Revista Dominical

La historia de los verdaderos suizos centroamericanos

Los “suiciticos” son ‘pura vida’ y relajados (al menos más que sus homólogos europeos). Prefieren el trópico a la nieve, y trabajan para mejorar la comunidad que los acogió. Su vida en Tiquiswitzerland está escrita sobre un pliego de aventura y con una pluma de hermandad.

La suiza Irene Keller, directora de primaria del colegio Humboldt, lleva 31 años de vivir en Costa Rica. | ALBERT MARÍN (albert marin)

W ill Costa Rica ron schon isch, seid her dass es D’schwiz vo zentral amerika ich. Así es como se dice en suizo “por ser tan linda, a Costa Rica la llaman la Suiza centroamericana”.

Ese estribillo, escrito por el nicaragüense Tino López Guerra en la década de los 30, se volvió parte del imaginario costarricense de antaño. Con el tiempo y con los pies en la tierra, la comparación se empezó a ver como un símil cariñoso, uno que concibe a Tiquicia como la versión folclórica del país europeo.

“Nos parecemos en los huecos: en Suiza los tenemos en los quesos; en Costa Rica, en las calles”, bromea el “suizo loco” Daniel Trosh.

Pueda que Costa Rica no sea la Suiza centroamericana de la que habla la canción, pero en ella sí habitan suizos centroamericanos. Se trata de un grupo de gente, en su mayoría de cabellos y ojos claros, de estampa seria y larga estatura, que decidió escapar de la nieve para encontrar la libertad –una vida menos formal y estructurada– en la tropical tierra del “pura vida”.

Brigitte Abegglen tiene dos décadas de vivir en Costa Rica. Posee un proyecto turístico en playa Negra. | FOTO: DIANA MÉNDEZ (Diana Mendez)

Son los “suiciticos”, suizos enamorados de Tiquicia (más bien Tiquiswitzerland ) que escriben su historia en un pliego de aventura y con una pluma de hermandad.

Daniel es uno de ellos. Tiene 44 años y llegó de Zurich en 1999. Es uno de los propietarios del hotel Suizo Loco Lodge.

–¿Quiere una cerveza?– me pregunta al sentarse a la mesa, dispuesto a contarme su historia, la misma que ha relatado 2.000 veces –afirma– a turistas curiosos en medio del escenario verde y húmedo de Cahuita, Limón.

–No, gracias, estoy trabajando– contesto.

–¡Qué formal!, parece un suizo europeo– me dice, y reflexiona en que uno de los atractivos de Costa Rica es que la gente vive más el momento, sin preocuparse tanto por el futuro…

Tierra preferida

Solo en el Caribe sur hay 180 suizos. El dato me lo brinda Pius Graf, quien es el coordinador de la Embajada suiza para la atención de desastres en esa zona. No se trata de un puesto diplomático; Prius es solo un líder comunal que conoce a todo el mundo por aquellos lares, tanto a ticos como suizos, pues lleva 32 años de residir allá. Los “suiciticos” caribeños representan poco más del 10% del total que hay en Costa Rica.

Imagen sin titulo - GN (Diana Mendez)

Datos de la Embajada Suiza indican que este es el país del istmo donde habitan más suizos. En total, hay registradas 1.642 personas; mientras que en Nicaragua y Panamá, por ejemplo, hay 300 y 700, respectivamente.

Los primeros suizos vinieron seducidos por el grano de oro hace más de 100 años. Buscaban hacer fortuna con el negocio del café, pero dadas las condiciones del mercado, pocos siguen vinculados a esa industria.

Uno de ellos es Markus Fischer, quien llegó en 1986, a sus 34 años, como representante de una compañía dedica a la exportación de café.

Antes de hacer de Costa Rica su hogar, vivió en Paquistán, Turquía, Guatemala, Nicaragua y México.

“Desde pequeño, pensé que el mundo era muy interesante como para quedarme en Suiza”, relata en su casa, rodeada de cafetales, en Santo Domingo de Heredia.

Finalmente, se quedó en Costa Rica, cautivado por el clima y la naturaleza.

En cuanto a similitudes entre ambas naciones, menciona el sistema democrático: “Antes de residir en Costa Rica, viví dos golpes de Estado en Guatemala y el proceso de la revolución nicaragüense. Sé de lo que hablo”.

Sin estrés

Markus se mostró amable, abierto y cordial. Pese a ello, sí notamos, mientras reuníamos información para este artículo, una diferencia entre los “suiciticos” del Valle Central y los del Caribe sur. Los primeros son más estructurados y reservados; los segundos, mucho más despreocupados y menos formales.

Los capitalinos pidieron que les mandáramos las preguntas por correo electrónico, rechazaban la entrevista o agendaban el encuentro con este periodista para dentro de varias semanas, mientras que con los caribeños bastó con una llamada para que nos invitaran a que los visitáramos.

Pius Graf, el líder comunal de Cahuita, explica que en Suiza, por lo general, la gente “es más cuadrada e individual”, una actitud que poco a poco va desapareciendo cuando se llega a una tierra como Costa Rica. Claro, que si se está al lado del mar, en medio de la vegetación y con nativos extremadamente amigables , el proceso es más sencillo que si se reside en la ciudad.

