Ella fue la que me parió. Me la mientan muy a menudo, pero (casi) siempre es por buenas razones. Para ustedes, es Amelia Rueda. Para mí, es Ruedis.
Soy el segundo de sus tres hijos, el único varón y el único que decidió seguirle los pasos. Amelia (41 años), mi hermana mayor, es economista; Susana (34) es cirujana.
Justamente por ser el (otro) periodista de la familia, la Revista Dominical me propuso entrevistar a mi madre, que también es mi jefa (soy el editor ejecutivo de ameliarueda.com).
A ella, el plan la cautivó de primera entrada. A mí me impuso el gran reto que supone navegar en dos aguas: alejándome del ser querido lo suficiente para cuestionarla como figura pública, pero a la vez, adentrándome tan profundamente como me lo permitiera, para revelar algo del maravilloso ser que esconde la cara que todos ven.
Debo reconocerlo, yo llegué con ventaja: ella ha sido mi maestra de periodismo. Conversamos –no de “vos”, porque le hablo de “usted”– durante una hora, 12 minutos y 47 segundos. Lo mejor de nuestra charla –espero– está aquí:
–Empecemos hablando del éxito. ¿Se acostumbra uno a tenerlo?
–En periodismo, es difícil definir el éxito. A esta altura de mi vida, he aprendido a saborear como éxito cuando la gente me para en la calle para hablarme de un problema que tiene, cuando me recuerdan por mi trabajo en televisión o cuando los muchachos –incluso niños– me felicitan o critican por lo que hago en la radio y en la web.
– ¿La asusta perderlo?
–No. En esta profesión uno puede estar muy arriba y, de repente, puede desaparecer y volver a crecer otra vez. Eso me pasó a mí cuando salí de la televisión y me inicié en la radio. Veo el éxito como un logro importante en la vida, que me da satisfacción, pero no me asusta no tenerlo.
–¿Qué es lo más incómodo de ser una periodista incómoda?
–Que alguna gente piense: ‘qué señora más necia’ o ‘qué majadera’, y no entienda que necesariamente tengo que ser incómoda cuando hay temas importantes y polémicos. Hay gente que no ve el esfuerzo que uno hace por llegar al corazón de muchas noticias y de hacerlo en vivo.
– ¿Cómo definiría su estilo, aparte de ser incómoda?
–Yo no soy una periodista incómoda. La gente sabe de antemano que soy una periodista que cuando tiene que preguntar algo, lo pregunta. Tampoco creo que sea una periodista irrespetuosa. Soy insistente, soy incisiva. Soy fuerte para preguntar.
–A veces –muchas, en algunos casos– interrumpe a sus entrevistados y no los deja terminar ideas. ¿Qué es lo que la desespera?
–Cuando yo interrumpo y a veces de forma insistente, es porque la gente no me está contestando o se está yendo por otro lado. Eso me desespera. También interrumpo porque la gente en redes sociales participa y me manda a decir: ‘no le están diciendo nada’.
–Pero esa insistencia puede rayar en el irrespeto.
–No creo. Tanto que hay gente que admira eso en mí. En general, al costarricense no le gusta que uno hable directo ni un poco fuerte. Es algo que choca culturalmente.
–Pero usted puede ser muy dura.
–Yo soy muy dura cuando la persona que estoy entrevistando está zafándose.
–El 12 de abril, un día después de los enfrentamientos entre ciudadanos y policías en Alajuela, la presidenta Chinchilla le dio la única entrevista sobre ese bochornoso capítulo. Usted le preguntó lo fundamental, pero le faltó “arrinconar” a la mandataria, como lo hace con los entrevistados que le contestan tan flojo como ella lo hizo. ¿Qué la detuvo?
– Nada me detuvo. Siempre lo he dicho, para mí, el Presidente representa a la mayoría de un país que lo eligió y siempre trato de que ellos puedan explicarse cuando algo pasa.
–Entonces, el hecho de que sean presidentes hace que usted deje de hacer preguntas que pueden ser consideradas “irrespetuosas” pero que son preguntas necesarias.
–No creo que deje de hacer preguntas necesarias. Yo nunca he dejado de preguntarle a un Presidente lo que tengo que preguntarle.
–¿Con qué entrevistado sí se le pasó la mano?
