El puente sobre el río Grande de Tárcoles, en Turrubares, se desplomó y quedó bajo el agua debido la crecida del río. En calle Lajas de San Antonio de Escazú, una de las vías y varias casas quedaron cubiertas de piedras y lodo.
La tierra y el agua estrecharon la mano durante la madrugada del 5 de noviembre del 2010 cuando una avalancha de lodo mató a 21 personas y desapareció a 19.
“Subimos a pie, era una calle empinada. Había un punto que ya no era transitable por los restos de piedras. Era un desastre. Bajaba por la cuneta un caudal con barro. Durante la cobertura tuvimos que entrar a un potrero junto a rescatistas para encontrar víctimas. La escena no era nada estético, a los cadáveres los sacaban de las camas porque unas horas antes la gente dormía tranquilamente. Entonces las sacaban envueltos en telas, y los acomodaban unos detrás de otros”, recuerda el periodista Arturo Pardo.
Desde el 2002, un estudio de científicos de la Universidad de Costa Rica alertó sobre el riesgo de deslizamientos en el cerro Pico Blanco, en San Antonio de Escazú; sin embargo esto fue ignorado. La tragedia fue consecuencia de los efectos indirectos de la tormenta tropical Tomás.
Según nos contó La Nación , la ayuda para los afectados fue notoria en Escazú. Los periodistas encargados destacaron labores; un socorrista mantuvo el ánimo arriba para los demás, y como un mantra recitó: “Vamos, necesitamos más hombres para quitar estas piedras, ánimo, sí se puede”.
Los testimonios eran difíciles de leer; lo siguen siendo, como el de Nelsón Rodríguez, quien le contó a La Nación que : “Venía de un curso a las 11 p. m. y cuando llegué a la casa escuché a una señora que buscaba a sus hijos. Me asomé por la ventana y el río estaba muy crecido. Todo parecía una película de terror. En la mañana me di cuenta que la señora había fallecido”.
Durante esa película de terror que relata Rodríguez, el lodo recorrió 700 metros, y nos dejó un luto nacional.