La muchacha mide 1,75 metros, es blanca, delgada y sabe dominar la pasarela como quien camina en zancos. Otra mide 15 centímetros menos, tiene cintura ancha y aunque apenas está empezando su carrera, ya entiende que mostrar el trasero es su mejor ángulo. Valioso aprendizaje temprano. Otra más, muy morena, muy sonriente y muy voluptuosa, va a bailar a los estadios con trajes cuya tela alcanzaría, cuando mucho, para fabricar un pañuelo y medio.
Cuesta imaginarse que personas tan diferentes físicamente compartan una profesión en la que el cuerpo es el centro del universo. Pero en Costa Rica, todas ellas pueden ser modelos. La diversificación de esta industria abrió la compuerta a un amplio muestrario de la anatomía humana: altas, bajas, curvilíneas, planas, silicónicas, con rostro expresivo, con rasgos más neutrales … Y con diferentes índices de masa corporal. Para todas hay trabajo.
Revista Dominical entrevistó a dueños de agencias, fotógrafos, instructores, periodistas especializados y, por supuesto, modelos, para conocer cómo es el mercado en nuestro país, qué tipo de oportunidades hay para quienes se dedican a este trabajo y cuáles son los beneficios y los riesgos.
Cuando a una persona le hablan de modelaje, posiblemente lo primero que se le venga a la cabeza es el show anual de Victoria’s Secrets, con sus ángeles anoréxicos, o el especial de trajes de baño de Sports Ilustrated . Es la cima del glamour y del estándar de belleza ultradelgado. Pero aquí en Costa Rica, la definición de modelo da para mucho más.
El modelaje tico se compone de varias subcategorías, dependiendo de las características de la persona y el gusto del cliente. Las más altas y delgadas van a los desfiles. Las que tienen muchas curvas, a dar vueltas por La Guácima con una marca de lubricantes en el pecho.
La industria abarca desde las pasarelas –que en realidad son muy pocas– hasta los catálogos y las campañas publicitarias. Pero hay un nicho más, que genera mucha actividad: las “edecanías”, o anfitrionas de eventos.
Ninguna modelo podría sobrevivir haciendo solo desfiles. Por cada uno ganan aproximadamente $150 (unos ¢84.000); el problema es que el mundillo local de la moda no da como para organizar muchas actividades de este tipo al año. Entonces, hay que redondearse los ingresos buscando otras cosas.
Luego de las pasarelas, está el segundo tipo de modelaje, llamado comercial, que se refiere básicamente a las campañas para promocionar un producto. Aquí sí hay más dinero: la persona puede recibir desde $300 por un anuncio muy básico (¢167.000) hasta $3.000 o $4.000 (¢1.670.000 a ¢2.220.000) por un combo completo que incluya televisión, prensa escrita, vallas gigantes, etcétera. Muy buen ingreso para solo uno o dos días de trabajo.
De nuevo, la complicación está en cuántas campañas de este tipo puede conseguir el modelo en un mes. Quizás tenga suerte y lo llamen para un trabajo, pero entonces emerge otro problema: su imagen empieza a “quemarse”. Si hizo un anuncio para una de las operadoras telefónicas, automáticamente quedará vetado en las otras dos.
Es una gran ironía, para alguien que vive de su imagen: lo ideal es aparecer públicamente, pero apenas lo consigue, sufre un desgaste automático que le puede terminar cerrando puertas.
La amplia oferta
Para conseguir una modelo fashion o de alta costura, el anuncio en el periódico requeriría solo una línea: debe ser bien delgada. Las demás, favor abstenerse.
En las pasarelas, el máximo de cadera son 90 centímetros para las mujeres. La cintura no puede pasar de 60 centímetros; tal vez le toleren 62, si se descuidó un poco a la hora de los postres pero lo compensa con un rostro muy llamativo. Además, debe tener cierta estatura (1,70 metros las mujeres y 1,80 los hombres).
Las modelos comerciales pueden tener un poco más de volumen. De hecho, el objetivo es que caractericen a personas más o menos cotidianas: la mamá llamando a la familia a cenar, el muchacho que va a marcar con la novia y le lleva helados o el ejecutivo que parece estar comprando media Bolsa de Valores de Wall Street (aunque en realidad todos sabemos que pasa metido en Facebook). Para dar la talla, muchos también toman clases de actuación.
