Fue como si alguien de La Ultra pasara en medio de la barra de La 12, cuenta el militante político. Marcharon en la Universidad de Costa Rica, por el pretil y la facultad de Ciencias Sociales… con camisas y banderas de su partido.
Jonathan Chavarría, estudiante y funcionario de ese centro académico, fue quien encabezó el grupo, conformado por unos 30 muchachos. “Las caras eran de asombro y hasta de indignación. No hubo agresiones ni insultos y, más bien, a algunos les dio risa; decían que el mundo se iba a acabar, nos tomaban fotos”, recuerda. Jonathan es el secretario general de la Juventud del Movimiento Libertario , y el rostro de varios anuncios que circulan en redes sociales en los que se ataca al partido Frente Amplio y se le cataloga de “chavista y peligroso”.
Este joven, quien está a punto de dejar de serlo, pues tiene 35 años (la edad límite que establece la Ley de la Persona Joven para ser reconocido como tal) está saliendo con una muchacha que también ocupa un puesto importante en la Juventud de un partido, paradójicamente del Frente Amplio.
Henry Salazar no tuvo quien marchara con él en la U. Este vecino de Alajuelita, de 27 años, estudió Relaciones Internacionales en la Universidad Nacional (UNA) y fue presidente del consejo de asociaciones estudiantiles (algo así como una asamblea legislativa universitaria). Él era, hasta donde tuvo conocimiento, la única persona en toda la comunidad estudiantil que militaba en el Partido Unidad Social Cristiana (PUSC).
“Era como el bicho raro; había mucha gente de Liberación y del PAC, y yo estaba solo”, relata. Henry es el presidente de la Juventud del PUSC , agrupación a la cual se integró en el 2006, poco después de los escandalosos casos de corrupción que involucraron a los expresidentes Calderón Fournier y Rodríguez Echeverría, y que dejaron a esa agrupación en cuidados intensivos. Desde entonces, Henry debe cargar sobre sus hombros la etiqueta de “corrupto” que a cada rato le sacan en cara.
A los jóvenes del Frente Amplio , por su parte, nunca falta quien –ya sea un desconocido en la calle o un familiar en algún almuerzo dominical– los señale como “comunistas”, a manera de ofensa.
“Son tantas las cosas las que nos dicen sin fundamento, que ya hasta nos dan risa. Un día, salieron diciendo que éramos nazis”, relata Jorge Calderón, de 24 años y secretario de comunicación de ese grupo político.
Juan Diego Gómez alega que efectivamente hay una “satanización”, pero no contra el Frente Amplio, sino contra Liberación Nacional , partido del cual es el representante de la juventud ante el directorio político. Por ejemplo –afirma– los llaman “pegabanderas”.
“El PLN es un partido de bases, está en todos los rincones. Quien nunca ha pegado una bandera no puede llamarse liberacionista. El problema es cuando al ‘pegabanderismo’ lo censuran y lo catalogan como servilismo. En la Juventud, hacemos muchas cosas más”.
Entretanto, en las tiendas del Partido Acción Ciudadana (PAC), los dardos más frecuentes llevan escrito términos como “chancletudos” o “pseudointelectuales”.
Así lo reconoce sin sentirse ofendido ni darle mucha importancia, José Ricardo Sánchez, presidente de la Juventud de ese partido. Él tiene 24 años; su música favorita es la canción protesta y estudia Ciencias Políticas y Antropología en la UCR. Consciente del cliché de su descripción, se apura a aclarar que existe una gran diversidad entre quienes forman la Juventud del PAC. “El patrón es gente que no está conforme y que no se queda solo en las quejas, sino que toma acciones”.
Estos cinco muchachos han decidido militar en grupos políticos pese a la apatía y el malestar que estos han generado en su grupo etario. Por ello, cada día deben lidiar con prejuicios y críticas, pero cada quien por aparte asegura que lo hace por un asunto de convicción, de principios, y porque cree en su partido.
Todos afirman que la agrupación que integran, a diferencia de “las otras”, sí le da importancia a los jóvenes y los toma en cuenta.
El perfil
Hay muchas similitudes entre los integrantes de las juventudes de los partidos: son gente muy activa, que ha formado parte de los gobiernos estudiantiles en la escuela o el colegio, y ha participado en política universitaria y en movimientos comunales; además, muchos son hijos de regidores o de activistas sociales. El grueso de ellos no trabaja de forma remunerada y vive en la casa de sus padres. La mayoría –sin importar la agrupación– viene de universidades públicas, pero también hay quienes, con más de 20 años de edad, no han terminado el colegio.
Pese a su condición de jóvenes, no escapan a los juegos y los vaivenes de la política. Hay gente de Liberación que se pasó al PUSC; libertarios que ahora están en Acción Ciudadana; seguidores del PAC que se fueron al Frente Amplio, y socialcristianos volcados al Movimiento Libertario.
