“Dígame, ¿usted viene a hablar con el expresidiario o con el escritor?”, pregunta José León Sánchez, a quemarropa, sentado frente a la máquina de escribir marca Sauter que ha usado desde hace más de 45 años. La tinta, ahora imposible de conseguir en Costa Rica, se la envían desde su patria adoptiva, México.
Desde hace un año, Sánchez vive en un condominio en Flores de Heredia. Aún así, la casa nueva de dos pisos bien podría ser un portal al Norte: en las paredes de la sala cuelgan varias litografías de pinturas de Miguel Covarrubias y David Alfaro Siqueiros; en la biblioteca de arriba abundan las ediciones traducidas de Tenochtitlan, el libro que, según él explica, le brindó reconocimiento mundial pese a que no ha dejado de ser una paria dentro de tierras ticas.
Sánchez está acostumbrado a hablar antes de ser entrevistado, a preguntar él antes de ser cuestionado. Dice que no le gusta ver la cámara fotográfica cerca de su cara; la presión del lente, dice él, se siente como si estuviera viendo barrotes.
Después de salir de la cárcel en 1969, el escritor se ha sentado muchas veces frente a periodistas que le hablan como a un expresidiario. Por eso, ahora, pregunta con quién vienen a hablar.
¿Qué diferencia al escritor y al ex presidiario?
–Los que hemos estado presos sufrimos algo terrible en el campo de la victimología, se llama la traslación de la pena. Una persona está presa, sale de la cárcel y, después de que sale libre, le sigue la pena por diez años. Pero si se trata de personas como yo, les sigue para toda la vida. No perece nunca.
Sin hacer ninguna pausa, continúa relatando una de las últimas experiencias de revictimización que ha vivido. El año pasado, el Diario Extra publicó información sobre la denuncia de violencia doméstica que hizo su hijo ante el Juzgado de Familia. El caso aún no ha sido resuelto y, por ello, no puede volver a su hogar en México.
Este año, sus dos hijos lograron cambiarse legalmente el apellido paterno para suprimir los lazos filiales con Sánchez.
“Ellos tienen el problema de que nadie quiere entrar a las oficinas de los hijos del hombre más odiado que hasta el día de hoy tiene Costa Rica”, cuenta.
Sánchez no cree que exista persona en el país que no sepa de su historia.
Pese a que a la Constitución Política defiende en su artículo 40 el derecho al olvido (por el cual nadie será sometido a una “pena perpetua”), la particularidad del caso de Sánchez lo ha obligado a revivir periódicamente su castigo penal (de cuyas responsabilidades fue absuelto hace 17 años) y, sobre todo, sobrevivir a la reputación de haber sido bautizado como el “Monstruo de la Basílica de los Ángeles”.
¿Qué les contaría a las personas que no han oído sobre José León Sánchez?
–Lo que en este momento tengo la perspectiva que dicen en Costa Rica, todo el mundo, no es que escribí 27 libros, sino que escribí La isla de los hombres solos y que soy el hombre que se robó a la Virgen.
Un hombre isla
“Lo que pasó es que a mi suegro lo descubrieron fundiendo las joyas de la Basílica y entonces dijo que yo se las había dado”, recuerda. “Ese día, en ese momento, se cometió el crimen contra José León Sánchez. Yo solo sé el crimen que cometieron conmigo: me torturaron, me pusieron a firmar papeles”.
En 1999, debido a las fallas procesales del caso, la Sala Tercera de la Corte Suprema de Justicia admitió la revisión del caso que pidió Sánchez y resolvió a favor del escritor –amparada en el principio in dubio pro reo– que se le absolvía “de toda pena y responsabilidad por los hechos que se le han venido atribuyendo”.
Sánchez revela las “fallas procesales” en su propio cuerpo: se abre la guayabera y señala una cicatriz en su pecho, consecuencia de una de las sesiones de tortura.