–No recuerdo que se me haya pasado la mano con algún entrevistado. He preguntado cosas muy duras. A Noriega le pregunté si había asesinado a Hugo Spadafora. Noriega se me vino encima. Se le pregunté y se lo pregunté en Panamá. Eso no me parece irrespetuoso.
–Entonces no hay preguntas irrespetuosas.
–No. Hay preguntas duras y directas.
–Cuando fue canciller, Roberto Tovar Faja, le ofreció una disculpa después de un duro intercambio que tuvieron al aire. ¿A quién le debe usted una disculpa?
–A cualquier persona que se haya sentido irrespetada por mí o que haya creído que mi forma de entrevistarlo lo afectó de alguna manera. Pero yo no me siento mal de haberlo hecho porque esa nunca es mi intención.
– ¿Con quién no se disculparía?
–Con ninguna persona que me falte el respeto.
–Usted se opuso abiertamente a la refinería en Moín. ¿Por qué toma partido en muchos temas?
–Yo tomo partido porque el periodismo ha evolucionado mucho. Yo hago periodismo de opinión. Nuestra Voz es la voz de todos, pero también es la mía, y yo opino. Sobre la nueva refinería, el tiempo me dio la razón.
–¿Qué le responde a quienes dicen que usted se apunta con ciertas causas por algo más que convicción? Por ejemplo, que si usted cree y apoya la diversidad sexual es porque es lesbiana o que si impulsa el uso de carros eléctricos es porque le pagan.
–No me atrasa la gente que piensa así. Yo no actúo de esa manera. Hace muchísimos años, cuando asumí por primera vez la dirección de un medio de comunicación, decidí abrirle espacios a la gente que yo creía que no los tenía: gente de la tercera edad, jóvenes, personas con sida. Y asumí abrir espacios no solo por abrirlos, sino para profundizar sus derechos.
Innovadora
–¿Por qué cree que se ha convertido en un referente obligado?
–Tengo una carrera consistente de casi 40 años, durante los cuales la gente me ha conocido como yo soy. Me identifico con los problemas de la gente, busco respuestas y, muchas veces, logro soluciones.
–En el 2008, usted introdujo el uso de redes sociales en los medios de comunicación ticos. Mucho de su trabajo se alimenta de ese contacto con la gente, pero también la expone diariamente a lo que dice la gente. ¿Cómo hace para no “endiosarse” con todo lo positivo que le dicen y para no “podrirse” con lo malo?
–Me ha costado entender que la gente insulte, no solo a mí sino a las otras personas. Me duele que haya gente que reiteradamente use ese lenguaje. Lo entiendo como parte de la dinámica, pero me gustaría ayudar a cambiarla. “Endiosarme”, para nada.
No soy una persona que se sienta muy salsa porque ha logrado lo que ha logrado en el periodismo. Es a lo que tenía que aspirar.
”Cuando la gente llega y me pide autógrafos, no me gusta. Cuando la gente me pide sacarse una foto conmigo, no les digo que no, pero yo no soy una artista, siempre lo digo”.
–Yo soy bastante duro con usted cuando se trata de evaluarle el trabajo, pero usted siempre escucha y rectifica cuando cree que estoy en lo correcto.
–Y así soy en mi vida. Yo siempre aprendo. Sí tengo que ser segura de mi trabajo, y lo soy, pero nunca me he creído perfecta.
–¿Qué opina de quienes la intentan copiar? Y no me refiero a Camelia Llanta.
–No pienso nada. A cada rato, tengo que estar cambiando el programa de alguna manera e inventando cosas. Si en Costa Rica a la gente no le diera miedo sacar su talento y desarrollarlo, la competencia sería más bonita.
–¿Cómo resumiría la fórmula de su éxito?
–Ah, yo soy muy persistente. Inteligente, primero. Soy una persona que no cree en las recetas. Creo en el cambio constante de las cosas. En 40 años de carrera, he hecho reingenierías “n” cantidad de veces. Soy muy comprometida con mi trabajo. Mi vida siempre ha sido el trabajo y atender a mis hijos.
–Yo diría que es atrevida y se arriesga…
–Sí me arriesgo.
–Usted apostó por la radio cuando era un medio alicaído y fundó un sitio web cuando muchos veían Internet solo como un accesorio. ¿Quién le enseñó a arriesgarse?
