El arte de dotar de vida a lo inanimado es una vocación que posee el marionetista europeo Carlos Cañellas. Con un conjunto de hilos y unas manos virtuosas este catalán pone en escena un espectáculo callejero de marionetas, capaz de mantener sin pestañear por más de una hora a grandes y pequeños.
Esto lo comprobaron quienes estuvieron hoy al mediodía en la Plaza de la Cultura, donde se presentó la obra de marionetas Solista, de la compañía barcelonesa Rocamora. El espectáculo llegó al país como parte de las actividades culturales del FIA.
¿Qué hace a estas marionetas tan especiales? La diferencia con otros muñecos de su tipo es que se trata de personajes que se adueñan totalmente del escenario, mediante espectáculos circenses, de ballet, flamenco y otros bailes populares, que ejecutan con tal perfección que parece que la figura del marionetista desaparece por lapsos de la escena.
Cañellas recuerda que está en el escenario solamente cuando llama a sus estrellas, quienes van saliendo una a una de sus valijas. El primero en aparecer es un bailarín de tap llamado Jhonny, una simpática marioneta negra, que es de las que muestran más perfección de la técnica.
Sin embargo, quien se roba el show es una marioneta creada por el español al que solo llama como abuelo, y que pese a sus reumas hace retumbar el escenario con sus bailes.
Mientras tanto, la esplanada de la Plaza de la Cultura luce bastante concurrida. Algunos de los que pasan por casualidad se acercan a curiosear sobre lo que mantiene a todos tan entretenidos. Estos transeúntes terminan por quedarse, olvidándose así de los quehaceres del día por unos minutos.
Regalar cultura. Parte del aporte cultural que hace Carlos Cañellas y su compañera de grupo Susana Rodríguez, quien lo asiste en escena, es la presentación de una pieza de ballet protagonizada por una marioneta con aire de mimo, que según dice lo acompaña en sus viajes desde 1979.
La pieza transporta al público a un momento dramático que muestra las hazañas de un bailarín por alcanzar una estrella.
Tras el acto, llega el turno de la última marioneta que lo acompaña en este viaje a Costa Rica: una bailaora negra, llamada Pepita, quien suena las castañuelas y se mueve al mejor estilo del flamenco andaluz.
Solista cierra con la repetición en el escenario de la marioneta del abuelo, que le saca risas al público en sus intentos por aprender a patinar. Esta obra se acaba cuando el artista detrás de los hilos se despide y experesa su deseo de que no vuelvan a pasar otros 20 años para volver a Costa Rica con sus muñecos.