Se juntó de nuevo el hambre con las ganas de comer. La comedia teatral que marcó la Costa Rica de los 90, retratando personajes del pachuquismo tuanis, del maicerismo, del español que no pronuncia la d (¿ veá ?) e introduce la rssshh ( vea a verssshh ), regresó este año llenando a reventar el Teatro Melico Salazar.
María Torres es el hambre y Marcia Saborío, las ganas de comer. Las actrices, que lanzaron la popular obra Gallito pinto cuando eran eran treintañeras, se reencontraron este 2016 en las tablas con 57 y 53 años, respectivamente, y con la risa intacta.
“Estaba ahí la misma química como si la hubiéramos guardado en una cajita de oro por 20 años. Ahí estaba la misma química, la misma dinámica, el mismo humor, la misma chispa”, relató Saborío.
“Porque María y yo tenemos una conexión: una mirada (de ella) y ya sé qué es lo que va a hacer. Después, yo le tiro algo y ella se cuelga. Ella tira algo y yo me voy por ahí. De verdad, fue el hambre con las ganas de comer. Sí fuimos un fenómeno y este fenómeno nos lo confirmó; fue de locos, la gente quedó con ganas de más”, continuó.
Este año, más de 20.000 personas asistieron a ver Gallito pinto 3. María y Marcia llenaron 20 funciones, nueve en el Melico y 11 en giras por las provincias.
Lo lograron 18 años después de su última presentación de Gallito pinto 2 y 13 años después de emitir el último programa televisivo de Caras vemos .
El primer Gallito pinto se produjo en el Teatro El Ángel entre 1995 y 1996, mientras Gallito pinto 2 llegó a las tablas entre 1996 y 1998.
Caras vemos llegó a la televisión nacional, por canal 7, entre 1999 y el 2003. Desde entonces, el hambre y las ganas de comer se separaron por 13 años.
¿Cómo nació?
Una obra de teatro llamada Brujas , al amparo del actor y director Luis Lucho Barahona, fue el punto de encuentro entre María y Marcia. Ambas se conocían en el ambiente del teatro, pero nunca habían coincidido en una escena.
“Solo una vez habíamos estado juntas cuando Lucho nos llamó para trabajar en la obra Brujas, de Santiago Moncada. Ahí fue donde realmente trabajamos juntas por primera vez”, recordó Marcia.
“Porque éramos amigas de toda la vida, nos habíamos encontrado siempre”, agrega María.
“En la calle nos encontrábamos”, agrega Marcia. “Nos tomábamos un café, nos contábamos la vida, los milagros y las tragedias”.
“Teníamos vidas muy paralelas, casi que nos sucedía lo mismo y siguió siendo así”, añade María.
¿En qué se parecían sus vidas? “En los hijos, los desamores, el trabajo, eh, los amores. Aun cuando nos separamos, siguió siendo así”, dice su compañera.
En aquella época, ambas trabajaban de lleno en teatro. María, además, había hecho televisión en La lucha de Lucho ; Marcia laboró en radio en La patada , del fallecido Parmenio Medina, y en el programa La cuatrufia.
—¿Y cómo nació Gallito pinto ?
—Marcia: Mucho nace de un café- concert (actividad en la que la gente se toma algo mientras disfruta de un espectáculo); Lucho trae unos textos, yo tenía algunos personajes.
— María: Yo tenía otros.
—Marcia: Y el texto nos generó producir otros como a...
— María: A Elodia, las españolas...
— Marcia: No, a Elodia vos la tenías.
— María: No, Elodia había medio nacido en Los sueños eróticos de un seductor ; había una imagen incipiente de lo que podía ser Elodia, pero no era. Elodia nació en el Gallito pinto, en el primero.
— Marcia: Con Shirley pasó igual porque en La patada estaba Karla Vanessa Wendolin Patricia y era esa vocecilla, pero no tenía apariencia física. En el Gallito pinto le dimos cuerpo.
—María: Empezamos a hacer contrapartes. Yo tenía a la tía Maricucha; entonces, qué rico fue traer a Shirley para que estuviera ahí. Yo tenía a Lucerito; entonces, Marcia tenía a...
—Marcia: Salió Thalía... Yo no tenía la policía, pero María sí tenía la Chepa; entonces, hicimos a la Cabo López, que se le guindó. Pero como todo mundo lo dijo y, es verdad, se juntó el hambre con las ganas de comer. Y eso se juntó en el camerino de Brujas porque, mientras estábamos dentro ( María se ríe ), ese camerino era un chispero, un chispero.
—María: ¡Ay, cómo gozábamos!
—Marcia: Gozábamos, inventábamos, revisábamos, hacíamos tanto loco en el camerino.
