La cita para esta entrevista estaba pactada para un martes a la 1 p. m. Sin embargo, la repatriación del cuerpo de una mujer extranjera, que falleció días antes en el país, atrasó el encuentro unos 30 minutos.
Cuando los trámites estuvieron listos, el lugar de encuentro fue nada más y nada menos que la funeraria Paz en San José. Allí trabaja Víctor Carvajal, presentador de la revista matutina Su mañana de canal 9. ¿Quién se imaginaría que el carismático sarchiceño que alegra a los televidentes con su sarcasmo y su buen humor es el encargado de maquillar a los muertos?
Víctor le ayuda en el negocio a su pareja, José Acuña, con quien tiene 15 años de convivir y quien es el patólogo dueño de la funeraria. Allí, el presentador es una especie de “soyla” –hace papeleos, el café para los velatorios y es chofer–, así que, en medio de la disección y el maquillaje mortuorio, se realizó la entrevista.
En una pequeña salita de espera en la parte frontal de la morgue –con el cuerpo de la mujer como testigo– el presentador y esta periodista hablamos por más de tres horas sobre la vida, dolores y pasiones del hijo de una familia humilde de Sarchí, y quien ahora tiene encantados a muchos por sus dichos y su expresivo rostro.
Él es tico bien tico. Hablar con Víctor es como sentarse a tomar un café con el vecino. En él no hay poses impuestas; todo fluye en la conversación con sus muletillas y sus expresiones faciales, esas tan características que los televidentes reconocen al dedillo.
¿Quién es Víctor Carvajal, qué hace fuera de la tele?
Fuera de la tele lo que hago es pellejearla, como cualquiera otro, porque la vida está muy dura. Soy una persona común y corriente, con sus problemas y todo.
¿Y qué hace después de Su mañana ?
¿Qué hago después del canal? Diay, vengo a la funeraria a ver en qué puedo ayudar. La funeraria es de mi pareja. Le ayudo, lo acompaño, le manejo y le ayudo a maquillar a los muertitos.
¿Desde hace cuánto se dedica a la funeraria?
José, mi pareja, es disector de autopsias; entonces los 15 años que hemos estado juntos ha sido entre muertos. De tanto que ve uno como que se le quita el miedo y ya lo veo como normal.
¿La gente viene a buscarlo a la funeraria?
Sí, claro. La gente grita desde afuera: ‘¡Víctor, Víctor!’, y ojalá uno con un muertito. Yo vacilo cuando pasa.
Es una persona superjovial y alegre. ¿El Víctor en la funeraria es igual?
Soy el mismo, pero cuando estoy en el programa es como estar en una reunión de amigos, entre nosotros es la gozadera. Yo lo veo así porque el compañero de nosotros es el televidente y entonces hay que gozar con ellos. Si quien nos ve tiene algún problema, hay que hacer que se le olvide y que piense en cualquier “yeguada”. Aquí, en la funeraria, tal vez se atienda a una persona de entre todas las que nos ven, quien tiene un problema específico y que merece mucho respeto. No crea, Víctor sabe respetar, por más que me vea atravesado, trato de apoyar a la gente.
¿En una vela se ha topado a algún seguidor?
Eso es muy vacilón. Yo me imagino que nadie ve el programa, ¿ verdá ?, entonces, cuando estoy en la funeraria, estoy en lo mío y se me olvida que salgo en tele. Es vacilón cuando de repente lo para a uno la viuda y dice: ‘¿Usted es Víctor?’, y empieza la tomadera de fotos; o alguien dice: ‘Mami, mami, aquí está Víctor el de canal 9, venga a ver’, y tal vez la pobre señora está llore que llore por allá en un rincón.
¿Cómo maneja esa situación, debe ser incómodo?
Diay, normal; porque por más doloroso que sea el momento que la persona está pasando, si ese ratito o esa foto le va a dar alegría… ¡qué dicha! Es lo que yo particularmente trato de hacer, que la gente la pase bien aunque tenga sus broncas terribles.
¿Se ha llevado algún susto maquillando muertos?
No, pero si quiere le invento, porque he visto muchas películas (risas).
¿Le costó asimilarlo?
Sí, porque es una impresión muy fuerte. A mí me impactó mucho el primer muerto que vi, porque uno está con esa cosa de ‘¡Ay los muertos!’. Ahora, yo lo veo más bien como una ayuda para que los restos de la persona den ese paso para que llegue bonita donde Dios.
¿Para usted es un servicio social?
Sí, no me gano absolutamente nada porque todo se lo deja José; pero sí, es como un servicio social. Cuando yo era maquillador también lo veía así, porque me gustaba cuando la mujer se sentía más bonita; más aun cuando en este mundo está todo estereotipado: que tenés que ser flaco, que tenés que ponerte tetas y ahí van todas a ponerse todo ese montón de cochinadas.