–Sí tuve una gran profesora que fue mi mamá. Fue una mujer que solita, extranjera y viuda en Costa Rica, se arriesgó cuando hubo que arriesgarse, para poder sacar adelante a su familia.
”También tengo una gran visión. Cuando llegué a la radio y vi que se desperdiciaba su potencial con una lectura de periódicos, me lancé a hacer algo diferente.
”Cuando aparece Internet y vos me hablás sobre el tema, y veo las posibilidades para el periodismo, dije: ‘aquí hay que arriesgarse’. Con el apoyo tuyo, hemos hecho cosas muy importantes en la web. Eso también me da fuerzas para seguir abriendo brecha”.
–¿Puede ser el periodismo un buen negocio?
–El periodismo, como cualquier otra actividad, debería ser un buen negocio.
”Si un medio no se sostiene financieramente, no puede tener mejores herramientas para hacer un mejor periodismo”.
Eso no quiere decir que uno vende las noticias o vende la información.
–Y no le ha ido mal.
Para nada. Me ha ido muy bien.
–¿Cómo hace para separar a la empresaria de la periodista?
–Yo soy periodista ante todo. Nunca nadie puede decir que yo le he cobrado un cinco por hacer o no hacer alguna información.
–¿Tiene precio?
–No
–¿La han intentando comprar?
–No, no, no. La gente me respeta mucho a mí.
– ¿Para quién trabaja Amelia Rueda?
–Yo trabajo para Costa Rica, para mí, para mis hijos, que se sientan orgullosos de mí. Trabajo para la gente que trabaja conmigo, para poderle pagar cada mes la planilla y para que también se sientan orgullosos de trabajar en un medio como ameliarueda.com.
–El próximo año cumple 40 años de carrera. ¿Ya le puso fecha a su retiro?
–No.
–¿No piensa en eso?
–No es que no piense. Yo me dejo llevar por la vida. Cuando tengo un reto en frente, lo estudio y si me gusta, lo asumo, y lo asumo totalmente. Eso me pasó con AmeliaRueda.com.
”Me han planteado volver a la televisión y yo he dicho que no. Vamos a ver hasta dónde la vida quiere que siga trabajando”.
– ¿Alguna vez se cansa de lo que hace?
–Me aburro muchas veces, cuando todo es lo mismo.
–¿Le han ofrecido un cargo público?
–Me han dicho en muchas oportunidades que lo piense: hasta de presidenta y vicepresidenta, pero no me interesa. Yo no tengo carácter ni formación de político.
–¿Usted ha pedido un puesto político?
–Nunca, nunca. Cuando me he quedado sin trabajo, que me ha pasado, he ido a buscar uno o he creado el propio, pero en periodismo. Así nació Nuestra Voz , cuando salí de canal 2.
–¿Es liberacionista?
N’hombre . Yo no soy de ningún partido político.
–Pero usted sí militó en la izquierda en sus años universitarios.
–No, yo soy revolucionaria. Yo creo en que hay que cambiar las cosas que no están bien.
Los hijos
–Usted no planeó ser mamá, por lo menos no a los 20 años. Terminó teniendo tres hijos. ¿Qué ha sido lo mejor de ese “accidente”?
–Yo no planeé tener a ninguno de mis tres hijos porque en la época en que me casé y quedé embarazada, nadie tomaba pastillas ni se hablaba del condón.
”Pero qué maravilla que la vida me haya permitido tener tres hijos que corrieron conmigo y me ayudaron siempre, con una vida tan sacrificada, tan accidentada”.
– ¿Y lo peor?
–Las mamás no pensamos así. No creo que haya habido nada malo. Yo tuve que trabajar para mantener a mis hijos. Ni siquiera pude plantearme la opción de quedarme en la casa cuidándolos. Entonces qué era lo que yo pensaba: ‘quiero ganar bien, quiero tener una casa bonita, quiero que mis hijos tengan una buena educación’.
Si yo tuviera que decirle algo a ustedes tres… ( se le humedecen los ojos y la voz comienza a entrecortarse ) yo les diría que ‘muchas gracias, porque siempre me hicieron todo muy fácil’.
–En una conversación con amigos, usted admitió que fue una madre sobreprotectora. ¿Se excedió?
