Es experto en “comer callao”, como dicen en su amada patria, Colombia. No proyecta hostilidad, pero tampoco simpatía. Su rostro es más bien pétreo, inescrutable; su mirada serena, profunda, analítica. De primera entrada, uno como interlocutor siente que el tipo lo está “radiografiando” por fuera y por dentro... y así es.
Porque es parte de su formación, de su oficio y además a estas alturas, analizar a los demás por una suerte de instinto primitivo.
Se llama Jaime Perozzo y, a pesar de que todo lo que tenga que ver con la Selección Nacional de Fútbol en Costa Rica usualmente es noticia, él demoró tres años para empezar a llamar la atención, muy a su pesar, eso sí, pues lo suyo es el bajo perfil.
No fue sino hasta que la Tricolor estuvo en Santos, su cuartel en Brasil 2014, que la prensa local y extranjera empezó a reparar en el hombre que había permanecido inmutable en el banquillo desde que Jorge Luis Pinto fue nombrado como timonel del equipo, y se trajo a su paisano consigo para que le ayudara a trabajar la parte sicológica de los muchachos, aunque en realidad lo de Jaime Perozzo es el desmenuce sociológico (igual es graduado en ambas especialidades).
Antes del Mundial, solo los periodistas locales sabían de él, la afición acaso lo había visto, siempre como una estatua, inamovible e inconmovible, fumando sin parar y sin mostrar ninguna emoción, fuera cual fuera la circunstancia del equipo en la cancha.
Pero paralelo al asombro que empezó a generar la Tricolor una vez que pisó la cancha del Castelao, en Fortaleza, para su primer juego contra Uruguay, la atención de la prensa latina y mundial se centró no solo en los muchachos, si no en los ejecutores de aquella fórmula imposible en que se convirtió Costa Rica en Brasil.
Fue entonces cuando los comunicadores empezaron a arquear la ceja al presenciar los códigos de comunicación entre Perozzo y los jugadores, el lenguaje explícito y tácito, las miradas entre ellos, las frases en clave, los regaños paternales plagados de palabrotas, la comunión de las celebraciones con el “bigotón calvo de lentes”.
Adrián Gutiérrez, presidente de la Comisión de Selecciones de la Fedefútbol, fue quien le dio la orden terminante de que, ante el acoso de la prensa mundial en Brasil, el sociólogo debía deponer su bajo perfil y empezar a conceder entrevistas. Tocó obedecer... para gracia de los reporteros que, como quien escribe estas líneas, descubrieron un hombre extraordinario, posiblemente de esos que Natura pare una vez cada 80 años.
No bien se había bajado del avión que los trajo directo al apoteósico recibimiento, Perozzo aceptó sentarse la noche del día después, en una cena que se prolongó hasta pasadas las 3 de la madrugada.
La autenticidad y la brutal franqueza con la que se conduce ensanchan todos los caminos de la empatía y entonces todo fluye, la entrevista se entrecruza con conversaciones, comentarios, risas, bromas, putazos, anécdotas a gritos, anécdotas quedas y sí, ojos aguados.
Él asegura que jamás llora. Ni siquiera lo hizo con los goles o con los triunfos de sus muchachos, esos que le dicen “Mi Tata” y a los que él –quizá ni se percata hasta qué punto– realmente ha acogido en lo más profundo de sus entrañas.
¡Hay que escuchar a Jaime hablando de sus muchachos! Él, insiste, nunca llora. Ni pierde la compostura. “Ni en los terremotos”, se jacta mientras atraviesa a sus interlocutores con esa mirada escrutadora y penetrante.
Y no, no llora, pero sí se le aguan los ojos cuando mastica sus vivencias más íntimas en camerinos, mucho antes de la gloria de Brasil 2014, allá en Denver, cuando algunos de sus muchachos le preguntaban con asombro infantil: “Jaime, ¿entonces esto es la nieve?”
Su entusiasmo al hablar de los hombres a los que tanto admira se desborda y la conversación se desordena sabrosamente.