Entre ellos, se han tejido relaciones de amistad y, por supuesto, de enemistad; compañerismo y hasta relaciones sentimentales, pues no solo trabajan en tiempos de elecciones; su labor es continua: participan en congresos, comisiones, movilizaciones…
El politólogo Luis Vives, de 26 años, detalla que hay dos razones principales que explican la militancia de los jóvenes en la política. La primera tiene que ver con una tradición familiar, es decir, se reproduce lo aprendido en la casa. Esto es común en simpatizantes de partidos más antiguos como el PUSC y el PLN. De hecho, en la Juventud Liberacionista, hay nietos de combatientes de la guerra del 48. La otra causa se vincula con un interés de las estructuras formales de los partidos por buscar gente nueva y en trabajar en una generación de relevo.
“También hay que darles crédito a los jóvenes; ellos están interesados en participar, en construir un proyecto-país”, manifestó el experto.
La población joven cumplirá un rol trascendental en las elecciones del 2 de febrero pues quienes tienen entre 18 y 35 años representan un tercio del total del padrón electoral. La última encuesta de la firma Unimer para el diario La Nación señaló que el 74% de los probables votantes en ese rango de edad están dispuestos a votar , aunque muchos aún no deciden por quién.
Justamente, una de las labores principales de las juventudes políticas es convocar a los jóvenes, darles formación ideológica y preparación política. Realizan además acción social, proyectos comunales y colaboran en la redacción de proyectos de ley o políticas públicas.
Los motivos
“Hay gente que cree que uno está aquí para ver qué agarra. Si fuera por plata, me dedico a Economía y a Derecho… La política es desgastante; en un mismo fin de semana, voy a Bribrí y a Los Chiles a hacer campaña…” responde Eduardo Rodríguez, presidente provincial de San José de la Juventud Liberacionista, ante la pregunta de si esta agrupación es una catapulta política, una forma de buscar ganancias.
Eduardo, de 25 años y estudiante de Derecho en la UCR y de Economía en la UNA, reconoce que en el PLN se han cometido errores, pero que eso es parte de lo que implica gobernar por tanto tiempo.
“Si la pregunta es que si quiero aspirar a puesto de elección popular, no; en este momento no es mi aspiración, pero yo sí veo a Juan Diego diputado, es un gran líder”, dice Eduardo en referencia al representante del directorio de la Juventud, Juan Diego Gómez.
Tanto Juan Diego como Eduardo tienen toda la pinta de dirigentes cantonales: su manera de hablar, de expresarse y su gusto por el color verde, el cual caracteriza la ropa que visten.
Ambos llevan varios años participando en procesos electorales del partido y ambos son hijos de expresidentes municipales josefinos.
En algún momento, fueron rivales –tendencias dentro de la Juventud– pero ahora se dieron la mano para trabajar juntos.
Juan Diego es de Hatillo 3 y se siente orgulloso de serlo; dice que vivirá ahí toda la vida. Estudia Contabilidad y maneja un “Johnny móvil”, un carro lleno de calcomanías de su candidato.
“Estoy aquí por los principios, por la ideología y por la socialdemocracia”, sostiene Juan Diego, quien desde niño trabaja en el partido como guía electoral y no esconde su pretensión de, algún día, probablemente con el respaldo de Eduardo, llegar a ocupar una curul.
“Quiero quitar ataduras, construir una mejor sociedad”, resaltó.
El discurso de José Ricardo Sánchez, del PAC, suena menos proselitista. En ocasiones, dados los términos y el tono que usa, parece un académico dando clases. En la entrevista lo acompaña Ana Rita Arguello, politóloga de la UCR, de 23 años, quien habla con propiedad sobre temas de género y derechos humanos.
Se acercaron al partido cuando eran colegiales, por medio de los comités patrióticos del “NO”, en las vísperas al referendo del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, en el 2007.
“En este partido, uno se vincula sin la promesa de algo, sin la promesa de trabajo o de una beca. Venimos a servir, no a servirnos”, sostuvo José Ricardo y citó como ejemplo que ninguno de los actuales candidatos jóvenes a diputado fueron dirigentes de la Juventud, lo que para él demuestra que la agrupación que dirige no es un trampolín.
Para Rita, lo que los mueve es el compromiso y la satisfacción de ver que se trabaja para mejorar el país.
La lucha contra el TLC también es uno de los elementos que agrupó a los jóvenes del Frente Amplio en esa agrupación, así como la admiración que tienen por las figuras de José Merino, fundador de la agrupación, y José María Villalta, candidato a la presidencia.
En la entrevista, se muestran muy serios y pronuncian con cuidado cada una de sus palabras, aclarando cada detalle, como si estuvieran a la defensiva por los ataques que ha sufrido el partido de boca de simpatizantes de otras agrupaciones, lo que Villalta ha llamado “ campaña sucia ”.