La resolución absolvió a Sánchez del estigma que, aún después de 66 años del crimen por el cual lo juzgaron; no obstante, el escritor considera que la historia le persigue adonde vaya.
En mayo pasado, el interés mediático en el personaje resucitó nuevamente.
El autor de La isla de los hombres solos visitó el sábado 30 de abril la isla San Lucas. Le acompañaron varios medios de comunicación y la dramaturga Caridad Svich, a cargo de traducir la novela para un montaje teatral que estrenará en setiembre.
Sánchez posó para las cámaras tal y como se ve a sus 87 años: con el pelo canoso peinado hacia atrás y a la longitud de sus hombros, vestido con una de sus camisas guayaberas y apoyado en el bastón que, fuera de su casa, le ayuda a andar.
“Yo estoy muy enfermo, tengo tres infartos y un derrame cerebral”, explica. “Pido que me lleven allá (a la isla San Lucas) y que me den un buen trago de licor para estar ahí. Es un trabajo que me veo obligado a hacer”.
La experiencia la repitió el 30 de mayo, esta vez acompañado por el director José Zayas. En ambas ocasiones, Sánchez guió al grupo por las ruinas del presidio y de la Colonia Agrícola Penal que sobrevivió hasta el año 1991.
El escritor avanza unos pasos y cuenta fragmentos de su novela; avanza otros y se devuelve a su propia vida, en capítulos desordenados que van desde su infancia en un orfanato hasta el juicio familiar que lo mantiene inmóvil en Costa Rica.
“Esta semana me han visitado de todas partes, pero no de La Nación ”, asegura.
¿No se lo esperaba?
–No, porque La Nación no hace nada en favor de José León Sánchez. Ellos me pusieron el Monstruo de la Basílica y me han pasado cosas muy bellas; es el único periódico en el mundo que no publica nada bueno de mí”.
¿Todavía le resiente ese apodo al periódico?
–Yo no le resiento nada al periódico, el periódico no tiene ver con eso hoy en día.
Monstruos y hombres
Dentro de los recuerdos que guarda de la prensa de aquella época, Sánchez tiene una revista Life en español de mayo de 1969. En sus últimas páginas, el escritor posa recién salido de la cárcel para un artículo titulado José León Sánchez, de malhechor y reo a escritor famoso.
En el texto, Sánchez cuenta apenas el principio de su carrera –sus primeros cuentos, su novela La isla de los hombres solos–. Todavía no había escrito Tenochtitlan.
A sus 21 años, cuando ingresó a la Penitenciaria Central, Sánchez dice que era casi analfabeto.
“Siempre, desde que era niño, era un buen narrador”, asegura. “Yo estuve en la escuela en el hospicio de huérfanos. Yo llegué ahí al año de edad, eventualmente tenía que ingresar a la escuela, pero no lo hice porque yo padezco de claustrofobia y no puedo aprender nada si estoy encerrado. Entonces nunca aprendí a leer y escribir. Cuando caí preso podía pergeñar algunas cosas pero no podía decir que sabía leer y escribir”, afirma.
“Yo les hacía cartas a mis compañeros y les cobraba un cinco por la carta. Un compañero me pidió que le escribiera una pero dijo que me iba a traer una bolsa de cemento. Le dije que no, las cartas eran en una página, no podía hacerla y me dice ‘Hágamela y le doy 50 centavos’. Ahí escribí todo el libro, en la página de cemento”, dice mientras señala una muestra de su faena literaria, una plana de empaque de cemento enmarcada en vidrio y colgada en la pared de su biblioteca.
“Escribir, escribir bien y llegar al arte cuesta mucho”, comenta. “Costa Rica no tiene el primer libro que forme parte de la cultura universal. Lo tienen todos los países de América Latina, con excepción de Panamá y Costa Rica”.
¿La isla de los hombres solos no lo considera un texto de literatura universal?
–No, de esos hay libros mejores. La isla de los hombres solos es un documento humano, no es un cuento ni una novela. Está mal escrito, por cierto. Está mal escrito porque la persona que escribió eso no sabía escribir, lógicamente está mal escrita.