De repente frente a las cámaras
Lo de Víctor nunca fue sentarse frente a las cámaras de televisión para entretener a nadie. Su experiencia en TV la vivió de cerca cuando hace varios años trabajó en canal 7, y cuando fue maquillador en el extranjero para la marca Revlon, y viajó por América Latina dando cursos y una que otra “entrevistilla”.
Empero, su facilidad de palabra –aunque un poco atropellada la mayoría de las veces por querer decir todo al mismo tiempo– hizo que el lente lo adorara desde su primer encuentro.
¿Cómo fue el proceso de llegar a Su mañana ?
Con esto de canal 9 fijate que me di cuenta por un amigo de que había un casting , y me dijo que me fuera con él. ¡Ay, no! Viera qué cosa más triste… ¡Ay, Señor!, ¡Ay, Santísima!, imagínese que estábamos con una repatriación y me voy en carreras al canal, y que hay que llevar fotos, y uno buscando a ver cuál de todas, y ninguna servía porque pa’piores con este rostro na’a que ver.
”Hice una fila de seis horas y ya cuando me tocó el turno iba casi descompuesto. Como a los dos meses me llamaron pa’decime que había pasado el casting y que ahora iba a participar en un reality. ¡No seas tan loco!, ahora tocaba convencer a la gente pero, por dicha, a la gente le gustó.
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¿Qué cree que fue lo que le gustó al público?
Que yo no ando con tapujos, que yo sé lo que es comer m… Eso, porque me ha tocado muy duro. Creo que a la gente le gustó como soy. Si yo salgo así con el pirucho parado es porque así me levanté; la gente quiere que la tele sea más coloquial, más tica y que hablemos ‘al chile’. ¿Porqué se va a poner uno en varas?
¿Se imaginó que siendo gay la gente lo iba a aceptar tan bien?
Es que ¿pa’qué va uno a aparentar lo que no es? La gente se identifica con uno porque uno no anda ni aparentando que es humilde, ni posado, ni nada.
¿Se le ha subido a la cabeza?
¿Qué?
¿La fama?
Es que no, para mí esto es ir a bretear. Para mí, ir al canal es levantarme como cuando todo el mundo se levanta a las 4:30 de la mañana para irse a meter a un cafetal o para ir a amasar la masa para hacer las empanadas de la soda. Es un trabajo con la única diferencia de que uno tiene cámaras al frente y que está la gente viniando, de Chepita; porque a la gente le encanta chepiar , pero es normal. ¡Qué se me va a subir a mí nada!
¿Qué es lo que más le gusta de salir en tele?
Yo le voy a ser sincero. Estoy pasando una situación dura en mi familia y, por eso, lo que vale la pena es ver el cariño que las familias que no son la mía me demuestran. Eso es lo bonito, decir ‘¡Qué lindo, otras familias me quieren mucho!’.
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¿Qué lo ha dejado aceptar abiertamente su sexualidad en la tele?
No me da absolutamente nada porque la gente me sigue insultando en la calle: ‘¡Playazo, locona!’, me gritan. Yo ya aprendí a vivir con eso. Mi función en el programa en ningún momento ha sido defender la homosexualidad. No me interesa defender el matrimonio gay. ¿Por qué? Yo tengo 15 años de estar con mi pareja y no me hace falta que aprueben ni mierda, un papel más o un papel menos para mí no hace la diferencia. Pero sí he visto que mucha gente y padres de familia se dan cuenta de que uno es una persona cualquiera y que ser gay no me hace menos ni me hace más.
¿Entonces, a pesar de las críticas, siente una mayor aceptación?
Sí, claro. A mí lo que más me impacta es ver a señores, hombres con su esposa, con sus hijos y que me digan: ‘Don Víctor, lo felicito; ¡qué bien, qué bonito, qué atarantado!’. Entonces siento un nudo en la garganta cuando ellos le ven a uno el trabajo y no con quién me acuesto, porque eso no le importa a nadie.
¿Qué es lo que más le gusta de su personalidad?
‘Qué pregunta más difícil’, dijo Miss Colombia, ¡na’a que ver! ¿Qué me gusta de mí? Diay lo rajado que soy pa’hablar, que no me interesa nada. Es la sinceridad lo que más me gusta.
¿De dónde vienen todos esos dichos y muletillas? (“To’o ostinado”, “Na’a que ver”)
Vienen de la calle, de las amistades. Ese ‘To’o ostinado’ es regay; ¡cuidado lo ponés porque me quemás! (risas). El ‘na’a que ver’ es muletilla mía de toda la vida; los dichos no sé ni cuales son, pero se me van saliendo.
