Fabián Sales supo que podía ser director de teatro durante un maratónico ensayo de 48 horas. En una playa uruguaya, a las 5 a. m., sin haber dormido ni haber parado de practicar durante dos días, halló su vocación... una de tantas.
Sales, de 42 años, se ha consagrado en dos escenarios costarricenses desde que arribó al país, en 1999: las tablas del teatro y la pista de esgrima. Con montajes exitosos como El rey Lear , Rompiendo códigos y Perra vida, dulces sueños (que cierra este fin de semana), ha llenado butacas; con la espada y el florete, ha traído al país numerosas medallas. Su impronta es la disciplina; su motivación, compañeros comprometidos; su ventaja, hacer de todo.
Expresiones. Sales se formó como actor en Uruguay. Aquel taller de sobrehumanas exigencias lo recibió del francés Laurent Berger en Uruguay. Entonces, La Carne Teatro , fundado en 1996, era un grupo experimental que buscaba su voz. Tres años después, tras haberse catapultado como una promesa de la escena uruguaya con la obra Criatura , vino a Costa Rica a cuidar a las tortugas baulas.
Vegetariano, preocupado por el ambiente e hiperactivo, encontró pronto su misión. “Sentía necesidad de hacer algo por la ecología que no fuera solo palabras. Tenía ganas de dedicar mi tiempo a eso; hacer algo práctico y real”, dice.
Entre Gandoca y playa Grande, halló tiempo para asistir a una audición de la Compañía Nacional de Teatro, y así conquistó un papel en Ricardo III . Desde entonces, su camino en el teatro tico tomó una dirección clara.
Venía de un medio muy distinto. ¿Qué encontró? “Buenos actores: eso fue lo que me abrió los ojos a que acá se puede hacer buen teatro. Si no hay buenos actores, no se puede hacer teatro”, afirma.
Al principio, trabajó con los veteranos (Gerardo Arce, Eugenia Chaverri, Stoyan Vladich, Mariano González, Lenín Vargas... ). Vio que en generaciones menores había talento y se convirtió en profesor.
¿Cuáles objetivos impulsaban a La Carne Teatro? “Quería algo que pudiera llegarle al público – fuera drama, comedia o tragedia – y basado en la actuación, tratando de quitar todo lo que no fuera apoyo para el actor”, explica. Evidencia de esta intención es el actual montaje de Perra vida, dulces sueños : cuatro sillas, dos actores, y poco más.
Para Sales, el teatro vale en tanto comunique algo y, aunque suena atrevido, pueda provocar una transformación en su audiencia. “A uno le brinda la posibilidad de comprometer cuerpo, alma, voz, en un personaje y dejarlo todo en el escenario, y comunicarse directamente con el público”, considera.
¿Qué lo atrae de una obra para llevarla a escena? “Que pueda decir algo, proponerle algo al público, hacerle reflexionar sobre algo. Parece demasiado, pero es una razón que me motiva: que pueda ayudar a construir una sociedad mejor. Sé que suena grandilocuente, pero es la razón. La obra además de tener un contenido, deben haber posibilidades para que yo la dirija, estar bien interpretada, etcétera. Lo que me interesa no es el nombre del autor ni lo conocida que sea la obra, sino que permita mover algo”, explica.
Batalla. A la vez, Sales se introdujo otro campo de batalla que le demandaba atención total: la esgrima. “Siete veces campeón nacional de florete, tres veces de espada y vicecampeón de sable”, repasa. Según Sales, debe aprovechar al máximo los que considera sus “últimos años” como atleta.
La gran motivación para concentrarse en el deporte es la invitación, por parte de la Comité Olímpico Nacional y la Federación Costarricense de Esgrima, de un entrenador polaco de primer nivel: Jerzy Konczalski.
“Nunca me sentí tan apoyado en la esgrima como ahora, gracias a que este maestro cree en mí y yo creo en él”, afirma. Entrena todas las mañanas y todas las noches. Se despierta a medianoche ejecutando movimientos de esgrima.
Sueña con nuevos títulos. “Quiero ver, antes de retirarme, qué más le podemos traer a Costa Rica”, afirma.
No ha quedado tras el telón que Sales es exigente, y que se compromete intensamente con sus trabajos. “Tanto en esgrima, locución como actuación, considero que la base del éxito está en la disciplina, la perseverancia, trabajar por algún objetivo correcto. No es trabajar en cualquier cosa, porque si no hay técnica correcta ni hay conocimiento real, no vale la pena”, dice.
Si hay algo que desanime a Sales, en todos los ámbitos, es la mediocridad, tanto en compañeros de trabajo como en sí mismo. Con Fabián, si la entrega no es total, no es entrega. “Si me das a elegir entre un alumno muy talentoso y uno muy disciplinado, me quedo con el disciplinado. He visto constantemente a gente con mucho talento que termina en la mediocridad absoluta”, lamenta.
¿Qué es, pues, la mediocridad? “Para mí, es el conformismo cuando no das todo lo que podés dar a tu sociedad, a vos mismo, a tu familia. Cuando te conformás con poco pudiendo hacer mucho más, por pereza, generalmente, por escaparle a la disciplina o al rigor”, responde.
Profesor de locución y director de extensos montajes teatrales; actor en cine y entrenador de esgrima. ¿Le trae algún problema este abanico de ocupaciones? “El hecho de que haga varias cosas y de que me vaya relativamente bien en ellas, molesta; molesta mucho”, dice.
Para Sales, ocasionalmente ha sido un problema: en varios ámbitos se piensa que “el que mucho abarca, poco aprieta”. “No es siempre acertado generalizar”, opina sobre esta idea. “Las acciones, los resultados, son los que mejor hablan. Siempre le ganan a la habladuría y a la paja”, sentencia.
“Soy un tipo trabajador, que cree en la disciplina y el rigor y que se motiva mucho creyendo en sus compañeros de trabajo”, resume. “Tengo mis tropiezos, me caigo, me enojo, me va mal a veces... pero estoy haciendo lo que me gusta”. En una batalla con múltiples frentes, Fabián Sales se mantiene empuñando la espada.
----- La temporada de Perra vida, dulces sueños concluirá este fin de semana en el Teatro 1887. La obra de Miguel Morillo es dirigida por Sales. Él y Amanda Quesada dan vida a dos compañeros que, sin conocerse, dialogan sobre las frustraciones de la vida contemporánea. Mañana se presentará a las 8 p. m., el sábado, a las 5 p. m y a las 8 p. m., y el domingo, a las 6 p. m. y a las 8 p. m.