“El modelaje tiene que ver con la realidad étnica de un país. En Costa Rica, somos caribeños y las muchachas más bien tienen que ser regordetas”, comentó Rogelio Benavides, periodista con mucha experiencia en este campo.
El tercer tipo de modelaje tiene que ver más bien con las características socioeconómicas de su público meta: estrictamente de clase media hacia abajo. Protagonizan los calendarios dirigidos a esa población o van a desfiles de ropa íntima en ciertos bares. Son, por ejemplo, las muchachas que aparecen en La Extra y La Teja .
Suelen ser voluptuosas, con curvas naturales o diseñadas mediante la varita mágica del bisturí. Tal vez en alguna ocasión, si no están muy “quemadas”, puedan saltarse la barrera y hacer algún trabajo en campañas comerciales, pero definitivamente, jamás serán fashion .
Aquí entra a jugar una especie de trampa que muchas modelos jóvenes y padres de familia no tienen en cuenta: quienes empiecen su carrera saliendo en una página de periódico que luego se usa para decorar talleres, difícilmente podrán luego dar el salto a las otras categorías.
“Algunas chicas piensan que primero deben aparecer en un calendario con un traje diminuto para luego ir quemando etapas hasta salir en Perfil o Traffic (revista de alta moda), y no es así. Por el contrario, el editor de Perfil y el de Traffic no quieren que estas muchachas aparezcan en su revista, ni tampoco lo quieren las marcas que ahí se anuncian”, explicó Alex Quirós, dueño de la agencia Elite Model Look Costa Rica.
El mercado se amplía bastante porque nuestro país exporta modelos al resto de Centroamérica, para los tres tipos. Van por temporadas, hacen una campaña y se devuelven.
Lo mejor es ir respaldado por una agencia, para evitar inconvenientes como pagos atrasados o, aún peor: ofertas para vender su cuerpo.
Pasadizo a la prostitución
El tema de la prostitución termina emergiendo tarde o temprano al conversar con cualquier persona relacionada con el modelaje. Es inevitable. Lejos de ser un tabú, los productores y modelos lo tienen muy presente y lo comentan abiertamente. Todos admiten que algunas usan esta profesión como mampara.
“Duele mucho, pero se usa el modelaje como escudo”, explica Marvin Benavides, de la agencia Venamont Costa Rica. “Terminan en eso por ambición, al ver lo que ganan amigas que se dedican a lo mismo”, añadió.
Ekaterina Sánchez, de Independent Models, asegura que varias veces la han contactado para que suministre chicas en una fiesta. “Cuando uno les pregunta si es el lanzamiento de algún producto, resulta que no, es solo para estar en la fiesta, acompañando a unos viejos. Entonces decimos que no inmediatamente”, relató Ekaterina, quien fue modelo fashion y luego decidió pasar al otro lado del mostrador como copropietaria de una agencia.
En otra ocasión, la llamaron para que enviara 20 muchachas a Guatemala. Ofrecían de $6.000 a $10.000 por cada una (¢3.340.000 a ¢5.560.000), cifras muy superiores a las tarifas convencionales de publicidad. De nuevo, tuvo que decir no. Según fuentes de esta industria, hay que ser cuidadoso con ciertas ofertas de trabajo que vienen de Guatemala, El Salvador y México.
En el 2009, quedó documentado el caso de una tica que dirigía una red de prostitución en Yucatán (México), bajo la fachada del modelaje. La trama quedó al descubierto cuando una de las jóvenes escapó y habló con la Policía.
Como en cualquier actividad ilícita, el gran gancho es la posibilidad de obtener dinero rápido. Una modelo con algún prestigio puede cobrar hasta $2.000 por hora a cambio de servicios de prostitución (¢1.110.000). Obviamente, el currículo juega a su favor. “Un cliente va a pagar más por estar con una modelo, aunque lo sea solo de nombre, que por una prostituta”, indicó el promotor de modelaje Alex Quirós.
Si salen del país, o las contratan para todo un fin de semana en la playa, la utilidad puede subir hasta $5.000 en solo unos días (¢2.270.000).