“Se lo voy a poner así: si hay una fiesta un domingo, el tico va y la pasa bien, no importa que al día siguiente sea lunes. El suizo, en cambio, no va a la fiesta, pensando en el trabajo del día después. Acá son más relajados y eso me gusta mucho”, describe Pius, de 52 años, bigote de brocha y look de perpetuo turista.

Pius posee unas cabinas en playa Negra, está casado con una tica y tiene dos hijos, ambos nacidos en el hospital Tony Facio, de Limón.

Con él coincide Bettima Guggax, de 51 años de edad y con nueve de haber cambiado Suiza por el Caribe. Ella piensa que la forma de ser de la gente es uno de los grandes atractivos de Tiquicia.

Cuenta que una tormenta le dejó varias ramas en su techo y le dañó el patio, y que, casi de inmediato, sus vecinos acudieron para remover los escombros y hacer las reparaciones requeridas.

También recuerda cómo en los primeros años de su estancia en Cahuita, los vecinos la invitaban a pasar Navidad con ellos, a tomar licor y a comer chicharrones, pese a casi no conocerla. “Eso en Suiza es impensable; la gente es muy individual, cada quien en lo suyo”, resaltó.

Con el fin de devolver algo a la comunidad que la acogió, la colonia suiza del Caribe sur impulsa proyectos de acción social.

Hace diez años, abrió un centro académico (financiado con donaciones de empresas suizas) que va desde maternal hasta secundaria, y ahora concentra esfuerzos en la edificación de un centro de atención al adulto mayor.

El sueño

Costa Rica es una especie de sueño cumplido para estos suizos. Brigitte Abegglen es un ejemplo: desde pequeña anheló tener caballos y vivir en el campo, pero en su tierra natal sufría de terribles alergias por el frío, el polen y hasta los animales.

Sin embargo, cuando llegó a Cahuita, hace tres décadas, se dio cuenta de que ahí no padecía de nada.

“Fue casi como un milagro, un paraíso. No tenía problemas de nada, respiraba perfectamente. Fue cuando decidí quedarme”, cuenta esta mujer de 43 años, que vive de un microproyecto turístico en el que alquila caballos para recorridos por la playa.

El clima es un factor común que todos los suizos-ticos mencionan como elemento cautivante de Costa Rica. En el invierno de su país, la temperatura cae hasta a 25 grados centígrados bajo cero, y los veranos son muy cortos.

También arguyen razones vinculadas con el amor. Daniel, el “suizo loco”, fue flechado por una guanacasteca a quien conoció en el centro comercial El Pueblo, en Guadalupe.

–Si usted toma una; yo tomo una– me dice, insistiendo con la cerveza, mientras se disponía a contar su historia.

– Fue una de las primeras veces que salí de noche. Había venido a Costa Rica a visitar a un amigo diplomático y a su familia, él me dejó en Plaza (una discoteca) y la vi; ¡fue instantáneo, amor a primera vista!– cuenta y complementa el final de la anécdota con un chasquido de dedos.

Este sujeto de 44 años con un cierto parecido a Daniel Craig –el actor que encarna a James Bond– está casado desde el 2002 y tiene dos hijos nacidos acá.

Mejoras

Respecto a las cosas que no les agradan y que quisieran que se mejoren en Costa Rica, mencionan, por ejemplo, el sistema educativo: consideran que acá es muy academicista.

“En Suiza se prepara también en lo técnico, para tener buenos trabajos. Hay más opciones que ir a la universidad”, explica Irene Keller, directora de primaria del Colegio Humboldt, centro académico donde estudian 45 alumnos suizos.

Keller lleva 31 años viviendo en Costa Rica y reconoce que, antes de pisar esta tierra, pensaba que era una isla, y que su nombre era Puerto Rico. Ahora se siente tan tica como suiza.

Por su parte, Markus Fischer señala una obviedad como aspecto por mejorar: la infraestructura vial y el mal transporte público.

Otro aspecto negativo mencionado fue la corrupción, sobre todo la que afecta directamente al ciudadano. Cuenta Daniel, el “suizo loco”, que él se mostró desconcertado cuando un funcionario municipal le pidió una “mordida” para otorgarle un permiso para un negocio que administraba. Sucedió hace diez años y el europeo, de verdad, no entendía lo que estaba pasando. Nunca había estado en una situación similar. Tuvo que llamar a su esposa para que ella le explicara qué era lo que pretendía el funcionario.

Mas ese incidente ahora es solo una anécdota curiosa; Daniel entendió acerca del “chorizo” y aunque no lo comparte, tampoco guarda rencores por lo acontecido.

Advierte que las cosas malas de Tiquiswitzerland carecen de importancia a la hora de compararlas con las buenas.

–¿Y por qué el hotel se llama Suizo Loco?– le pregunto.

–Porque cuando dije en Suiza que me venía para Costa Rica a poner un hotel, todos me dijeron que estaba loco…

–¿Y lo está?

– Loco sería si dejo esto que tengo en Costa Rica...¿Seguro que no quiere una cerveza?

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