Antes de explicar cómo logra invadir el psique de cada uno, con todas sus complejidades y circunstancias propias, se suelta con una de sus vivencias más profundas, aunque, hay que decirlo, los lazos y puentes que ha construido Perozzo con cada jugador son tan monumentales como diferenciados en cada caso.
Con ese cadencioso acento cucuteño de la región que lo vio nacer, aunque siempre hablando quedo, rememora uno de los casos más retadores que ha tenido en la Sele: el de Álvaro Saborío.
“Cuando yo empiezo a trabajar en Costa Rica todo el mundo me decía que Álvaro era un hueso duro de roer: ‘espérese que conozca a Álvaro que es medio hijueputa que no sé qué...’. Él día que lo conocí le dije a alguien que me lo presentara, pero él ya se había informado de mí, entonces le dije ‘Mirá, no sé quién eres tú, si a ti te da la gana lo sabré, lo único que te voy a decir es que si tienes que ir al infierno y me invitas yo te acompaño, ten la absoluta seguridad de que voy contigo’, y no más, esas fueron las únicas palabras que cruzamos ese día”.
“Íbamos para la ronda inicial, Álvaro duró un tiempo sin abrirse, era hosco, muy hosco. Pero cambió. Cambió totalmente. Creo que hoy día a la única persona que él le cuenta sus cosas es a mí. Encontró un apoyo dentro ¿no? Alguien que por la mañana le pregunta cómo amaneciste, por qué tienes esa cara, qué pasó... alguien que se preocupaba por él y fue abriendo su corazón conmigo”, dice Perozzo con orgullo paternal desbordado.
“Luego hay una anécdota muy linda, que fue el partido contra México. Siempre le decía ¿vas a jugar con la tuya o con la mía? Eso era en referencia a la camiseta, porque yo le había dicho ‘Mira Álvaro, ¿tú sabes por qué se te cierra el marco? Porque tú crees que tú eres el gran responsable de la Selección... perdiste la parte lúdica, vuelve a jugar, diviértete, ríete, ¡hace muchos años que nadie te ve reír! A eso nos referíamos cuando hablábamos de si iba a jugar con su camiseta o con la mía. Siempre me decía entre dientes que jugaría con la de él, pero en el juego contra México me dijo ‘don Jaime, hoy voy a entrar con la suya’. ‘¡Sí m’hijo, vaya, salga y se divierte y cuando haga el gol se acuerda de mí!’ ¡Y hizo el gol! ¡Y salió corriendo, y se reía, sacó la lengua y todo, casi me mata en la mitad del terreno, casi me partió la columna! Duré dos días con lumbago, después andaba todo preocupado preguntándome si me había apretado mucho (carcajadas)... son cosas tan sutiles, la gente no se da cuenta”.
Y bueno, para cerrar el capítulo, se vino la lesión de Sabo . Como era lógico, la frustración, los fantasmas, el dolor, todo se le vino encima junto con el mundo entero a Saborío ese día.
“Ese día, Alvaro mandó todo a la mierda, no habló con nadie, con los médicos ni nada, le pusieron un vendaje y se fue al camerino... no quería nada. La única persona que podía entrar era yo... y entré. Me paré en la puerta, lo miré y me miró... le dije ‘pa eso estás hecho hombre... pero quieres estar solo...’, ‘sí don Jaime, quiero estar solo’.
“Me di la vuelta y en la puerta me dijo: ‘no Jaime venga’. Me quedé ahí en absoluto silencio. A la media hora, le dije tres, cuatro palabras... decidió irse pa’ los Estados Unidos... entonces le escribí una columna de ocho líneas, la publiqué en la Fedefútbol, se llama Álvaro (encuentre el texto en nuestra versión web)
“Estoico es la mejor definición para hablar de quien nunca se doblega ante el dolor, del que alcanza la cima del sufrimiento erguido, imbatible, como Atlas, cargando en soledad el peso que le correspondió, o como el Dante, viviendo los infiernos y luego emerger triunfante durante la historia. Son esos tipos de seres que nacen para el dolor, y no sucumben, solos en su infinita fortaleza se in surgen ante los designios de su devenir. Así es Álvaro, indomable ante la adversidad, poderoso cual Rodas en su tarea, tarpeyo en sus convicciones
Frío, inextricable, distante, silente, si, pero igual infinitamente humano, honesto como nadie, como su propio dolor hecho para lo épico, para las grandes tareas que otros seguramente no podríamos resistir.