Su segundo gran texto, Tenochtitlan, lo publicó en México en 1986. Entre los tantos reconocimientos que recibió por él –como su doctorado Honoris Causa de la Universidad Nacional Autónoma de México–, el escritor aprecia con mayor cariño la edición que editó el gobierno mexicano con un prólogo de Gabriel García Márquez.
“Cuando escribí Tenochtitlan ya habían del tema mil libros, el maestro director de la editorial Grijalbo me lo dijo”, recuerda . “Yo escribí un libro sobre los que perdieron la guerra y no había un libro sobre ellos”.
¿Cómo fue su vida en México?
–Yo tengo como oficio el amar a México. Ahí tuve la educación, el libro, la alegría, el hogar, el amor y, muy importante, en México yo no soy el Monstruo de la Basílica. No soy un criminal, se me considera como uno de los grandes escritores mexicanos y eso, imagínese, yo no tengo como pagar eso”.
¿Cuál es el libro del que se siente más orgulloso?
–La niña que vino de la luna. Es el libro que la Unicef publicó. Es sobre la vida de mi hermana. Ese libro lo publicó la Universidad de Costa Rica, pero se han vendido como tres libros y nunca más van a volver a publicar un libro mío.
¿Ha hecho uso de “negros” (escritores fantasma)?
–Quiero decir que para que un “negro” le escriba a uno un libro tiene que ser una persona millonaria. La editorial tiene que saber que un tema va a producir muchísimo dinero y ponen un negro para que lo escriba. Pero no, yo trabajo con la editorial más famosa del mundo: Penguin Random House. ¿Usted sabe qué es llegar a Random House? Solamente llegan los mejores escritores del mundo, no es cualquiera. Por supuesto, ellos no necesitan negros. Esta es otra de las injurias que hay contra mí.
Entre otros ataques recibidos, Sánchez se acuerda de la vez que una periodista le dijo que era “pedante”.
“Mire, doña Pilar Cisneros, cuando yo era joven pensaba así. Los jóvenes piensan así cuando son jóvenes, son pretenciosos, pedantes, autosuficientes. Cuando era joven yo pensaba que era el mejor escritor que tenía este país”.
En Costa Rica, dice, se ha ganado todos los premios que existen, salvo el Magón. Aunque asegura que ha estado en la lista de nominados durante los últimos 15 años, estima que el jurado ha votado en su contra.
En una entrevista hace 16 años, el escritor esperaba ser merecedor del premio Nobel de Literatura. Ahora, dice que ya no lo espera porque sabe que no cuenta con el apoyo de los académicos ni las universidades del país.
¿Se siente revictimizado?
–No he salido de San Lucas. La gente en el mercado, en la calle, en todas partes, dice “Ese es el hombre que escribió el libro de la Basílica y que se robó la Virgen”. A la Virgen no se la robaron pero ellos dicen eso. Me están condenando todos los días. No dicen que soy escritor, que tengo libros traducidos en todos los idiomas, que tengo un doctorado de la UNAM. Solo dicen que José León Sánchez es un hombre que estuvo preso y al cual hay que tenerle miedo. Entonces la gente me tiene miedo.
Una breve bibliografía
La niña que vino de la luna (1964)
Cuento corto sobre su hermana Aracely, quien era explotada como prostituta y, posteriormente, fue asesinada por su esposo.
La isla de los hombres solos (1968)
La primera novela de Sánchez fue adaptada al cine en 1974, en México. En setiembre se estrenará su versión teatral en el Teatro Espressivo.
Tenochtitlan (1984)
El libro con el que saltó a la fama en México y que cuenta la conquista española desde la perspectiva azteca.
Al florecer las rosas madrugaron (2014)
Novela basada en la vida de Chavela Vargas. La edición incluye un disco compacto con un concierto que dio Vargas en Madrid, dirigido por el cineasta Pedro Almodóvar.