorama de la realidad; y lo que también salve vidas.
El martes 22 de noviembre la tapa de La Nación anunciaba que la tormenta Otto se tornaría en huracán a 440 kilómetros de Limón.
Advertían que los vientos llegarían a los 95 kilómetros por hora; y que las olas podrían medir dos metros.
Debido a las fuertes lluvias provocadas por Otto, 17 comunidades de en la zona sur quedaron aisladas. Mientras tanto, en el valle central se respiraba impotencia.
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El Sistema de Banca para el Desarrollo (SBD) puso a disposición de las mipymes, de todos los sectores productivos, ¢20.000 millones de los recursos del programa para atender emergencias. | ALBERT MARÍN.
El periodista Carlos Arguedas reportó que en esa región vacas, cerdos y búfalos, deambulaban porque los dueños no les daban de comer. Las pulperías se quedaron sin víveres; y entonces Costa Rica actúo.
Desde rincones inesperados, instituciones publicas y privadas se unieron al llamado para enviar productos básico. El viernes 25, Otto se convirtió en el primer huracán en cruzar el país.
“Las mayores consecuencias del fenómeno se empezaron a registrar la noche del jueves, cuando unos 50.000 abonados eléctricos se quedaron sin el servicio. Las autoridades reportaron que había 5.757 personas ubicada en albergues”, declaró La Nación.
A pesar de la ayuda, el furor de los vientos, el lodo y las lluvias sepultaron a nueve personas en Bagaces y Upala.
Manos que dan
Desde pantallas de televisor, del celular, o por radio fue evidente que Costa Rica se apuntó a dar lo mejor de sí; y ayudó.
Por aire, aeronaves y tripulación especializada del Gobierno de Panamá aterrizaron en Upala para ayudar a los afectados.
Voluntarios, policías, estudiantes, vecinos, amigos, y familiares de todas partes del país donaron su tiempo y esfuerzo para llevarle comida y otros productos a los afectados, con tal de alivianar la tragedia y de asegurarse que nadie durmiera sin haber comido. Finalmente, lo que nos dejó Otto, como lo dijo La Nación, "fue un montón de héroes anónimos".