Apenas despuntaba el nuevo siglo cuando las esperanzas de paz de Colombia se vieron emplazadas por un secuestro que tendría en vilo a ese país y a buena parte del resto del planeta durante casi una década completa.
En el 2002, Ingrid Betancourt y Clara Rojas, compañeras inseparables en sus vidas personales y políticas, fueron secuestradas mientras se dirigían un mitin en la peligrosa región de San Vicente del Caguán.
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La primera era una de las senadoras más reconocidas del país, recia de carácter y con la aspiración a convertirse en la primera presidenta del país. Clara era su asesora en el Senado y compañera de fórmula presidencial.
Al cabo de seis años de convivir en las selvas colombianas, secuestradas por las FARC, se dio lo que ya casi era impensable: la liberación de ambas. El 2 de julio de 2008 el ejército la rescató junto a tres estadounidenses y 11 policías y militares en lo que se denominó la “ Operación Jaque ” .
Igual de inimaginable era que las mujeres salieron del cautiverio totalmente alejadas, casi con tenor de enemigas.
El distanciamiento fue evidente debido a las respuestas lacónicas y evasivas de ambas, cuando eran consultadas, por separado, la una sobre la otra.
Ingrid, personaje a esas alturas de calibre mundial, respondió cuando se le preguntó por Clara: “En la selva todos tratábamos de sobrevivir”.
Rojas ha optado por la cautela, el caso es que, como lo reseña la revista colombiana Semana, el país terminó por conocer detalles de su ruptura por largas entrevistas o certeros párrafos en libros de exsecuestrados. Sobre la ruptura de sus relaciones aparecieron decenas de mitos y una única certeza: la crueldad del secuestro fue lo que acabó con una amistad de hierro.
Después de superar uno de los flagelos más inexplicables de la humanidad, Íngrid Betancourt y Clara Rojas tuvieron la dura tarea de seguir con sus vidas. Y, aunque suene sencillo para el resto del mundo, para aquellos que estuvieron internados en una selva por tantos años, sobreviviendo, puede ser el desafío más complejo de sus existencias.
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Es por eso que ambas fueron las voces comandantes este jueves cuando instaron a sus compatriotas a la reconciliación.
“ Podemos transformar el dolor en nuestra fuerza, la memoria en nuestra sabiduría, el duelo en nuestra fe ” , aseguró Betancourt durante el foro “ La reconciliación más que realismo mágico ” que se desarrolló esta semana en Bogotá.
Ingrid enfatizó que “ después de tantos años de separación ha llegado la hora de abrazarnos todos como la familia colombiana que nunca hemos dejado de ser ” , en claro apoyo al proceso de paz que el gobierno del presidente Juan Manuel Santos lleva adelante desde fines de 2012 en Cuba con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) .
El foro fue organizado por la Fundación Buen Gobierno que encabeza Martín Santos, el hijo mayor del jefe de Estado.
Desde 2010 Betancourt no visitaba Colombia porque, según ha dicho, ha utilizado ese tiempo para tratar de reencontrarse con ella misma.
Cuando recuperó la libertad, dijo, “ pensar en dialogar con la guerrilla era traicionar a la patria ” . Hoy, en cambio, piensa que “ hay que aprender a confiar en el otro ” y que “ somos capaces de oír sin necesidad de empuñar un fusil ” .
Agregó que “ los que más han sufrido con la guerra son los que más buscan la reconciliación ” y, contrariamente, “ los más intransigentes son los que no han tenido contacto con la guerra ” .
La también excongresista, de 54 años, sostuvo que ““no hay nada más fuerte que el perdón para detener la deshumanización” e insistió en que “ la paz que queremos no es cualquier paz: es una paz justa y duradera” .
Sobre su retención, la política dijo que los secuestradores primero le arrebataron la libertad y después quisieron hacer lo mismo con su identidad, cuando dejaron de llamarla Ingrid y se dirigían a ella con apodos que la hacían sentir mal. “ Los nombres que me dieron fue 'la cucha' por vieja, 'la garza' por flaca, 'la perra' por mujer y 'la carga' por secuestrada ” , relató.
En el foro también estuvo presente Rojas, quien comentó a The Associated Press que la noche del miércoles con Betancourt tuvieron un “ encuentro muy emocionante ” y que de lo primero que hablaron fue de sus familias. Rojas le habló a Betancourt de su hijo Emmanuel, quien nació en la selva cuando estaba en cautiverio, y Betancourt le contó a Rojas que iba a ser abuela por segunda vez.
Horas después de ser liberada, Betancourt dejó Colombia y se fue a vivir a Francia. Desde entonces su vida se desenvuelve entre Francia, EE.UU. y Gran Bretaña.