¿Ahora que sale en tele también hay más amigos?
La gente cree que uno trabaja como en recursos humanos. Eso se da mucho, pero no; yo, amigos amigos no tengo, mi mundo es mi pareja, mi mejor amigo, mi vecina, mi perra Mariclaire y sus perritos.
¿Se da cuenta de que tiene mucha responsabilidad con su trabajo en tele, que genera opinión?
¡Uy, si! A mí me da miedo meter un día las patas. Yo estoy ahí, según yo, hablando con los amigos. Al frente hay una cámara y uno le habla a los aparatos. Yo no pienso que me están viendo y me da miedo que un día me vea la persona equivocada y que se malinterprete lo que estoy diciendo, o que no se contextualice lo que digo.
¿Siente que ha ganado por estar en tele?
No, a mí no me interesa ganar el favor de nadie, porque yo con 500 pesos me compro una camiseta en la (ropa usada) americana.
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Personal
Salió de Sarchí hace cerca de 19 años, pero el muchachillo inocente que llegó sin nada a San José para hacerse hombre sigue dentro de la piel de Víctor Carvajal.
Su humildad es característica y, más allá de sus miedos y sus virtudes, él destaca de sí mismo la lealtad por sus amigos y la “familia que escogió”. Se conforma con poco y no sueña con mucho. Vive el día a día como lo aprendió cuando salió de su casa.
¿Cómo le llegó el amor?
Cuando estaba a punto de dejar de creer en todo apareció José, pero fue en el ‘pior’ momento de mi vida, en el ‘pior’. Yo estaba muy mal de plata porque ganaba muy poquito y no me alcanzaba. Una semana estuve como tres días sin comer y, de pronto, me desmayé. Alguien me montó a un taxi y el taxista era José.
”Él me llevó al hospital y, entre cosa y cosa, cuando me desperté lo vi a él a la par mía y a como pude le dije que no me dejara solo. Ese fue uno de los días en los que más solo me he sentido en la vida. Lo agarré del brazo y le dije que no se fuera y hasta la fecha… To’o ostinado, mejor no le hubiera dicho (risas).
Desde ese momento son 15 años, ¿cómo se siente con él?
Supercómodo. Él es esa persona que me mandó Dios, es mi complemento perfecto; él me apoya en todo. Es perfecto, no hay palabras. Eso pasa cuando uno deja de buscar. Estoy más enamorado que el primer día.
¿Le tiene miedo a algo?
A los payasos, ¡les tengo pavor, pero pavor! También me dan miedo los sapos, pero no les hago daño porque ellos no tienen la culpa de ser tan feos. Los temblores también me dan mucho miedo, y el agua, el mar, las piscinas y todo eso.
¿Qué lo hace feliz?
Mi pareja, Mariclare mi perra y nada más.
¿Qué le hace falta por cumplir?
Yo ya no logré que mi familia se sintiera orgullosa de mí, entonces, por ese lado, ya no lucho. (Lo piensa) Es que no tengo metas, yo aprendí a vivir el día a día. Decir que tengo que ir a Televisa, como Bryan Ganoza, o ir a Univisión, no, nada de eso. Si se acabara la tele, se acabó la tele. Claro que sí tengo objetivos como trabajar y tener mi casa propia, pero Dios me ha bendecido con muchas cosas: pude montarme en un avión, ahora puedo comprar Corn Flakes y pude comprarme unos patines que siempre quise tener.
¿Con qué se siente satisfecho?
Con lo mínimo. Las pequeñas cosas me hacen feliz porque siempre las quise tener; pero ahora lo que veo que tiene la gente no lo quiero, no quiero tener esa maldad. Yo me pude comprar un trompo, los patines que le pedía a Santa Claus y que mis papás no me compraban porque eran para mujeres; hasta una Barbie, y todavía juego con ella en la pila.
”No pido más que eso, no pido grandes comidas. ¡Ay, jamás!, tan rico que es el arroz y los frijoles con huevito. Aguadulce ahí hay, pancito ahí hay, y nada más. Es que ¿qué más le puede pedir uno a la vida?, dígame usted
¿Qué lo enoja?
¡Ah! Yo bravo soy de lo peor, y la mentira me enoja mucho. Yo no desconfío de la gente. Yo me entrego; pero si me mienten me pongo bravo y se me sale toda la calle, no me sé controlar.
¿Le hace falta algo para ser más feliz?
Nada, sinceramente; hasta ahorita decir que yo quiero que mi familia me acepte sería una mentira. Ahora yo tengo 500 mil familias que me aceptan, 500 mil mamás que me adoran.