En medio de los retos del aumento en el costo de la proteína animal y el crecimiento demográfico, la FAO llama a mirar con interés hacia esta fuente alimentaria.
Comer insectos podría ser bueno para usted y para el planeta. Un reporte publicado en mayo por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO) resalta que los “insectos proporcionan alimento a bajo costo ambiental, contribuyen positivamente a los medios de subsistencia, y juegan un papel fundamental en la naturaleza”.
La FAO subraya la importancia de mirar hacia esta fuente alimentaria –para los humanos y para el ganado– de cara a los retos del aumento en el costo de la proteína animal y el crecimiento demográfico.
Práctica tradicional
Los insectos forman parte de las dietas tradicionales de casi el tercio de la población mundial, y son las sociedades occidentales las que consideran este tipo de alimentación como un tabú cultural.
Los insectos consumidos más frecuentemente en el mundo son los escarabajos (31%), orugas (18%) y abejas, avispas y hormigas (14%).
Entre las ventajas de la producción de insectos, la FAO destaca su alta eficiencia para convertir su comida en masa corporal.
El entomólogo Federico Pacheco, del Museo de Insectos de la UCR, opina que lo que hace falta en Costa Rica es una gran investigación para saber cuáles son las especies en el país que podrían servir de alimentación. No obstante, Pacheco destaca que incluso en la comunidad científica existe un gran tabú con respecto a este tipo de estudio.
Su colega Manuel Zumbado, del Inbio, dice que él sospecha que una especie de esperanza y las larvas de un tipo de escarabajo que crece en la palma africana tienen un gran potencial de convertirse en alimento.
El biólogo está consciente de la resistencia hacia la ingesta de insectos, pero sospecha que es fácil de vencer.
“A nadie se le está pidiendo que se coma un gusano vivo, así como usted no se come un pedazo de pollo crudo y con plumas. Para todo hay una presentación que la hace atractiva al paladar”, dice.
La FAO también es optimista, pues afirma que los patrones dietarios cambian velozmente, sobre todo en un mundo globalizado. “La rápida aceptación del pescado crudo en la forma de sushi es un buen ejemplo”, destaca el informe.
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