“No es que estamos a la defensiva; es que estamos atentos a lo que se nos puede venir encima. Esos ataques nos han hecho ser mejores”, expresa Jorge Calderón, estudiante de Comunicación Colectiva de la UCR y de 24 años de edad.
Sofía Posada, de 32 años y graduada en Administración de la U Latina, añade que la campaña de ataques no la ha tomado por sorpresa; que, de hecho, esperaba un ambiente similar al que se vivió en el 2007 con el TLC, cuando ella se vinculó al partido. Ahora es integrante de la comisión política.
Sofía y Jorge aseguran que su militancia obedece al ideal de la construcción de una mayor justicia social, y agregan que la defensa de los derechos de las minorías es uno de los principales factores que atrae a los muchachos al Frente Amplio.
“No asistimos a marchas encapuchados ni tiramos piedras. Participamos en manifestaciones que nos parecen justas y tratamos de incidir en la actividad para que se desarrolle de forma responsable”, detalla Calderón cuando se le pregunta sobre el estereotipo que existe en algunos sectores sobre los frenteamplistas.
Cambio
Jonathan Chavarría, secretario de la Juventud del Movimiento Libertario, es vecino de San Juan de Dios de Desamparados. Antes de impulsar la llegada de Otto Guevara a Zapote, era militante de la Unidad Social Cristiana, pero se fue por que sintió que ahí no le daban chance a los jóvenes.
“No hicimos la marcha por la U como una provocación, sino para que la gente vea que también hay libertarios ahí. Pocos, pero hay”, manifestó en referencia al hecho descrito al inicio de este artículo. Él es estudiante de Farmacia y trabaja como técnico de farmacia en un programa de salud de la UCR, mas pidió un permiso laboral para dedicarse tres meses a la campaña.
Junto con Jonathan Chaves, de 24 años, y estudiante de Ciencias Políticas también de la UCR, brindó la entrevista de forma coloquial y sin muchos formalismos.
Los dos Jonathan señalan que sus principios libertarios son fuertes y repiten el discurso de Guevara de “no más de lo mismo”.
Chaves opina que hay un aporte importante de la juventud en los temas económicos, así como en la colocación de signos externos: “Pegar banderas o llevar los sánguches se ve como algo negativo, pero alguien tiene que hacerlo. Es un aporte importante, lo que debería preocupar es si a esa persona se le limita solo a eso, porque debería hacer algo más, ir escalando en el partido”, dijo.
En el caso de Henry Salazar, fue la situación de su cantón la que lo movió a participar en política. “Alajuelita está en los últimos lugares en el índice de desarrollo, hay mucha droga y pocas oportunidades. Yo pede estudiar y salir adelante, pero para la mayoría, es muy difícil”, cuenta Salazar, quien trabaja como asesor del PUSC en la Asamblea Legislativa.
Él sostiene que las luchas sociales que dio el partido lo sedujeron, pese a los cuestionamientos que hubo después. Con él coincide Álvaro Ramírez, de 27 años, quien desde esta campaña electoral labora con la Unidad Social Cristiana tras abandonar al PLN, pues afirma que allí los jóvenes no son tomados en cuenta.
Ramírez apoyó al antiguo candidato, Rodolfo Hernández , quien renunció al cargo dos veces tras señalar la existencia de “puñales” y de “corruptos” en la agrupación.
“Yo creo que fue una actitud responsable, él entendió que no iba cumplir con el PUSC y se fue”, considera Álvaro, locutor en una radioemisora cultural de Puriscal, y quien abandonó el colegio en sétimo año.
“No podemos seguir mirando al pasado, hay gente que ha cometido errores pero debemos construir y mirar al futuro”, añadió.
Henry, por su parte, sabe que la tarea para hacer que el PUSC gane popularidad es complicada, mas asegura que se debe apelar a los valores socialcrisitianos. Él no niega su pretensión de volverse diputado. “Para eso hay que trabajar; estar en la Juventud no me garantiza nada, hay que ir a elecciones, hay que ganarse el puesto”.
Incidencia
¿Cuánta trascendencia puede tener el trabajo de los jóvenes en los partidos políticos? ¿Lograrán cambiar la política tradicional o esta terminará por absorberlos? El politólogo Luis Vives dice que lo ideal es que los partidos entiendan la necesidad de un refrescamiento y abran oportunidades reales para que los jóvenes se involucren. Sin embargo, admite que ese escenario se vislumbra distante, por lo que los muchachos deben abrirse su propio camino.
Recordó además que también se puede incidir en la sociedad dentro de otros colectivos, no necesariamente en agrupaciones políticas; por ejemplo, en movimientos ecologistas o de defensa de los derechos humanos.