En una casa muy atípica, hecha al estilo rústico, con balcones, troncos de árboles secos, muchos helechos colgando del techo, una huerta, tres perros y una cabra, vive la queridísima Jill Paer.
Ella, con sus casi 39 años de vivir en Costa Rica, se considera más tica que muchos de los que rondan los 40 años. “Soy más tica que ustedes dos (la periodista que escribe y la fotógrafa), he vivido más tiempo en Costa Rica que ustedes dos y pude ver a la Costa Rica que ahora añoro”, comenta con una sonrisa esta mujer de curvas peligrosas y piernas gruesas.
Su rostro y su acento agringado son más que reconocidos en la televisión nacional, al igual que la relación “paterno-laboral-profesional” que lleva con su papá, el psicólogo clínico William Paer.
Nacida en Nueva York, su papá, su hermano y ella llegaron a Costa Rica por una situación familiar muy especial.
El doctor y su esposa, Laura Singer, se divorciaron en malos términos. Para ese entonces, su hermano menor Adam y Jill tenían 7 y 11 años, respectivamente.
“Nosotros habíamos adoptado a mi padre. Después de la ruptura, yo quería irme con mi papá, pero no me dejaron. Mi mamá sabiendo de mi deseo no me permitió verlo por dos años; fue algo traumante para mí. Yo le dije a mi hermano que quería quedarme con mi papá y él también quería lo mismo”, recuerda.
Jill se considera una mujer de armas tomar y quien lucha por lo que quiere. Para mostrar un ejemplo, la experta en cocina rememora cuando llevó hasta una corte de Nueva York su caso y logró que su papá obtuviera la custodia.
El doctor Paer no quería que sus hijos vivieran en la sociedad estadounidense y decidió buscar un área rural para que los muchachos crecieran en un ambiente sano. Por una recomendación, vino a Costa Rica, estuvo aquí tres semanas y sintió que era el lugar adecuado para sus hijos.
“Mi papá se bajó del avión hablando de la soda Tapia y de la maravillosa papaya que había en Costa Rica. Para mí, la idea de viajar era una ilusión, una aventura”, explica Jill.
Los niños se acoplaron bien a la escuela y al colegio, mientras que William sufrió durante un año por aprender el idioma y por encontrar un trabajo estable.
Acerca de las relaciones familiares en la actualidad, Jill prefiere no ahondar mucho. Con su madre Laura, existe un contacto muy escaso y diferentes situaciones la han alejado de su hermano menor.
Soltera y feliz. Amante de la naturaleza, de la comida sana, la agricultura, los animales y, por supuesto, del afrecho, esta mujer de 52 años –aparenta mucho menos– no se ha casado ni tenido hijos. Al respecto, la presentadora asegura que es algo que simplemente no ha llegado todavía.
Ha tenido varios novios durante su vida, pero asegura que, después de algunos meses, se da cuenta que las relaciones no avanzan y, por esta razón, decide cortar por lo sano y no complicarse la vida.
“Hubo una época en la que yo estaba haciendo lo incorrecto; me desesperé. Todavía yo no tenía la sabiduría que ahora tengo y ponía mucho cuidado a las presiones sociales, al qué dirán. Pasé como un año en que no hallaba qué hacer y la verdad es que no conseguí novio tampoco”, cuenta.
“Mi papá me decía: ‘Jill haga lo que le gusta y en el camino o se topa o no se topa a alguien’. Y entonces… no me topé, pero seguí haciendo lo que me gusta”, manifiesta entre risas.
Adora a sus dos ahijados, Randy y Marilyn, quienes han llenado su corazón con el deber y la satisfacción de ser una guía espiritual en sus vidas.
Sello Paer. Su risa vivaz, su buen sentido del humor y su chispa para hablar son herencia de los Paer, de eso no hay duda.
A William y a Jill llegaron a la televisión después de que la joven dejó la música (estudiaba piano en la Universidad de Costa Rica) y también la veterinaria, en la Universidad Nacional.
Un segmento acerca de psicología les abrió las puertas en canal 13 y allí crearon su programa ¡Qué rico! –hace 28 años–. Pasó el tiempo y hubo un boom del espacio que les dio el reconocimiento nacional.
“Podemos decir que fuimos unos de los primeros en poner en la televisión historias de costarricenses”, comenta esta mujer.
Aunque durante 28 años el programa ha sufrido transformaciones, la esencia Paer sigue vigente. Actualmente, el programa se transmite en XperTV canal 33 los martes y jueves, a las 4 p. m. Además de las recetas sanas ideadas por Jill, el doctor ofrece recomendaciones, entrevistas y hasta canta en ¡Qué rico!
No duda en manifestar la admiración que tiene por su progenitor. “Mi papá vive en su casa y tiene su mundo. Para mí, él merece un premio Nobel. En Costa Rica siento que deberían darle más pelota a mi padre por su trabajo y no porque salió en medio de un terremoto diciendo ‘hijuep...’”, dijo entre carcajadas.
“No conozco a nadie que tenga la dicha de tener una relación como la mía con mi papá. Es algo muy especial”, asevera.
¡Qué rico! se ha mantenido en el gusto de los ticos y Jill asegura que se debe a que nadie es como ella, porque ha sabido mantener su originalidad gracias a sus recetas y a la combinación de buen humor y pláticas con el doctor Paer.
“Ahorita, estoy pasando por una época de renovar el programa en la faceta tecnológica, para no perder actualidad”, agrega.
El secreto de la empresa familiar de los Paer es la relación que existe entre los anunciantes, Jill y su padre. Para ellos, ser amigos de sus clientes es establecer una relación más íntima para crear un ambiente sano en el programa.
Para Jill Paer, la de las carcajadas, vivir es tener este programa, hacer “yunta” con su admirado papá y ayudar a la gente con sus recetas sanas. Así pretende seguir.