Entrar a una librería no debe ser un acto sistemático ni salvaje. Son espacios para transitar, descubrir, escarbar.
Es como entrar a una cueva no temible, pero para salir ileso es mejor llegar con un guía que entienda lo que hay dentro de la cavidad.
Mi guía desde hace un par de años es Andrea Mickus, la librera de Libros Duluoz en Barrio Amón. Cueva cálida y segura, a la que es mejor llegar caminando; además es parte del concepto: apropiarse de la ciudad.
El domingo 28 de setiembre, Duluoz cumple cuatro años de existencia y sí, que en Costa Rica una librería independiente sobreviva por ese tiempo es un logro inmenso.
En especial porque Andrea se ha dedicado a traer libros de editoriales pequeñas de otros países, que no es tan simple; hay que llamar, facturar, elegir, presionar, rastrear, recoger y ordenar.
“Cuando abrimos era una ridiculez la poca cantidad de libros que teníamos; y después de participar en la Feria del Libro del 2013, pude interactuar con una cantidad grande de lectores”.
Este año, para celebrar el aniversario, Andrea decidió regresar a los inicios, es decir, a los primeros pedidos: Libros del Zorro Rojo (editorial de Barcelona), todos los títulos de Charles Bukowski y el libro de Jack Kerouac, La vanidad de los Duluoz.
Esta librería, también funciona como un punto de distribución para muchos escritores y editoriales nacionales, como la editorial Feliz Feliz. Un proyecto de Diego Arias y Juanjo Muñoz Knudsen.
En un país, en el que a veces parece insolente innovar, ellos hicieron una editorial desde cero para publicar el libro de Knudsen, Genial 2006. “Yo quería hacer las cosas bajo mis propios términos, queríamos también vivir un proceso que se adaptara más a nuestro sentido del humor”, explica Arias.
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Quien también hace uso de la liberaría es Silvia Piranesi, que junto a Esteban Chinchilla (fotógrafo y escritor) fundaron la editorial Ambigú.
Primero hicieron libros de tirajes pequeños para amigos, y eventualmente como todo lo que se hace con el corazón, evolucionó.
Para la feria, hicieron cuadernos y libros cosidos a mano, todo bajo un proceso artesanal. “Esto nosotros lo hacemos por puro amor al emprendedurismo y a la literatura”, cuenta Piranesi, mientras me muestra su nuevo libro de poemas- collage , 52 Poem Requests.
Además de este, llevarán el de cuentos y crónicas de Diego van der Laat, 11 textos temporales y un libro de fotografías por Leo Carvajal, 16 conversaciones conmigo mismo , acompañado de la poesía de Esteban Chinchilla.
“Nosotros tenemos un lema: hacer libros que parezcan cuadernos y cuadernos que parezcan libros, además de que un sello característico es el collage con imágenes y palabras sueltas, que finalmente se leen como un poema”.
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En 1998 nació la editorial Espiral en las manos de Alberto Arce.
En esa época, funcionaba clandestinamente: Alberto sacaba fotocopias con poesía de escritores nacionales y las repartía en talleres literarios en San José.
Unos años después, Espiral existe gracias al trabajo de Alberto, Jonatan Lépiz y Esteban Aguilar.
“Es un logró mantener una editorial exclusiva de poesía durante cinco años y para la feria llevamos tres libros nuevos: uno de Melvin Aguilar, de Alejandra Solórzano y de Diego Quintero”.
Otra editorial que archiva en sus colecciones un pedazo muy grande de buena literatura es Germinal, de Juan Hernández.
Poesía, crónica, narrativa y ensayo. Paralelamente, Juan creó otra editorial: Guayaba Ediciones. Una que le da más libertad: jugar con formatos, tipografías, ilustraciones.
El experimento no fallido de Juan le permitirá llevar (además de la colección existente) a la feria, la poesía completa de Carlos Cortés, el nuevo libro de Samanta Schweblin (Argentina), Combustión humana espontánea de Guillermo Barquero, y un libro de Héctor Burke, Cuadernos del verano .
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Una novedad de la feria de este año es la aparición de las compra y ventas de libros usados. Lugares mitológicos; que como cualquier cueva, si se exploran bien, están llenos de tesoros.
Mariano Víquez es el dueño de Libro Azul, una compra y venta en la Avenida 10, calle 1 y 0, en San José.
“Estoy haciendo una selección bien cuidadosa de los libros, llevo unos 300 que vea, es pura calidad”.
La última feria a la que invitaron a Mariano fue hace más de 20 años cuando trabajaba en la difunta librería El Quijote.
“Yo estoy tan feliz, no sé cómo nos va a ir, pero estoy muy agradecido de que nos tomaran en cuenta”.
Y es que, detrás de lo que veremos en la Casa del Cuño en la Antigua Aduana, el espacio asignado para las editoriales y librerías independientes, hay todo un esfuerzo inhumano de crear, coser, tejer, imprimir, seleccionar, diagramar, perforar.
Todos, un montón de insolentes, codependientes a la literatura, que le ponen corazón y ganas.