Estoico amigo, sabes de qué hablo”.
Héiner, otro “teso”
Tras la anécdota de Sabo , las emociones se desbordan en cascada, porque luego viene una igual de fuerte: lo que tocó a Perozzo a la hora de contener a Héiner Mora cuando se lesionó durante un entrenamiento ya en el propio Mundial, antes del juego contra Uruguay.
La interrogante se impone con justificado asombro...
– Jaime, qué trabajo más ingrato el suyo a veces ¿qué diablos le dice uno a alguien en un escenario como ese?
– Fue terrible, la lesión fue una tontería. Yo sabía que era grave, la manifestación del dolor lo dice todo. Salió la radiografía, yo estaba pendiente, entré a la habitación... estaba tirado en la cama, boca abajo, llorando como un niño. Lo dejé un buen rato y luego le dije ‘sentate pues’. Y comencé a hablarle. Hay hombres que nacen pa’l dolor. Sabo ... Héiner también nació para el dolor... intentó suicidarse dos veces en el pasado. Estuve con él como hasta las 2 de la madrugada, luego se calmó y se durmió. Es un “teso” (audaz, hábil en jerga colombiana), un valiente, es un HOMBRE.
Estuvo cuatro días muy mal, luego se tranquilizó y siguió con nosotros, todo bien...
– Bueno y está la otra parte... ¿y Myrie (Dave)? ¿qué le dijo cuando llegó, con ese cómo se hace ¡es el lado extremo de lo que les pasó a Mora y a ‘Sabo’!
– Pa’ eso estoy... ¡pa’ eso es que estoy!– dice con tono encendido y pasa de la pesadumbre a un entusiasmo casi travieso: “Este Myrie ¡es un NIÑO! Llegó y le dije ‘ahora sí venga, trabaje, gánese el puesto... además te va a ir muy bien ¡Y jugó! ¡Y jugó muy bien! ¡Porque además es un niño grande, lo más lindo! ¡Uyyyy espectacularmente herrrmoso ese negro!”
Antes de seguir con los jugadores, caso por caso, se atraviesan el cómo y por qué de aquella fusión anímica y espiritual entre el dizque parco sociólogo y los héroes de Brasil 2014.
–¿Usted iba con fe? ¿Me va a decir que usted anticipó lo que iba a pasar, digamos, contra Uruguay?
–(Sonríe socarronamente) Por supuesto. Porque conozco el equipo muy bien y sabía hasta dónde era capaz de llegar este grupo, yo ‘catarseo’ (de catarsis) al equipo.
Después de los partidos, hago conversatorios con ellos, entonces los muchachos dicen ‘mire vamos a ganar y no sé qué’ pero yo leo otra cosa, yo me callo y los dejo hablar, yo los oigo y leo cuando es de ganas y cuando es algo que está aterrizado y centrado”.
– Cuénteme del conversatorio antes de Uruguay, partido medular...
– Ese equipo estaba absolutamente preparado para ganarle a Uruguay, es más, yo dije ‘ganamos, vamos a ganar y vamos a ganar muy bien ¿sí?’ Yo hago siempre una charla que es como determinante antes del partido, se construye a partir de todas las unidades temáticas que he desarrollado durante dos años y medio para que entiendan qué es atención, qué es concentración, qué es eficacia, qué es eficiencia, qué es actitud, qué es aptitud con p; eso fue una escuelita que tuve durante mucho tiempo y en la charla de Uruguay simplemente construí lo que a mí me parecía que adolecía el grupo; este es un equipo que jugaba a veces con actitud, como contra El Salvador 1 -0, gol en el primer tiempo, 36 minutos, y a punta de huevos se sostuvo el partido a estadio lleno allá. Pero había partidos que se jugaban con aptitud con p, como contra Estados Unidos el primer tiempo; México el primer tiempo, en la nevada se jugó con aptitud, con cargas emocionales altas, pero no se conjugaban siempre la actitud con la aptitud, jugábamos bien, pero no generábamos ese fútbol bonito que empezamos a generar de un momento a otro.
