Durante sus últimas cuatro intervenciones, el público no contuvo la emoción y aplaudió de pie. Estaba viendo historia gestarse frente a sus propios ojos: la presencia de uno de los más grandes tenores de todos los tiempos en un escenario tico. Era el 31 de enero del 2004 y el antiguo Estadio Nacional estaba repleto.
La presentación de Luciano Pavarotti no se libró de tropiezos, pero sí marcó un valioso precedente de espectáculos masivos que complacen a un público más exigente… más refinado.
“Si de algo no puede quejarse Luciano Pavarotti es de la paciencia de los miles que casi llenaron ayer el Estadio Nacional para escucharlo”, escribió la periodista Ana María Parra en la página 2 de Viva del 1° de febrero. “Quizás en otro país, quizás en otro momento, quizás otro gentío lo hubiese abucheado al escuchar su voz sucia, en su apertura”.
“En ese momento Pavarotti ya no era el cantante que recibió las ovaciones en el Metropolitan Opera House”, recuerda Doriam Díaz, periodista que cubrió el evento para La Nación. “Si embargo todavía seguía teniendo una buena calidad vocal. Lo afectó el frío. En el viejo Estadio Nacional pegaba mucho viento y eso hizo que tuviera algunos problemas con la voz, sobretodo en las partes en que tenía más exigencia”.
Especial 70 años de conciertos: Festival Imperial
En la segunda parte, con la interpretación de canciones tradicionales italianas, se echó al público al bolsillo. “El concierto de Luciano Pavarotti fue una sensación, sobre todo porque era el primer gran concierto de su tipo. No tenemos grandes cantantes de ópera que la gente quiera ver en un estadio”, agregó Díaz. “Convocó a todo tipo de público, desde los que usualmente van al Teatro Nacional a ver las óperas –o al Teatro Eugene O'Neill ahora– y a la gente que simplemente le intrigaba ver al gran cantante, uno de Los Tres Tenores, en Costa Rica”.
Si se buscara hacer un recuento de los más virtuosos artistas de música más refinada, o académica, que han encantado en diferentes recintos de nuestro país, no alcanzarían estas páginas. Por eso optamos por recordar a esos tenores, pianistas e inclusive, violinistas, que nos han visitado y que han tenido la capacidad de mover masas… de llenar estadios.
“Yo haría una diferencia: hay artistas de una enorme trascendencia y una enorme calidad artística y también hay artistas muy famosos”, dice Flor Carreras, presidente de Interamericana de Producciones, empresa anfitriona de muchos de los más grandes espectáculos culturales en nuestro país. “A veces es diferente la fama y la calidad: algunas veces coinciden, pero otras no”.
A su parecer, uno de los artistas que hace comulgar ambos aspectos –y con creces–, es el tenor español José Carreras, quien se presentó en suelo costarricense a mediados de los noventa. “Poderío de ángel”, tituló el diario el 19 de febrero de 1995, un día después de que el cantante se presentara en el anfiteatro del Hotel Herradura.
“José Carreras cantó desde el círculo más cercano al cielo, concentrado toda su pasión y la belleza de su timbre y ni el furioso viento pudo imponerse a sus notas”, se escribió en las páginas del diario hace 12 años.
Para Flor Carreras, este fue un evento memorable. “Fue un concierto que marcó un inicio importante de traer al país artistas muy famosos y muy grandes, ya no del ámbito estrictamente popular, sino también en el ámbito de la música mayor”, aseguró. “Creo que fue un riesgo bonito que algunos productores del momento tomaron y que puso al país un poco en esa tesitura de recibir artistas muy grandes”.
Especial 70 años de conciertos: Grandes del rock en español
La venida de prestigiosos intérpretes que buscaban complacer a un público más engalanado dejaron de ser eventos esporádicos. Se sumaron también a la lista influyentes artistas como el italiano Andrea Bocelli, quien se presentó el 5 de marzo del 2005 en el Estadio Ricardo Saprissa y el español Plácido Domingo en el 2008, en el mismo recinto.
“Hace años tenía ganas de venir. En dos ocasiones lo intentamos y, por fin, llegó el momento”, dijo Domingo en una conferencia de prensa a sus 67 años, edad con la que desplegó el primer espectáculo en Costa Rica y Centroamérica. “Es emocionante cuando llegas por primera vez a un lugar que solo ha tenido la oportunidad de escucharte en disco compacto, o verte en video”.
No solo las voces potentes de la ópera han conquistado a los ticos más elegantes. Las teclas del pianista francés Richard Clayderman enamoraron en el Hotel Herradura el 14 de febrero de 1995 y las del argentino Raúl Di Blassio en, al menos, cuatro ocasiones: la más reciente en el Teatro Melico Salazar en el 2013.
Carreras destaca también la actuación del monumental violinista estadounidense Joshua Bell en el Teatro Nacional, el año pasado. “A parte de un orgullo y un honor inmenso, fue un riesgo grande (traerlo) porque es un artista de un nivel altísimo, pero no tan conocido en Costa Rica”, aseguró la representante de la productora encargada del evento. “Es un artista que internacionalmente, en violín, uno está hablando de un Pavarotti”.
La aceptación de este tipo de artistas ha sido un proceso lento, también indica, pero ha dado sus frutos. “Creo que la labor tremenda que inició hace muchos años don Nico Baker de la Sala Garbo con Conciertos Internacionales es uno de los antecedentes más importantes en el país. El público poco a poco fue gustando de ese tipo de artista y se fue ampliando”, dice. “Mientras una sociedad esté más educada es una sociedad más libre y civilizada. El público costarricense ha ido ampliando su gusto por diferentes géneros de la música y las artes escénicas y no solamente por la música popular”.