El nombre de Ana Poltronieri invoca en Costa Rica recuerdos de teatro, todos ellos buenos. A la josefina (pero de padres italianos) de 86 años, se le reconocerá este miércoles como “baluarte” de la escena teatral, tanto en las tablas del país como en sus aulas.
La Poltro, como se le conoce, tuvo el privilegio de ver graduarse a sus estudiantes para, después, compartir con ellos como colega.
Recibió y formó a otros grandes personajes del teatro tico como profesora de Dicción de la Escuela de Artes Dramáticas de la Universidad de Costa Rica.
Por la universidad, de hecho, conoció el teatro cuando vio en 1952 un ensayo al aire libre y de improviso terminó leyendo uno de los papeles.
Para seguir trabajando, a Poltronieri le tocó encubrir y mentir a su familia, asegura Rolando Trejos, vestuarista de la Compañía Nacional de Teatro, quien la entrevistó hace unos días para un video pequeño del Centro Costarricense de Producción Cinematográfica. La producción se proyectará esta noche durante su homenaje en el Teatro Nacional.
Trejos se reservaba para Poltronieri el nombre de “la mamá del teatro”, como la llamó en los montajes que trabajaron juntos,
La imagen de matrona es quizás lo que más identifica a Poltronieri. El actor y director Mariano González, tiene presente cómo lo reconfortó antes de su primer papel protagónico, por ejemplo.
González la recuerda como una actriz versátil y con capacidad para la improvisación. Ambas cualidades le permitieron ser miembro de importantes montajes. Entre ellos obras de Samuel Rovinski ( Las fisgonas de Paso Ancho ), Alberto Cañas (La segua y El héroe ) y otras universales, como La visita de la vieja dama , de Friedrich Dürrenmatt, en la que encarnó al personaje principal, Clara, y por el que obtuvo uno de sus Premios Nacionales de Cultura a la mejor actriz (1988).
Su último premio se lo entregó el Instituto Internacional del Teatro Mi vida en el Teatro, en el año 2001.
Leyenda. La admiración la comparten quienes han conocido de ella de oído y de quienes fue amiga.
Gladys Catania, por ejemplo, rememora haberla conocido cuando llegó de Argentina, en 1967, pero se hicieron amigas hasta un año después.
Se presentaron juntas en un montaje de la Compañía Nacional de Teatro que recuerda con mucho cariño, La loca de Chaillot (1980), con otra de las mujeres de la época dorada del teatro: Sara Astica.
“Cada vez que me ha tocado compartir escenario con ella, mi admiración con su trabajo es enorme”, afirma Catania, de Poltronieri. “Mantiene tanto mi afecto como de todo el medio teatral en un lugar privilegiado”.