Yusra Mardini nadará en las albercas de Río 2016 sabiéndose ganadora, porque su carrera más importante ya sucedió en setiembre del año pasado y la ganó. Aquellas brazadas de triunfo las dio en el Mar Egeo, a pocos kilómetros de la costa de Lesbos, la isla griega a la cual ella y su familia ansiaban arribar.
La travesía no había sido sencilla. Huir de un hogar en ruinas, como su país, Siria, no es sencillo. Escapar de la guerra y de la muerte segura no es tarea fácil. Menos aún cuando a la balsa en la que viajaban ella y otras 20 personas –aunque estaba pensada para siete, nada más– se le apagó el motor y dejó de andar.
Fue en ese momento cuando comenzó la prueba más importante de la vida de Yusra, de solo 18 años. Se lanzó a las aguas del Egeo y, junto a su hermana y otros dos jóvenes, arrastró durante tres horas y media la barca a nado hasta llegar a la isla.
“Algunas personas no sabían nadar y yo no iba a quedarme allí, sentada, pensando que iba a ahogarme. Si el bote se iba a hundir, al menos tenía que hacer algo para sentirme orgullosa de mi hermana y de mí misma”, dijo la muchacha a medios internacionales.
Yusra ahora vive en Berlín como refugiada. Sin embargo, durante las próximas dos semanas, su vida estará en Río de Janeiro. Yusra será la abanderada del equipo olímpico de refugiados sin patria, que competirá por primera vez en unos Juegos Olímpicos.
Nación sin tierra
El 2 de marzo de este año, el Comité Olímpico Internacional (COI) autorizó la participación, durante los Juegos de Río 2016, de una delegación integrada exclusivamente por deportistas que han sido desplazados de sus países de origen y viven en condición de refugiados.
La iniciativa nació como una respuesta a la crisis migratoria que azota al planeta con fiereza desde el año pasado. El desplazamiento de alrededor 60 millones de personas en todo el mundo, como consecuencia de enfrentamientos militares y represiones políticas, es el mayor en la historia de la humanidad desde la Segunda Guerra Mundial.
El COI consultó a los comités olímpicos nacionales que identificaran atletas con potencial de participación en las justas y que estuvieran viviendo en calidad de refugiados.
La primera lista incluyó 43 deportistas de toda suerte de disciplinas.
Al final, esa nómina se redujo a 10 deportistas. La mayoría de ellos se dedica al atletismo. Sus edades rondan entre los 18 y los 36 años.
Sus historias personales están todas hiladas por la tragedia y el sufrimiento. Uno de ellos debió huir de Kenia para evitar convertirse en niño soldado; otro más no ha visto a sus padres desde que tenía seis años e ignora si están vivos.
“Su participación en los Juegos es un tributo al coraje y la perseverancia de todos los refugiados por superar la adversidad y construir un futuro mejor para ellos y sus familias”, dijo el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, Filippo Grandi. Thomas Bach, presidente del COI, agregó: “Este equipo concientizará mejor al mundo sobre la magnitud de esta crisis”.
Cuando el equipo de refugiados desfile, los acompañará una bandera blanca con los aros de colores que forman la insignia olímpica; el himno olímpico sonora con sus victorias.
Sonará, también, durante las ceremonias de inauguración y clausura, cuando los 10 atletas refugiados marchen –encabezados por Yusra Mardini– quienes lucharán en nombre de una nación sin bandera ni territorio, por formada por decenas de millones de personas.
Rami Anis, uno de los atletas, dijo que espera que esta sea la única vez que exista un equipo de refugiados. “Porque espero que para el 2020, se terminen las guerras y podamos volver a casa”.