—María: Siempre con Lucho Barahona. Brujas tuvo que ser en el 93 o 94, pero, en realidad, el hecho de encontrarnos, trabajando juntas, fue muy divertido. Lucho propuso hacer un café- concert . A mí me dijo que hiciera uno personal. Yo le dije que no, que si lo hacía, lo hacía con Marcia. Cuando Lucho pensaba el nombre, Marcia dijo: ‘Esto es como más típico, hagamos un gallo pinto; es una mezcla de todo’’. Y terminó siendo Gallito pinto . No te imaginás lo que fue cuando Marcia vio a Elodia por primera vez.
—Marcia: Yo no la conocía. Le dice Lucho: ‘María, ¿por qué no te hacés aquel personaje, el de las trenzas?’. Y yo detrás del palo. Duramos una semana para yo reponerme; cuando yo la vi, me senté a llorar de la risa y yo decía ‘no puedo’ hasta que, poco a poco, de tanto ensayo, lo fui asimilando, pero era imposible. Hicimos una patrona para que saliera Elodia. Los creamos para el teatro, pero Caras vemos hizo que los criáramos, les dimos vida, les dimos pasado, presente, futuro.
* * *
Fue así como nacieron personajes como una empleada doméstica, la dueña de una soda con un nombre lleno de santos y vírgenes, como bautizaban antes los ticos a los recién nacidos; una patrona, una niña chineada y un par de pachucas buena nota, de corazón noble.
El hambre y las ganas de comer son josefinas de cepa. María creció en los barrios del Sur, entre la Carit y la Estación del Trenes al Pacífico, “diagonal al kínder de la Ricardo Jiménez, donde antes había una gran plazoleta y se veían los pleitos de los del Liceo de Costa Rica”, que ella salía a ver, por cierto.
Marcia es de plaza González Víquez y solía andar en bici cleta hasta San Cayetano.
De ahí que sus personajes salen de barrios como estos, con casitas de madera, sencillas. “Diestre no podía vivir en una casa elegante, sino de madera, bonita. Las viejitas en una casa vieja. Checho y su esposa Zaida Alejandra vivían en mi casa. La tía y Shirley en la casa de Marcia”, relata María.
“Nos inspiramos en nuestra propia Costa Rica, lo que vimos en la calle. Cuando uno hace un alto en la calle, para dejar que la gente pase, ahí pasan todos”, dice Marcia.
¿Por qué se separaron?
En el 2003, cada una se abocó a su siguiente proyecto, aseguran. Ambas abrieron una sala de teatro.
“Siempre hubo más elementos externos que internos”, manifiesta Marcia.
María agregó: “Si nosotras hubiéramos tenido un malentendido tan grande, un enojo tan terrible, no nos hubiéramos reencontrado con la misma química. No pasó más que lo que pasó alrededor de nosotras, pero nosotras seguíamos siendo las mismas y eso se demostraba cada vez que nos topábamos”.
La producción de la película El lugar más feliz del mundo provocó el reencuentro. Aunque no trabajaron juntas...
“No coincidíamos con los compromisos, pero sí nos encontrábamos y lo conversábamos como una posibilidad. No le pusimos fecha ni apuramos nada; se vino gestando y, con esta película, tuvimos la oportunidad de conversar y acercarnos más íntimamente sin circunstancias externas, sin presiones de ningún tipo”, explicó Marcia.
“No queremos saturar a la gente. Nos han ofrecido anuncios; antes lo hacíamos todo al mismo tiempo, ahora por etapas. Uno se tiene que dosificar a estas alturas, uno ya no es tan joven. Lo sentimos en las lumbares, en las cervicales, en las rodillas”, expresa María.
Otro país, pero el mismo humor
El país al que regresaron el hambre y las ganas de comer no es el mismo.
“A nosotras nos tocó lo de Parmenio Medina (el asesinato), y lo dijimos: es la puerta que se abre”, cuenta Marcia.
“Se abrió un portillo al sicariato que la gente no quiso ver”, detalla María.
En este relanzamiento, debieron cancelar la gira a Limón por la ola de violencia que se produjo. “Fue una cosa terrible. Uno ama a Limón, ama a su gente”, dicen ambas.
¿En la segunda década del siglo XXI todavía existen ese tipo personas que inspiraron los personajes de Gallito pinto ? “Todavía, pero el país está muy cambiado. Nosotras pertenecemos una generación que vivió lo que tenían los abuelos y los papás, y hoy nos toca el inicio de la tecnología. Somos de una generación que ha estado en la mitad de todo”, contesta María.