Algunas de estas muchachas se pagan una sesión de fotos y las suben a Facebook para utilizarlas como biombo ante sus familiares. Pero dentro del mundo interno del modelaje, a nadie engañan. “Uno las ve trabajando en un evento una vez perdida, y de pronto aparecen con un carro del año y en un apartamento de lujo. No hay que ser un catedrático para saber de dónde viene esa plata”, señaló Marvin Benavides.
Algunas muchachas que ya están en las redes de prostitución “engatusan” a amigas conversando directamente. Otras veces, la tentación llega disfrazada más sutilmente.
Hace un par de meses, a la modelo Steff González le ofrecieron la posibilidad de ir a trabajar a México. Según le dijeron, era un trabajo normal como anfitriona en un evento privado. Ya tenía todo listo para irse, pero las alarmas se encendieron cuando se dio cuenta de que solo le habían comprado el boleto de ida. El riesgo era alto, así que prefirió dejar pasar la oferta.
“Era una persona más o menos conocida, me dijo que el pago era bueno y solo iba a ser de viernes a lunes. Mi papá me ayudó a chequear todo y, al ver que no habían comprado el regreso, mejor rechacé la propuesta. Según tengo entendido, mi lugar lo ocupó otra chica y hasta este momento (17 de marzo, día de la entrevista) creo que no ha regresado”, relató.
Hay otra forma de prostitución encubierta: los “patrocinios”. Son modelos que se consiguen un “novio” de alto poder económico que las mantiene, con mayor o menor discreción. El galán las utiliza como novia trofeo, para exhibirlas en fiestas, con amigos, etcétera. En algunos casos, si ninguno tiene otros compromisos, pueden hasta salir en las páginas de farándula, agarraditos de la mano y haciendo juramentos de amor eterno.
La periodista Yuri Jiménez, editora de Teleguía de La Nación , asegura que en el medio farandulero es bastante conocido quiénes se dedican a hacer trabajos “extra” o se dejan querer por un patrocinador. “No solo pasa entre modelos, hay una que otra presentadora de televisión que también modela (o viceversa) y uno las ve con carrazo del año y otras ‘bonificaciones’. Como el medio es tan chiquito, todo el mundo sabe quién es quién, quiénes transan con hombres (o mujeres) adineradas o políticos de renombre que las reclutan para fiestas y, en algunos casos, las convierten en sus amantes”.
Los que cruzan esa puerta trasera hacia la prostitución son una minoría. Sin embargo, marcan a toda la profesión con un estereotipo de mucho arraigo entre el común de la gente.
Otro riesgo en la industria del modelaje son las estafas, especialmente para embaucar a quienes están empezando a incursionar en este campo. Como en la canción del grupo Bacilos, les pintan una fantasía en la que pronto conocerán a Emilio Estefan y Paulina Rubio, a cambio de cierto tipo de pagos (nota en página 11).
Traje ‘extra-small’
Sí es posible vivir del modelaje, pero con un enorme asterisco: resulta inevitable trabajar como anfitriona.
El mercado es muy pequeño como para estar haciendo campañas y pasarelas dentro del país. Solo una pequeña minoría tiene la posibilidad de viajar a las grandes capitales de la moda y vivir como una chica Cosmopolitan (nota en página 9). Para las demás, es hora de ponerse un traje ajustado e irse a la próxima expo .
En estos trabajos de “edecanía” –como también se les llama– la modelo puede ganar a partir de ¢5.000 por hora. Esa es la tarifa más baja, que corresponde a las más jóvenes e inexpertas. A partir de ahí, el pago puede subir hasta ¢35.000 por hora, en el caso de las cotizadas.
Para los varones, las tarifas son similares. De hecho, los hombres suelen cobrar parecido, aunque la cifra de los que se dedican al modelaje es menor.
Según las fuentes consultadas, puede haber al menos 1.300 personas trabajando como modelos. Esto, sin tomar en cuenta –porque sería imposible– la gran cantidad de “independientes” que se promocionan con una página en Facebook, aunque algunos de ellos solo usen una fachada para ejercer la prostitución.
Por toda una semana mostrando la sonrisa en una exposición o feria, la persona puede ganarse ¢500.000. No está mal, considerando que fueron seis horas diarias durante cinco días. Solo debió tomarse fotos con todo el que se lo pidiera y aguantarse las bromas de doble sentido de más de algún desvergonzado. A los modelos se les pide, eso sí, que al menos memoricen las características básicas del producto que están mostrando.
