En el Día Internacional de la Mujer, Viva les rinde homenaje a las trabajadoras de las artes en Costa Rica.
Reunimos a doce artistas de seis disciplinas distintas para discutir retos pertinentes al ejercicio cotidiano de su trabajo, problemas recurrentes en sus gremios y obstáculos particulares de ser mujeres profesionales en sus áreas: la danza, la música, las artes visuales, el cine, el teatro y la literatura.
Una de las grandes carencias de la formación artística suele ser la ausencia de una educación administrativa. Las escuelas enseñan a crear pero no necesariamente a convertir al arte en una profesión rentable.
“Estamos desagremiados. Si vos sos empresario de otra cosa, tenés gremios a los cuales afiliarte, asociaciones, un colegio. Los artistas no tenemos esas cosas, tenemos que trabajar para que nuestro producto sea bueno y poder vender lo que hacemos”, explica Andrea Oryza, copropietaria del Teatro La Fortina, en Heredia.
“Yo no soy administradora: soy productora y gestora cultural”, explica Carolina Lett, fundadora del espacio La Casona Iluminada, en barrio Amón. “Trato de buscar patrocinios, buscar público y buscar obras que se sostengan”.
En el teatro, emprender siendo mujer es un reto múltiple: las entidades bancarias que brindan financiamiento para pymes batallan por comprender las necesidades particulares de las empresas culturales y, aunque existen bancas particulares para mujeres, tener acceso a herramientas de liderazgo empresarial aún es complicado.
Lett cuenta que ella solicitó un préstamo inicial en Banca Mujer del Banco Nacional, pero que el trámite se alargó por las dudas que generaba la naturaleza del proyecto.
La Casona Iluminada no es un reto de lucro personal —Lett trabaja, además, como directora de arte en comerciales y en películas—, sino un proyecto para dotar a los artistas independientes de un espacio de presentación que puedan costear.“Estaba superpreocupada porque al inicio puse todos mis ahorros para arrancar con el proyecto. Yo necesitaba el préstamo y el señor del banco no entendía nada”, recuerda la productora. “Todo el dinero que entra es para pagar el alquiler, gastos básicos, el préstamo y el dinero extra es para comprar equipo y mejorar las instalaciones”.
La experiencia de Oryza es diferente. Ella y su esposo, Remberto Campos, abrieron juntos La Fortina financiándolo con préstamos personales. Oryza trabajó como actriz durante muchos años (recibió el Premio Nacional de Teatro en el 2010) y asegura que, antes de involucrarse en la producción teatral, tuvo que deshacerse de la idea de que hacer teatro se refiere específicamente a actuar.
“Estaba permeada de muchos prejuicios que recaen de una forma más pasiva en la mujer. De tener que interpretar diferentes personajes y hasta tener que interpretar la producción artística, me di cuenta que si me quedo tratando de ser la ‘actriz bella’ no voy a hacer nada en la vida”, explica Oryza.
¿Cómo aprender a administrar un teatro con factores tan particulares en contra? Ambas describen como forzoso el trabajo en equipo, necesaria la organización del y como un imprescindible tener pasión por su arte.
“Lo más importante es la pasión: tenés que estar muy seguro de que te querés meter en ese enredo porque luego no lo podés dejarlo tirado. Es una responsabilidad social para formar público y formar artistas”, afirma Lett.
Para Oryza, el secreto es estar abierto a las posibilidades que brinda el arte dramático y sobre ponerse con presteza a los fallos.
“Yo pienso que no hay recetas. Cada proyecto tiene su propio camino. No es lo mismo montar un teatro en Cuesta de Moras que en Heredia, no es lo mismo hacer teatro comunitario que hacerlo en la capital”, opina. “Cada artista tiene que definir muy bien qué es lo que desea ser, cuál es la manera en que va a ser más feliz. Al fin y al cabo, todo se trata de hacer lo que uno ama y sacar adelante sus sueños de la forma más digna posible”, dice.