Toda guerra revela y oculta. En una tierra como la nuestra, acostumbrada al silencio, permanecen sombras del conflicto de 1948 que no han sido barridas. En una pequeña casa de barrio Amón, el grupo de teatro Los de Pluma dedica una obra a asomarse a esos vacíos.
El montaje de 1948 es el segundo del grupo de 14 artistas, graduados recientemente del Taller Nacional de Teatro. Se presenta en Casa Teatro este mes, con funciones de 8 p. m. los viernes y los sábados, y de 7 p. m. los domingos. Hoy no habrá función por el Día de la Madre.
“Parte de nuestra identidad es conocer nuestro pasado y conocerlo bien”, dice Manuel Calderón, quien codirige la obra con Eymi García . “ Se nos habla de la guerra del 48 cuando estamos en el colegio, de Figueres, de Calderón, que hubo una guerra, unos muertos y hasta ahí. La obra es lo más humano, qué vivían las familias”, describe.
Bruno Camacho, Mari Murakami y David Obando protagonizan la obra. La entrada vale ¢3.000 en general y ¢2.500 para estudiantes y ciudadanos de oro. Puede reservar su tiquete llamando al 8647-5315.
De cerca. En 1948 , Marta es una mujer de San isidro de El General cuyo esposo parte a luchar en la guerra civil. En la soledad, amenazada, la mujer representa a una generación de costarricenses que vivió los traumas de la conflagración pero cuyos relatos nos han llegado de forma fragmentaria, según consideran los artistas.
“Hubo heridos, muertos, posesión de tierras, maltratos, robos... En los centros educativos solo ilustran lo político y no lo social, que creo que es importante conocer”, dice Minor Hernández, el autor de 1948 . Esta es una obra que nació de la duda.
“No representa un testimonio real, pero parte de la historias de esas mujeres que estaban solas en sus casas, sufrían abusos de los terratenientes cuando quedaban solas. Queremos que la gente salga con ganas de saber un poco más”, asegura Calderón.
Para Los de Pluma , realizar este segundo montaje es una prueba: de aquí, quieren moverse a nuevos lenguajes y formas de plantearse retos escénicos. Son 14 artistas, que seguirán estrenando piezas distintas este año.
Así resume David Obando la experiencia de presentarse frente a un público: “El taller es una cápsula donde uno puede experimentar y tiene a personas muy profesionales que lo pueden guiar y corregir errores. Al salir a la calle y no tener ese ojo ayudando, da miedo. Pero una de las cosas bonitas que uno aprende en el taller es eso: lanzarse, experimentar, hacer, hacer y hacer”.
En junio, presentaron una obra; en setiembre, estrenarán una nueva creación en el mismo espacio de barrio Amón.
“Al inicio, me dio un poco de miedo lanzarme, pero siento que es la necesidad de lanzar un mensaje al público. De eso se trata el teatro: poder expresar cosas importantes”, confiesa Calderón.
Hernández considera que se han generado conexiones muy interesantes desde el taller: “Somos muy solidarios, independientemente del trabajo que estamos haciendo. Queremos lograr que esa solidaridad se muestre en escena en un trabajo en que estemos todos, como grupo”.