Para el director y protagonista Fabián Sales , la primera persona a la Algo de Ricardo pone a dudar es él mismo. El monólogo, en escena en el Teatro 1887 durante noviembre , cuestiona e incomoda tanto al público como a su único autor por la contundencia de su crítica. Con tal tensión, la energía resulta feroz.
Del célebre dramaturgo uruguayo Gabriel Calderón, la obra nos muestra dos historias paralelas: la del cruel Ricardo III de William Shakespeare, quien hará cualquier cosa para arrogarse el poder, y la del actor que lo interpreta, para quien el escenario pareciera ser solo suyo.
“Me desafía, no solo como actor y director, sino que me desafía a mí mismo, como persona. Me puso a investigar sobre mí mismo, sobre mi ego, mi posición como actor y como director”, explica Sales, director de La Carne Teatro.
En el monólogo, no solo interpreta a los dos Ricardos, sino a quienes le rodean; el montaje aprovecha recursos audiovisuales y escénicos para explorar todas las historias cruzadas.
Si por un lado el rey aniquila a sus enemigos, por el otro, el actor hace tambalearse a colegas y al director. “El personaje del actor se llama Fabián Sales. Por supuesto que no soy yo; es el personaje de Fabián Sales que compongo para la obra”, explica. No obstante, se convierte también en una vía para explorar temas que desde hace varias obras toca: la ambición, el arte del teatro, el ego.
“Se permite decir cosas que otro actor, con más cuidado de no herir las susceptibilidades del gremio teatral, no diría. El tipo cree que puede decir lo que le de la gana. Eso permite que en la obra se haga críticas muy fuertes”, detalla Sales. El conflicto de ambos soberanos se lleva hasta extremos cómicos, que subrayan ese carácter excesivo de las visiones que cada uno tiene de sí mismo.
El otro Fabián Sales, el de las tablas, arremete contra la mediocridad del oficio y contra la figura del director – “un invento del siglo XX”–. No sobreviven ni premios, ni aplausos vacuos ni obras malas para este Ricardo.
“A veces vemos que la gente actúa por actuar, por subirse a un escenario. Es un medio de supervivencia para mucha gente, pero a veces es la excusa para hacer cualquier cosa de cualquier manera”, comenta el artista.
Para Sales, plantarse en escena con una obra que cuestione así ha sido una experiencia de aprendizaje como las que busca desde hace tiempo al asumir proyectos (esta es una producción concertada con la Compañía Nacional de Teatro). ‘En el teatro se habla mucho de las máscaras. Hay mucho malentendido acerca del sentido de la verdad y el sentido de la mentira. Siempre me ha interesado ese tema, no solamente en el teatro sino también en el cine. Hay "gente de teatro" que promueve el lema de que un actor es un buen mentiroso. Que hay que saber mentir para saber actuar. Que la ficción es una mentira. A mí ese pensamiento, la verdad, me da un poco de asco. Creo todo lo contrario, que más allá de las posibilidades de "quiebre" que tiene un actor, el actor-actor, siempre trabaja con la verdad, al menos siempre busca la verdad, al menos su verdad. En fin, las máscaras del teatro no significan, para mí, la máscara que se pone el actor para "mentir", sino lo contrario, las máscaras que se quita para poder actuar, para poder interpretar un personaje, para poder "llevar con dignidad las virtudes y las desgracias ajenas"... También están las máscaras que el teatro mismo evidencia, las máscaras de su propia sociedad... el hacer visible, por ejemplo, los estereotipos, las corrupciones y las mentiras que nos hacen mal, como seres sociales, como seres humanos.
LEA MÁS: Fabián Sales, luchador de teatro y espada
Ninguno de los monstruos puede aparecer en el vacío. El rey Ricardo III, deforme, acusa a quienes lo insultan de haberlo torcido así, también moralmente. Pero, ¿qué crea al monstruo del actor egocéntrico? “Todos los actores tienen su ego, un ego desarrollado; sin eso, no se puede actuar. Sin embargo, lo hace el propio medio con sus mierditas, sus mediocridades, su endogamia...”, considera Sales. Desde la desmesura del actor al que interpreta, se disparan verdades en todas direcciones. Cada quien las tomará a su modo; después de todo, el teatro lo hace su público.
‘Creo que esta fortaleza del teatro como expresión artística que lo hace tan poderoso como herramienta de transformación social... mayomente es usada hacia afuera, o sea, con los teatristas analizando y, por ejemplo, denunciando y criticando hacia afuera... Y, ¿hacia adentro?’, continúa el actor. ‘El teatro es, a veces, un reflejo de la vida... Pero el teatro también es la vida misma. Y tiene sus mierdas, muchas mierdas. No es el arte inmaculado que está libre de tirar la primera piedra. Para nada. Me interesó esta obra de Calderón también por eso. Creo que la obra evidencia, dentro del mismo teatro, muchas de las mentiras tomadas como verdad normal, estereotipos que galopan libremente en nuestro medio y que le hacen mucho mal, mediocridades y corrupciones profesionales tomadas como normalidad. El teatro, obviamente, es parte de la vida misma, al evidenciarse algunas de sus miserias, también se visibilizan las miserias de otras artes y de la sociedad misma. Entonces... ¿vemos las miserias? Nos sentimos parte o las negamos y nos negamos también nuestra responsabilidad en su existencia? ¿Queremos cambiar esto? ¿Podemos cambiar esto? ¿Qué queremos hacer? En fin, me interesa que el autor, con una voz muy expresiva y poderosa, proponga esto desde adentro hacia afuera’, concluye.
El horario es de jueves a domingo, a las 8 p. m. Los jueves hay promoción de 2x1 y el costo de la entrada es de ¢5.000 general y ¢2.500 estudiantes y ciudadanos de oro. Reservaciones: 8982-9696.