–A la gente que amo, que amo entrañablemente, la cuido todo el tiempo. Tal vez es porque mi papá se murió cuando yo era pequeñita y yo lo estaba esperando y nunca llegó ( el llanto vuelve a dificultarle el habla ). Entonces me quedó ese miedo de que si no cuido a la gente que amo, la puedo perder. Sí, cuido mucho a la gente que amo.
–Nos tenía prohibido consumir drogas, pero recuerdo que nos decía que prefería que fuéramos a la casa que a un motel. ¿Cómo definiría su estilo como mamá?
–No creo en prohibir por prohibir. Las drogas las aborrezco, porque conozco a gente que perdió su vida por comenzar con marihuana y terminar en otras drogas. Cuando ustedes eran adolescentes, era la época en que atacaban a muchas parejas en carros, y les decía eso para protegerlos.
”Soy una mamá librepensadora, como muchas de mi generación, que todavía asusta a los hijos cuando habla de esas cosas”.
–Por muchos años, discutimos porque usted se metía un poco en mis asuntos, pero recuerdo que todo cambió cuando le marqué la cancha y usted aceptó verme como un adulto. Desde entonces, nos hablamos con absoluto respeto y total franqueza. ¿Por qué cuesta tanto que los padres y sus hijos hablen de tú a tú?
–Porque los papás no hacemos bien el ‘clic’ de cuándo nuestros hijos dejaron de ser nuestros hijos y necesitan su libertad. Yo no manejo ‘culpas’, no me gusta eso porque crearía una relación enferma con mis hijos. Sé que mis hijos ya volaron del nido. Eso no solo significa que ya no viven conmigo; significa que ya tienen su vida propia y toman sus decisiones propias. Además, es una experiencia muy linda verlos cómo toman sus propias decisiones.
–Y eso nos ha ahorrado un montón de problemas.
–Sí, y agradezco mucho que ustedes –cada uno a su manera– me lo haya dicho con una profunda delicadeza. Porque sí voy a decir que, en el plano afectivo, soy una persona totalmente contraria a lo que ve la gente. Soy una persona muy delicada.
–Claro, uno como hijo también debe entender que los padres son adultos, tan independientes como uno. Y respetar decisiones de los papás en las que uno no se mete, aunque quiera meterse, ¿no?
–Yo también creo eso. Claro que uno respeta la independencia de sus hijos y que sus hijos respeten la de uno, pero uno entiende que los hijos lo quieran sobreproteger. Lo más importante de rescatar es el respeto y la solidaridad.
–Lo “común” es que los hijos les reclamen cosas a los papás, pero supongo que los papás también tienen reclamos para sus hijos.
–No, a mí me da mucha pereza que los hijos me reclamen.
–¿Tiene reclamos para sus hijos?
–No, ninguno. Y no tengo el mínimo reclamo con mi padre, ni con mi maravillosa madre.
–Usted hace un arroz blanco de “muerte lenta” y un mondongo en salsa insuperable. ¿Qué le permite la cocina que no le permite otra actividad?
–Yo no cocino por obligación. Cocino cuando sé que va a venir un hijo cansado o porque sé que a una hija le gusta comer el arroz que yo hago. La gente siempre me dice que le encanta, y me pregunta que qué le pongo. Yo les respondo la verdad: puro amor.
– Es que usted es una mujer muy amorosa, pero es tímida para recibir muestras de cariño. ¿Por qué?
–No sé. Cuando uno tuvo un hogar feliz en los primeros siete años de su vida, a uno lo marca mucho la orfandad. La muerte de mi papá me marcó muchísimo. Yo adoraba a mi papá, y de repente ya no estaba y nunca más lo iba a ver. En un santiamén dejé de ser niña.
–Otra cosa que no hacemos los hijos regularmente es agradecerle a nuestros papás. Yo tengo muchas razones para decirle gracias. Por ser una madre amorosa, preocupada, alegre y chineadora; por ser una trabajadora incansable y honrada. Por ser una persona valiente, consecuente y solidaria. Gracias, de verdad.
–Gracias, mi amor. Y yo tengo tantas cosas bonitas que decirte a vos y a tus hermanas. Estoy muy orgullosa de los tres. Si de algo soy feliz, como mujer, como mamá, como profesional y como ser humano, es de que la gente me recuerde a través de ustedes tres, porque son lo mejor que he hecho en mi vida.
Esa es Amelia Rueda. La mía. La suya. La de todos.