Una década alejada de los escenarios fue el tiempo suficiente para que Ana Istarú comprendiera que, una vez que regresara a las tablas, no las iba a dejar jamás.
Vuelve serena, madura, en un buen momento personal y familiar. Como si fuera poco, su retorno lo hace con Virus , una obra que escribió hace siete años y con la que espera sacudir al espectador sobre el tema del Papiloma Humano.
La propuesta se estrenó en julio en la Sala Vargas Calvo y llegó a escena tras una invitación del director Manuel Ruiz, quien tenía la oportunidad de presentar una producción para la Vargas Calvo.
Hay muchas emociones en el ambiente, pero sobre todo sed de crear cosas nuevas. Sobre este retorno, la artista conversó con Viva.
Son diez años de no estar en un escenario teatral, ¿qué ha pasado en todo ese tiempo?
He continuado haciendo lecturas interpretadas de mis comedias, tanto de Hombres en escabeche , como de Baby boom en el paraíso , en instituciones educativas, empresas y en fiestas particulares. Hago esto unas tres o cuatro veces por mes, entonces, no he dejado de tener contacto con el público.
”También he trabajado en la producción de columnas de opinión y he visto en estos diez años como mis puestas en escena han sido montadas en el extranjero. En este periodo por razones familiares y personales he estado distante de los escenarios: me he casado tres veces y me he divorciado dos; eso distrae mucha energía, además de las consecuencias que tiene en el núcleo familiar”.
¿Qué diferencia hay entre la Ana Istarú de hoy y la de hace 10 años?
Soy una señora más asentada, quizá más reflexiva. Creo que por el ejercicio que he tenido con mis presentaciones no he perdido la práctica de la actuación. De hecho, lo que estoy haciendo en este momento (regresar a las tablas con Virus ) es quizá lo más difícil que haya hecho en toda mi carrera: es un unipersonal con siete personajes en el cual no hay breves intervenciones de uno y otro, si no que hay verdaderos conflictos y discusiones álgidas en las que tengo que hacer ambas partes dialogando. Eso exige gran concentración, porque no solo debo cambiar el tono de voz, la forma de pronunciar y el manejo corporal, si no también el estado de ánimo, sin perder la coherencia, es un reto fuerte. Fue una forma un poco kamikaze de regresar a las tablas, pero también era una manera de hacerlo para mí misma, no tanto por obtener reconocimiento, si no porque creo que el mensaje del texto puede ser de utilidad para los espectadores y porque era la forma de demostrarme a mí misma que a pesar de mi ausencia, la madurez artística continúa dando sus frutos.
¿Ha cambiado la forma en la que aborda el escenario?
Es como andar en bicicleta; creo que es algo que aunque se deje de hacer siempre se tiene. Confieso que no era mi objetivo volver a presentar un unipersonal, lo que ocurre es que la obra la escribí hace siete años. Cada vez que escribo un unipersonal lo hago porque siento que no tengo la posibilidad de llevar a escena un espectáculo más ambicioso y con más actores, porque económicamente no tengo el respaldo para hacerlo. Quisiera escribir obras para más actores y más personajes, pero como era lo único que tenía inédito y Manuel (Ruiz) me ofreció la oportunidad de montar un texto; fue más un azar que una decisión mía.
¿Cómo describiría este reencuentro con el teatro?
No sé si era Ana Poltronieri quien decía que siempre se padece de terror el día del estreno, por más experiencia que uno haya tenido. Si ella lo dice, quién mejor que ella para enunciar esa frase. Siempre siento que cada noche es una prueba para mí misma; es una hora y 35 minutos de espectáculo que tengo que sostener desde el punto de vista de la memoria, porque no hay ningún compañero que me vaya a sacar del blanco; no me puede fallar la voz a pesar de que tengo que tener registros diferentes y tengo que dar la emoción final en el clímax. Si me asusto mucho simplemente me consuelo diciendo este espectáculo no es para nadie más que para mí.
¿Qué le sienta mejor, el drama o la comedia?
Como actriz hacer reír a la gente es algo maravilloso, pero conmoverla también. Ambas son igualmente difíciles. A veces los jurados nacionales tienden a menospreciar la comedia; rara vez se va a premiar una como un texto digno de un galardón porque se le considera liviano y ese es un gravísimo error.
“La comedia puede ser más poderosa que la tragedia, en el sentido de que hace que los espectadores bajen la guardia; la comedia permea más, si hace una crítica social es más fácil reírse y comprender que hay que cambiar una conducta. Hacer comedia es muy complicado; es más fácil conmover al lado de la tristeza, pero me siento bien con ambos géneros”
Actriz o dramaturga, si tuviera que elegir una, ¿cuál sería?
Antes pensaba que no podría prescindir de ninguna, pero si tuviera que ser una sola cosa sería dramaturga, quizá por una pretensión vanidosa. El trabajo de una actriz de teatro solo será vivido y recordado por quienes apreciamos sus trabajos teatrales. Actuar es lindo porque es un acto de amor entre el público y el actor y lo que queda es lo que se lleva en el corazón. Cuando se escribe teatro y el tema que trata tiene alguna relevancia y validez, incluso, para generaciones posteriores tiene más posibilidades de perdurar, por eso digo que es una pretensión vanidosa.
¿Cuan difícil es es interpretar lo que se escribe?
Lo único difícil es que el director que asuma el texto del que yo soy autora me deje hacer lo que yo quiero con el personaje (suelta la carcajada) porque tengo una idea preconcebida de lo que escribí.
¿Qué es más difícil de interpretar, lo que usted escribe o lo que otros escribieron?
Quizá interpretar un personaje escrito por otro sea más difícil, pero al mismo tiempo puede ser más retador y atractivo, pero a mí me gusta todo, ¿qué quiere que le diga?
Escritora y actriz de éxito, ¿qué le falta por hacer?
Me falta retomar un ritmo de producción. A los 54 años ya no se actúa para demostrar nada, se ha comprendido la futilidad de esperar reconocimiento más allá del que de corazón uno puede darle a su público. Lo que necesito ahora no es tener la inspiración; necesito estabilidad económica, emocional. Ahora que subí al escenario, quiero emprender nuevas empresas dramaturgicas, retomar la poesía.
”Cuando la gente es joven comienza en teatro, pasa el cine, piensa en la fama, en la celebridad; se piensa que el éxito es brincar a otro sitio. Yo viví en Francia y me di cuenta que en Costa Rica puede haber tan buenos actores como allá. La gente está asombrada por lo que hizo la Selección Nacional, pero yo de alguna forma no. Como costarricense, a la que no le gusta el fútbol, no cabía de la felicidad de saber que muchachos de Hatillo y Desamparados estaban ganándole a figuras millonarias, que manejan Ferraris y están en la portada de Vogue, pero algo dentro de mí sabía que en un país pequeño, si hay pasión y disciplina, se puede alcanzar la misma calidad que en otros sitios”.
“Lo mismo ocurre con el arte. No es necesaria la pompa y la exposición mediática. Como artista para mí el éxito es hacer lo que a uno le gusta y calar en sus espectadores. La fama es una cosa y el éxito es otra cosa, una persona mediocre puede llegar a ser famosa, lo que es difícil es hacer una obra buena y esa es una pretensión mayor. Todos mis esfuerzos van ahora en crear la obra teatral más afinada que yo pueda ser capaz de hacer”