Con el ingreso de esa exposición, más un trabajo de catálogo y un par de eventos adicionales, la modelo puede llegar a redondearse ¢1 millón al mes. Pero todos los meses será la misma batalla por recibir esas llamadas que permitan pagar el carro, el apartamento y las demás cuentas.
Otra veta son los desfiles en bares, muy de moda hace unos años. Aunque ya vinieron a menos en el Valle Central, todavía a veces hay carteleras en las otras provincias.
En estos trabajos, la modelo abiertamente debe rebajar un poco su umbral de dignidad: saldrá en ropa interior y sabe que nadie va a ver las prendas; es más, ellas mismas deben llevarlas y lucirlas ante un público encabritado por la testosterona y el alcohol.
Caso diferente era el de la marca colombiana Bésame, que hasta hace pocos años hacía un célebre desfile para mostrar cada año su colección. Era una producción de alta calidad y buen gusto, dirigida por Rogelio Benavides. “Venían cuatro muchachas top de Colombia, más ocho tetonas de aquí, y se convirtió en todo un fenómeno”, recordó.
Del silicón al colágeno
Las dos décadas anteriores estuvieron marcadas por la dictadura del silicón.
La principal gurú de esta tendencia es la estadounidense Pamela Anderson. Como toda una flautista de Hamelin, sus enormes protuberancias, omnipresentes en televisión durante los 90, guiaron a cientos de modelos y aspirantes a los quirófanos, donde pilas de implantes coronaban a las nuevas reinas de la talla 36-C.
En Costa Rica, este estilo pegó duro y pronto se difundió la idea de que sin senos no había paraíso. Los calendarios cerveceros y algunas producciones chinameras reforzaron el estereotipo.
En los últimos años, esta moda empezó a declinar. O se operan menos, o las que se operan ya no buscan entrar al libro Guinness . Más bien, algunas se reducen los implantes, para ir de acuerdo con el nuevo estándar.
Luego del busto, entró una oleada por aumentarse los glúteos. Y, según explicó el promotor Marvin Benavides, ahora estamos en plena era de los labios rellenos.
“El problema es que ya he visto casos en que el tratamiento no queda bien. A algunas les he tenido que decir que no las puedo contratar mientras se vean así, pues parecen poco naturales. Quieren quedar como Angelina Jolie, pero no tienen el dinero para hacerse el mismo trabajo”, afirmó.
Frente a estas corrientes que imponen “producir” la apariencia, algunas modelos apuestan por la naturalidad. Es el caso de Andrea Soto, de 22 años y con tres como profesional en este campo.
Ella cree que es posible dedicarse al modelaje sin conocer el bisturí. “Hasta el momento, no lo veo necesario. Hay que cuidarse mucho la piel y el cabello, y hacer ejercicio, pero hacerse operaciones no es indispensable”, opinó.
Sí es necesaria esa inversión en los salones de belleza y recurrir periódicamente a tratamientos para regenerar la piel (sobreexpuesta al maquillaje). Es un manejo básico de activos. Pero, por más cuidados que haya, la profesión del maniquí es efímera. Las modelos pueden empezar desde los 15, aunque es a partir de los 18 cuando firman contratos y, si el físico les da, viajan al extranjero.
En ese momento, arranca una batalla contra su propio reloj biológico. Con alguna cirugía, pueden engañar durante un tiempo a la ley de gravedad. Pero de cualquier forma, la industria busca constantemente caras frescas, y ya una persona con ocho años de carrera habrá salido en todas las revistas, todas las pasarelas y muchas campañas publicitarias de este país.
Luego de cumplir 25 años, es mejor ir pensando en otra cosa. Después de los 30, todo habrá terminado para la mayoría. El caso de Marcela Negrini es excepcional: con 35 años, sigue siendo una exitosa modelo comercial (nota en página 12). El temprano momento del adiós es lo único que todas tienen en común: la de la pasarela fashion , la que sale en los anuncios y la de la contraportada.
Más temprano que tarde, será hora de hacer caja y seguir con la vida. Mientras en otras profesiones, a los 25 ó 30 años, el mundo apenas está iniciando, la modelo tiene que juntar su morral, guardar los tacones infinitos y dar las gracias por lo bailado.