Marcia añade: “A nosotras nos hablan de la Costa Rica vieja y la vivimos, y toda la transición: la caída del muro (de Berlín), la llegada del hombre a la Luna... Nosotros estábamos tan maravilladas con la tecnología, que llegaba el fax, el teléfono, que no nos dimos cuenta en qué momento empezó a cambiar Costa Rica y se nos perdió. Los hijos dejaron de jugar en la calle. Somos una generación que pasó de la ciencia ficción a la realidad; solo el Agente 86 hablaba por el zapato. Y Perdidos en el espacio , por una pantalla”.
Hoy, Gallito pinto está en Facebook y, en cuestión de cinco semanas, tenía 10.000 “me gusta”.
El primer contacto de la obra con la tecnología fue un video que se grabó para el formato VHS en los años 90. Se grabaron 1.000 videos y se fueron a dar hasta Dinamarca, Estados Unidos o Italia.
“Era una locura cómo las familias lo compraban para mandarlo al exterior porque se volvió un producto de exportación para que la gente recuerde Costa Rica , el gallo pinto . La gente ama Gallito pinto porque le recuerda esa Costa Rica que todos añoramos: Thalía y Lucerito son ese par de pachucas, buena nota, breteadoras, que no le tienen asco a nada, que hacen lo que se pueda, pero no son maleantes, son mujeres como nosotras, solteras, sacando adelante a sus hijos. De alguna manera, cada uno de los personajes tiene mucho de nosotras, porque nosotros también somos madres solas que sacamos a nuestros hijos adelante; sacamos a los hijos adelante con humor”, enfatiza Torres.
Según las actrices, las nuevas generaciones ríen con el humor de sus personajes de los 90.
“Bailan con nosotros, se suben al escenario, juegan con nosotros. Es que nuestro humor es muy sencillo, muy blanco, muy familiar; son personajes que la gente siente accesibles”, comenta María.
Marcia confirma: “Un niño de esta generación no tiene nada que entenderle a una tía loca que a lo mejor tienen... Hay un niño que se subió a bailar con Thalía y Lucerito, y la mamá nos escribió para decirnos: ‘Fue la primera vez que bailó’. La tía y Shirley le dieron un regalo a un niño y se bajó a dárselo a la mamá. Chicho y Checho tienen un celular que es un gajo y le piden al público que se hagan un selfie . Quitamos a la patrona por Diestre. Elodia está planteando que bailemos”.
Vivir con la fama
En el ámbito artístico, Marcia y María son conscientes de que dan la cara por el país.
—Marcia: Una vez me pararon en Houston; la oficial se me queda viendo, yo hablo perfecto inglés, pero te lo voy a decir para agilizar ( se ríe ). Les dije que era actriz y llevaba personajes. La oficial me dijo: ‘¿Cualquiera la conoce en su país? ¿Yo le puedo preguntar a cualquiera de esos que viene de ese avión de Costa Rica y me va a decir que la conoce?’. Pasó una muchacha, le preguntó y respondió: ‘Claro, es una de las mejores actrices que tenemos en el país’. Yo tenía la certeza.
—María: Al principio fue muy complicado ni los futbolistas tenían ese nivel de fama.
—Marcia: Se nos fue de las manos. En el Gallo pinto 2 dijimos: ‘Pongámonos zapatos de plomo para que no se nos vaya la caca a la cabeza’. María y yo teníamos que irnos del país para poder vacacionar (salían las dos juntas con sus hijos).
—María: Yo iba a almorzar con mis hijos al Mall San Pedro, un domingo, y había gente que se sentaba con nosotros en la mesa y yo les decía: ‘¿perdón?’, y me decían: ‘Es que quiero estar aquí’. ‘No señor, estoy almorzando con mis hijos’. Me decían: ‘No, no se preocupe; yo solo quiero verla comer’. Y me tenía que levantar, pedir para llevar y a meterse en la casa, a encerrarse en la casa. Había gente que me golpeaba para que yo me volteara. Ahora, son los selfies ...
—Marcia: Uno nunca trabajó para la fama, por eso es nos agarró desprevenidas. Debimos asumir la responsabilidad de que somos del pueblo.
Saborío puntualizó que, si bien el 99% de la gente es respetuosa, un 1% no y hay desde gente que creía que debían andar contando chistes en la calle o “mozotes que vienen a echar el ruco porque se creen guapos o no sé”.
En fin, a punta de actuaciones, cada una sacó adelante a sus dos hijos: Marcía a Ariana, de 32 años, quien estudió Enseñanza de las Artes y Artes Plásticas, y a Fabricio, de 22 años, antropólogo y productor audiovisual. María a Simón, de 29 años, administrador, y a María José, de 20 años, teatrera. Esta hija, que nació cuando acababa el primer Gallito pinto, ahora está en el fondo de los escenarios, manejando las luces, lo que llena de orgullo al hambre y a las ganas de comer.