José Sanchis Sinisterra (Valencia, 1940) ha dedicado su vida a explorar nuevos caminos estéticos y temáticos del arte teatral. Sus laboratorios de creación se suman a una larga carrera como pedagogo, investigador y teórico. El extenso catálogo de su obra lo posiciona como uno de los más relevantes dramaturgos de la lengua española. Desde su proyecto –Nuevo Teatro Fronterizo– este autor impulsa los espacios de diálogo entre la escena y las diversas realidades sociales.
De Sanchis nos llega Ñaque o de piojos y actores , bajo la dirección de Ana Ulate. En este espectáculo, Solano y Ríos –cómicos ambulantes del Siglo de Oro– llegan hasta el presente para encontrarse con un público inédito. Al inicio, los histriones lucen temerosos porque no saben cómo satisfacer las expectativas de esos fisgones cuyas miradas implacables los atraviesan sin piedad.
Solano y Ríos abandonan el escenario e incursionan en la zona de butacas para hablar al respecto con la audiencia. Ese gesto de ruptura dispara una reflexión sobre la naturaleza del teatro y sobre los roles –a veces intercambiables– de actores y público. Superados los temores iniciales, los cómicos hacen lo que mejor saben: narrar sus andanzas e interpretar las loas, entremeses y autos sacramentales heredados del teatro popular español de los siglos XVI y XVII.
A partir de este momento, la velada fue un derroche de energía y creatividad. Con el apoyo de una mínima escenografía almacenada en un baúl, Carlitos Miranda y Melvin Jiménez se adueñaron de la sala y sostuvieron por todo lo alto las dos horas de la función. Las interacciones con el público alternaron con una especie de charla ilustrada sobre los ocho tipos de compañías teatrales pertenecientes al barroco español –incluido el ñaque–.
El ambiente carnavalesco propiciado por el elenco se valió de recursos como la parodia, la gestualidad exagerada, el trabajo corporal al límite y la interpretación musical. La permanente interacción con la audiencia también fue vital para sostener esta atmósfera y facilitar la asimilación de antiguos géneros escénicos y modalidades interpretativas poco frecuentes hoy en día.
Al margen de esas distancias temporales y culturales, los protagonistas de Ñaque demostraron que la esencia del teatro sigue siendo el encuentro de actores y espectadores en un espacio y tiempo irrepetibles. Sin embargo, esta condición de evento único hace que toda representación sea efímera.
Es por lo anterior que, al acercarse el desenlace, los cómicos experimentan el miedo de que su arte se pierda en el tiempo. Para evitarlo, incrementan la intensidad de su accionar, gesticulando y desplazándose sin pausa y sin norte. Desesperados, buscan un antídoto contra el olvido, pero sus afanes no alcanzan.
Y es entonces cuando todo colapsa: Solano y Ríos desaparecen para dejar los cuerpos de Miranda y Jiménez abandonados en escena. Los actores –despojados de sus personajes– interpretan fragmentos de otras obras en las que han intervenido.
El esfuerzo es conmovedor, pero inútil. Poco pueden hacer para salvarse de la nada que se avecina con el apagón. La commedia –sin duda– è finita.
Los aplausos estallan. Me sumo y celebro el debut de Teatro del Público. Este grupo me recordó cuáles son los espectáculos que más disfruto. Lejos del teatro de pose y parsimonia –tan en boga en algunas salas locales– los integrantes del colectivo evidenciaron que trabajan con la dosis exacta de pasión e inteligencia para mantenerse alejados del olvido.
FICHA ARTÍSTICA
Dirección y vestuario: Ana Ulate
Dramaturgia: José Sanchis Sinisterra
Asistencia de dirección: Fanny Vargas
Elenco: Carlitos Miranda (Solano) y Melvin Jiménez (Ríos)
Iluminación: Madelaine Garita, Carlitos Miranda
Escenografía: Vinicio Rojas
Diseño gráfico: Leonardo Sandoval
Espacio: Teatro de Bellas Artes (UCR)
Función: Jueves 28 de mayo de 2015