– Pero ustedes iban con bajísimas expectativas no solo del resto del mundo, acá mismo hubo muchas críticas por la selección de jugadores...
– Todo el mundo tiene derecho a opinar lo que quiera, cuando tú estás seguro de tu trabajo y los otros especulan sin conocer tu trabajo allá ellos, cuando todo el mundo hablaba mierda yo estaba callado y calmado. Los resultados finales de todo un trabajo se resumen en un partido, pero la forma como tú amasas la materia prima solamente la sabemos nosotros, y en mi caso solamente las sé yo, hay muchas cosas que no tengo por qué contárselas a Pinto, son de mi resorte, hay muchas cosas que yo sé de los muchachos que son mías, por ética personal son mías, y el loco se emberracaba que por qué tal cosa, ‘¡porque no me da la gana contarte y porque no te voy a contar, simplemente!’
–¿Tanto así es la relación suya con cada uno de ellos?
– Totalmente. Yo durante dos años y medio les mando dos emails por semana a todos, qué buen partido, ojo cometiste ese error, por qué no pensás en esto... nunca los he abandonado. Incluso a los que pasaron por lesiones y no volvieron.
Así como Pinto fue vendiendo su idea táctica yo fui vendiendo mi idea grupal, del entrenamiento grupal. Inicialmente esto de mandarles un sociólogo a los jugadores fue muy difícil, pero cuándo yo le digo a un jugador ‘¿por qué vos hiciste hasta tercero de bachillerato?’ Cuando se dan cuenta de que yo conozco la base social y toda su historia, dicen ‘uy, qué interesante’, y les digo ‘has cometido este error por esto y por esto y por esto, y hago todo un análisis y se van dando cuenta de que yo puedo ser un gran aliado... hay jugadores a los que les arreglé el matrimonio (risas) es que... como soy sicólogo social eso también me permite muchas cosas, se complementa con la sociología, yo miro la gente y … ya, son muchos años de experiencia.
Además soy un lector asquerosamente voraz, una de las tragedias de mi vida es que no me van a alcanzar los años para leer todo lo que quisiera...
“Con los muchachos de la Selección fuimos construyendo amistades, ellos se fueron dando cuenta de que yo podía ser un buen instrumento, algunos tenían unas urgentes necesidades que les fui resolviendo y eso se fue regando entre el grupo, y empezaron los niveles de confianza, los niveles de credibilidad, pero no esa credibilidad impuesta, si no la que se da con el diario devenir.
– ¿Y usted también supo cuándo se había acabado? Intuyó que Holanda era la última aventura?
– (Toma su celular y muestra una conversación por Whatsapp, fechada 3 de julio, dos días antes del partido contra Holanda)
– Yo soy muy amigo del director de selecciones menores de la Federación, es un español, entonces él me escribe que cómo están los chicos para el juego contra Holanda y yo le digo ‘mirá, creo que tocamos techo, de esta no salimos vivos’.
(Muestra la conversación tal cual, entre insultos en broma, los hombres se porfían el uno al otro, el amigo de Perozzo le dice que hay que confiar y el colombiano le responde: ‘sí, pero también hay que ser objetivo’).
– Pero pudimos haber pasado contra Holanda...
– ¡Pero yo conozco al grupo y sé hasta dónde podíamos llegar, y llegamos a la cima pero Holanda era nuestro techo!
– Mmm ok. Y dígame ¿vamos a ir a Rusia?
– Claro que vamos a ir a Rusia, y vamos a llegar a cuartos de final cagados de la risa. Es más, te doy la alineación del 2018 ya: Keylor, Gamboa, Duarte, Pipo y Brian Oviedo. Volantes centrales Yeltsin y Celso, por fuera Bryan y Marco Ureña. Y adelante Campbell, que será un goleador impresionante, va a llegar con 150 partidos internacionales, escriba ahí que lo digo hoy ¡lo digo HOY!